¿ES POSIBLE FRENAR LA MUERTE PREMATURA?

Según un análisis de la Escuela T.H. Chan de Salud Pública de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, el excesivo consumo de grasas no saturadas (monoinsaturadas y poliinsaturadas) está relacionado con una menor mortalidad. Por otra parte, la investigación también revela que el alto consumo de grasas saturadas y trans se relaciona con una mayor mortalidad en la población que abusa de este tipo de grasas.


Lo más importante de la investigación realizada es el descubrimiento de que la sustitución de grasas saturadas, como la mantequilla, la manteca de cerdo y la grasa en la carne roja, por grasas insaturadas de los alimentos de origen vegetal, como el aceite de oliva, el aceite de canola y el aceite de soja, confiere beneficios sustanciales para la salud. Este estudio proporciona un buen apoyo a las Guías Alimentarias para los Estadounidenses 2015-2020, que insisten en que es preferible consumir ciertos tipos de grasa en lugar de la cantidad total de grasa en la dieta.

Dong Wang, estudiante de doctorado en los departamentos de nutrición y Epidemiología en la Escuela Chan de Harvard, es el autor principal del estudio, y señala que en los últimos años ha habido una grave confusión en la comunidad biomédica y el público en general acerca de los efectos de ciertos tipos de grasa en las dietas. Dong Wang también hace hincapié en que el estudio realizado documenta los beneficios importantes de las grasas no saturadas, especialmente cuando se sustituyen las grasas saturadas y trans.

 
En la investigación se realizaron dos grandes estudios a largo plazo: Estudio de Salud de Enfermeras y el Estudio de Seguimiento de los Profesionales Sanitarios. En total, entre los dos estudios, participaron hasta 126.233 personas que respondieron a preguntas de la encuesta cada 2-4 años sobre su dieta, su salud y su estilo de vida hasta 32 años. Durante la duración de dicho seguimiento, se documentaron 33.304 muertes.

Los investigadores de la Escuela de Salud Pública de Harvard y del Hospital Brigham y de la Mujer, también en Estados Unidos, examinaron la relación entre los tipos de grasas en las dietas de los participantes y la mortalidad general entre el grupo durante el periodo de estudio, así como las muertes por enfermedad cardiovascular (ECV), cáncer, enfermedad neurodegenerativa y patologías respiratorias.

Los investigadores descubrieron que cada tipo de grasa en la dieta tenía una asociación distinta con la mortalidad. Las grasas trans tenían el efecto adverso más significativo y grave en la salud, pues durante el periodo de estudio se vinculó cada ingesta de un 2% más elevada de grasas trans con una probabilidad del 16% mayor de muerte prematura.

Un consumo de grasas saturadas excesivo también se relacionó con un mayor riesgo de mortalidad. Al comparar con el mismo número de calorías de hidratos de carbono, cada aumento del 5 por ciento en el consumo de grasas saturadas se relacionó con un riesgo más alto del 8 por ciento de mortalidad global.

Por el contrario, la ingesta de elevadas cantidades de grasas insaturadas, tanto poliinsaturadas como monoinsaturadas, se relacionó con entre un 11 y un 19 por ciento menor de mortalidad general en comparación con el mismo número de calorías de carbohidratos. Entre las grasas poliinsaturadas, los ácidos omega-6, que se encuentran en la mayoría de los aceites vegetales, y los ácidos grasos omega-3, que están presentes en el pescado y los aceites de soja y canola, se asociaron con un menor riesgo de muerte prematura.

Los autores confirman que los efectos sobre la salud de determinados tipos de grasas dependían de por qué se fueron sustituyendo. Por ejemplo, quienes sustituyen las grasas saturadas por grasas insaturadas, disminuían significativamente el riesgo de muerte en general durante el tiempo de estudio, así como el riesgo de muerte por patologías cardiovasculares, cáncer, enfermedades neurodegenerativas y enfermedades respiratorias, en comparación con las personas que mantienen un alto consumo de grasas saturadas. Los resultados para las enfermedades cardiovasculares son consistentes con muchas investigaciones anteriores que muestran que el colesterol total y el colesterol LDL ("malo") se reduce cuando se producen estos reemplazos de grasas.

Las personas que sustituyen las grasas saturadas con carbohidratos padecían solo un mínimo riesgo de mortalidad. Además, la sustitución de la grasa total con los hidratos de carbono se asoció con una mortalidad ligeramente superior; lo que no sorprende a los autores, puesto que, en la dieta estadounidense, los carbohidratos tienden a ser almidón y azúcar refinada, cuya influencia en el riesgo de mortalidad es similar al de las grasas saturadas.

El coautor principal Frank Hu, profesor de Nutrición y Epidemiología de la Facultad de Salud Pública Chan de Harvard y profesor de Medicina en Harvard, señala que el estudio muestra la importancia de eliminar la grasa trans y sustituir las grasas saturadas por insaturadas, incluyendo los ácidos grasos poliinsaturados omega-6 y omega-3. Y aconseja que esto se lleve a la práctica mediante la sustitución de grasas de origen animal por una variedad de aceites vegetales líquidos.

Fuentes: Heraldo, Hemeroteca.










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