LAS MOSCAS TAMBIÉN SE ASUSTAN

Hay que ser muy rápido para cazar una mosca, ya que parecen estar en alerta permanente, que nunca
bajan la guardia. Se ha estudiado mucho su respuesta inmediata ante amenazas —como zapatillas, periódicos o matamoscas— pero, ¿qué pasa por su cabeza cuando logran esquivar el golpe? Más allá de sus maravillosos reflejos instintivos que les permiten escapar, ¿cómo se le queda el cuerpo? No muy bien, a juzgar por una serie de experimentos que pueden ofrecer pistas sobre cómo ha evolucionado el miedo en los animales
Para saber cómo le afectan a las moscas los sobresaltos, un grupo de científicos del Instituto de Tecnología de California (Caltech) ha estado asustándolas en distintas condiciones y ritmos, observando su reacción más allá del primer brinco. Sus resultados muestran que la respuesta de las moscas ante una amenaza visual no es solo la de un escape momentáneo, sino que más bien implica un estado cerebral con semejanzas con lo que llamamos el miedo en los organismos superiores. "Esto no quiere decir que las moscas sientan miedo, sino más bien que entran en un estado de actitud defensiva persistente, que puede ayudar a responder de manera más rápida y fuerte a las amenazas futuras", explica David Anderson, principal autor del estudio que recoge estas conclusiones, publicado en Current Biology.
Incluso cuando estaban pasando hambre, las moscas se tomaron su tiempo antes de regresar a la comida después de dispersarse por la presencia de la sombra, lo que sugiere que a estos insectos les lleva su tiempo volver a recuperar la calma. Y cuantos más sustos sufrían, más tiempo tardaban en calmarse y volver a la comida. Además, cuando estaban en grupo tardaban menos en regresar que cuando estaban solas.
Estos investigadores comparan la reacción de las moscas ante una amenaza con la de las personas ante unos disparos. Un único tiro nos pone alerta; varios seguidos, nos asustan todavía más; después, estaremos sensibles y hasta un simple portazo nos provocará un sobresalto. Estas mismas secuencias se observaban con las moscas.Dentro de un recinto circular, un instrumento parecido a una pala para jugar al ping-pong creaba una amenazante sombra sobre las moscas, como una espada de Damocles, que nunca llegaba a golpear. Así crearon distintas circunstancias para ver cómo reaccionaban a varios sustos seguidos, en compañía y en solitario, pasando hambre en presencia de comida, etc.
Según el líder del grupo, William Gibson, "estas observaciones, en lugar de confirmar un simple acto reflejo de escape, sugieren en cambio que las moscas tienen un estado persistente de alerta defensiva que guarda algunas similitudes con el miedo". Este investigador de Caltech asegura que sus resultados ponen de relieve la complejidad del comportamiento de la mosca y apoyan la hipótesis de que puede tener "algo parecido" a respuestas emocionales innatas: "Hemos llegado a la conclusión de que lo tienen".
Para Anderson, los datos obtenidos sugieren que hay atisbos de emociones primitivas en las moscas, que podrían ser muy útiles desde una perspectiva evolutiva: "Si se pueden encontrar en organismos [como las moscas] cuyas estructuras cerebrales y comportamientos son muy diferentes de las nuestras, esto nos ayuda a entender de qué manera han evolucionado las emociones como función del cerebro", explica Anderson.
"Dicho esto", matiza Gibson, "los orígenes evolutivos del miedo no se pueden abordar con nuestros datos". Por eso, este equipo de Caltech se plantea el siguiente paso: una vez han comprobado que las reacciones de la mosca de la fruta son más complejas de lo esperado, quieren investigar sus circuitos neuronales para dar una imagen simple y primitiva, pero más accesible, de cómo funciona el miedo como emoción en animales desarrollados como los humanos. "Vamos a tratar de averiguar los mecanismos cerebrales que codifican este estado-emoción", zanja Anderson.

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