DESVELAN LOS SECRETOS DEL DOLOR

Una serie de raras mutaciones impide que el sistema nervioso de centenares de personas en el mundo detecte las señales de alerta de una quemadura o un rasguño, ya que no sienten el dolor. Ahora, se pretende aprovechar el sufrimiento indoloro de unos ratones modificados genéticamente, mediante un experimento.


Para el organismo, uno de los principales mecanismos de defensa es el dolor. Un torrente de señales electroquímicas se producen cuando el cuerpo sufre una agresión que pueda hacer peligrar su integridad. Estas señales viajan por medio de unas proteinas llamadas canales de sodio. Son conocidos científicamente como los canales Nav1.x), y hay hasta nueve diferentes que atraviesan la membrana de las células nerviosas. Al menos tres de ellos tienen que ver con el dolor.

Al superar un límite determinado, las neuronas de los sistemas nerviosos periférico y simpático liberan una pequeña cantidad de sodio, por ejemplo el punto en el que el tejido se quema (térmico). La carga de este metal alcalino se ve amplificada por los canales de sodio y llega así hasta el cerebro y la médula espinal, encargados de modular la sensación de dolor. Sin embargo, alguna personas son analgésicas de nacimiento. Las causas genéticas de este trastorno fueron descubiertas en 2006: en algunos casos, los  afectados portan una mutación del gen encargado de codificar el canal Nav1.9 que lo bloquea; en otros, el gen mutado desactiva el canal Nav1.7 .

Aún hoy, el único medio para aliviar el dolor agudo son la morfina y otros opiáceos naturales o sintéticos que, a largo plazo, desarrollan dependencia y tolerancia. Sin embargo, las personas que tienen su Nav1.7 desactivado, aunque deben tener mucho cuidado con las lesiones, llevan una vida relativamente normal. El único efecto añadido es que sufren de anosmia o incapacidad para oler. Esto se debe a que el canal Nav1.7 también está presente en las neuronas olfativas y cuando falta, se pierde el sentido del olfato.

John Wood explica que, tras diez años de ensayos clínicos, ahora saben con certeza que el elemento clave en el dolor humano es el Nav1.7. Los científicos comprobaron que los ratones con la mutación que desactiva este canal mostraban una elevada generación de encefalinas, un péptido que actúa como analgésico natural del sistema nervioso. 

Tras localizar a una mujer que no había sentido dolor en toda su vida, le inyectaron naloxona, un antagonista de los opioides que se usa para contrarrestar una sobredosis de heroína, alterada con soluciones salinas inocuas en unos ensayos. La mujer pasó de no sentir el calor a recuperar la molesta sensación de quemazón, bajo los efectos de dicho antagonista. Ahora, los investigadores han solicitado una patente para combinar opioides en bajas dosis con bloqueadores de Nav1.7, lo que debería replicar la experiencia de no sentir dolor de las personas con esta rara mutación. Esperan poder iniciar los ensayos en 2017.

En 2013, secuenciaron el genoma de una niña con la incapacidad de sentir dolor. En su caso, el gen de la mutación no era el mismo que en otros casos; ella tenía alterado el gen SCN11A, que codifica otro canal de sodio, el Nav1.9. El resultado en este caso es la hiperactivación del sodio en las neuronas hasta que pierde su carga, y por tanto, su capacidad de enviar al sistema nervioso la señal electroquímica. Por este motivo, existe una complicación hacia el analgésico universal.

Los posibles analgésicos deberían tener en cuenta también el gen mutado. En el caso de la niña alemana, la mutación de SCN911 hace que no sienta dolor pero sufre ataques de un dolor intenso de forma esporádica y sin mediar ninguna lesión, a diferencia de la mujer británica. Esto hace que la niña no pueda actuar como diana terapéutica.

Fuente: EL PAÍS

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