EL ACORTAMIENTO DE LOS TELÓMEROS PROTEGE CONTRA EL CÁNCER

En primer lugar, los telómeros son los extremos de los cromosomas, los podemos entonces imaginar como las fundas de plástico del extremo de los cordones de los zapatos, que impiden que estos se deshilachen. Son partes del ADN muy repetitivas y no codificantes cuya función principal es proteger el resto del material genético que presenta el cromosoma.

A medida que nuestras células se dividen para multiplicarse y para regenerar los tejidos y órganos de nuestro cuerpo se va reduciendo la longitud de los telómeros, y por eso con el paso del tiempo se hacen más cortos. Por esta razón, se considera que el acortamiento de telómeros es la principal causa del envejecimiento de nuestras células y por lo tanto, está relacionado con aquellas enfermedades vinculadas con la edad. Por otra parte, eventualmente se detiene la división celular cuando la reserva de telómeros se agota.

Sin embargo, puede resultar ventajoso, pues un estudio reciente ha demostrado que dicho proceso contribuiría a la supresión de tumores en humanos, probablemente debido a su poder para reducir la división celular. Estos nuevos resultados han sido descubiertos por el laboratorio de De Lange. Los hallazgos se obtuvieron analizando mutaciones en familias con antecedentes excepcionales de cáncer.

En las células madre, incluidas las que generan óvulos y espermatozoides, los telómeros se mantienen gracias a la telomerasa, una enzima que añade ADN telomérico a los extremos de los cromosomas. Sin embargo, la telomerasa no está presente en las células humanas normales, por lo que sus telómeros se marchitan. Este programa de acortamiento de los telómeros limita el número de divisiones de las células humanas normales a unas 50. 

Una vez que una célula tumoral de etapa temprana se ha dividido 50 veces, los expertos imaginaron que el agotamiento de la reserva de telómeros bloquearía el desarrollo del cáncer. De esta forma, solo aquellos cánceres que logren activar la telomerasa romperían esta barrera. Las observaciones parecían apoyar esta hipótesis. La mayoría de los cánceres clínicamente detectables han reactivado la telomerasa, a menudo a través de mutaciones, los experimentos con ratones así lo demostraron.  

Durante décadas, el laboratorio de De Lange ha estudiado el complejo proceso por el que se regulan los telómeros. Numerosos investigadores identificaron un conjunto de proteínas que podían limitar la longitud de los telómeros en las células humanas cultivadas, entre ellas una proteína llamada TIN2. Cuando la TIN2 se inhibe, la telomerasa se vuelve salvaje y sobrevive a los telómeros. Pero no se sabía si la TIN2 también regulaba la longitud de los telómeros al nacer.

Descubrieron que estas familias tenían mutaciones en el TINF2, el gen que codifica la proteína TIN2 para controlar la longitud de los telómeros.  

Posteriormente, los investigadores reprodujeron las mutaciones exactas presentes en los miembros de las familias, mediante CRISPR-Cas09, y observaron que las variantes de TIN2 truncadas perdieron la capacidad de unirse a los telómeros y participar en su acortamiento. En consecuencia, las células mantuvieron su integridad y estabilidad genómica, propios de las células sanas. Sin embargo, esto les permitió seguir reproduciéndose.

Pero había algo malo en las células. "Sus telómeros se hicieron demasiado largos", explica De Lange. Del mismo modo, los telómeros del paciente eran inusualmente largos.

Los datos sugieren que las células nacen con telómeros de una longitud determinada que les permite dividirse un determinado número de veces. Alcanzada dicha cifra, la célula muere. Si el mecanismo que reduce los telómeros falla, la multiplicación celular prosigue y la protección antitumoral desaparece. 

En conclusión, los datos muestran que si naces con telómeros largos, tienes un mayor riesgo de contraer cáncer. Los científicos destacan que basta con la alteración de una sola de las dos copias del gen que codifica TIN2 para que los telómeros crezcan.

A través de esta investigación, podemos darnos cuenta de lo importante y fundamental que es la ciencia básica, pues la identificación de este proceso nos ofrece una nueva alternativa para entender y tratar el cáncer.

Fuentes: IYC, Infosalus

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