En los últimos años, muchas cigüeñas que tradicionalmente
emigraban a África en los meses fríos se quedan a pasar el invierno en la
Península, donde cuentan con abundante comida en los basureros. Sin embargo,
son precisamente las que sí emigran al continente africano las que podrían estar
contaminando sus organismos con
pesticidas, según ha constatado un equipo de científicos extremeños que ha
analizado la sangre de pollos de tres colonias, dos de ellas instaladas cerca
de depósitos de residuos. La principal fuente de contaminación parece proceder
de insecticidas empleados aún en países africanos donde migran algunas de las
aves que transfieren su carga a las crías a través de los huevos.
En Europa las
cigüeñas blancas (Ciconia ciconia) están perdiendo población, pero en España
estas aves, que se concentran sobre todo en Castilla-La Mancha y Extremadura,
son aún muy numerosas. Solo en la provincia de Cáceres hay unas 7.000 parejas
que cada vez emigran menos a África. Como las aves acumulan en sus organismos
contaminantes orgánicos, el equipo extremeño decidió comprobar los niveles de
contaminación por compuestos orgánicos persistentes (COP), concretamente
pesticidas organoclorados (OCP) y policlorobifenilos (PCB), en 59 pollos de
tres colonias extremeñas con diferente nivel de exposición ambiental respecto a
centros de tratamiento de residuos sólidos urbanos o basureros controlados: en
una zona protegida para aves (ZEPA Llanos de Cáceres y Sierra de Fuentes), otra
rodeada de dehesa a cinco kilómetros del basurero; y la última en una zona
agrícola a dos kilómetros de otro basurero.
Los resultados
confirman la ausencia en el plasma de los pollos de PCB, sustancias actualmente
prohibidas que se habían detectado en dos investigaciones previas llevadas a
cabo con pollos de cigüeña en la provincia de Madrid, en una zona más
industrial y poblada. Sin embargo, sí aparecieron restos de insecticidas
clorados como el heptacloro, el endosulfan, el aldrín y el DDE
(diclorodifenildicloroetileno, un metabolito del conocido insecticida DDT) que,
aunque prohibidos, permanecen largo tiempo en el medio ambiente y se acumulan
en la cadena trófica.
Lo más llamativo es
que en los pollos de la colonia más cercana al basurero, los niveles de estos
pesticidas fueron menores que en individuos de otras las tres colonias. La
colonia con más presencia y mayores niveles de insecticidas clorados fue la que
estaba rodeada de dehesa. Ante la falta
de un patrón que vincule el basurero con la carga contaminante en las aves, los
científicos creen que la contaminación puede deberse a la migración invernal de
las madres a África.
En los países en
desarrollo, muchos de los pesticidas prohibidos en España se siguen usando con
profusión. Por ejemplo, el insecticida DDT se emplea en la agricultura y para
el control de los mosquitos transmisores de la malaria, y este podría ser el
principal origen de esos contaminantes en las cigüeñas, que cuando regresan a
la Península, transfieren parte de su carga contaminante a los pollos a través
de la yema de huevo, que tiene un alto contenido graso.
Los OCP pueden
afectar a las propiedades reproductivas de las aves, y provocan la feminización
de los machos, la inhibición y disminución del número de huevos en cada puesta,
la alteración del comportamiento durante la cría o deformidades en los
embriones. Las cigüeñas se intoxican a través de los alimentos vegetales y de
pequeños animales como roedores, lombrices y ranas, previamente contaminados
por estos compuestos, que pueden persistir en el entorno varias décadas. Por esta
razón, los pollos de cigüeña, por su tamaño, fácil localización, control y
muestreo, son buenos indicadores de la contaminación ambiental.
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