Usando como modelo a la mosca Drosophila melanogaster, un equipo de investigadores ha sido capaz de detener el desarrollo de tumores inducidos por un oncogén a través de la manipulación genética del citoesqueleto.
La actina es un componente importante del citoesqueleto que consiste en una gran cantidad de filamentos que recorren la célula, formando una red en la que las moléculas y orgánulos celulares se mueven y son transportados. La longitud de estos filamentos está altamente regulada por proteínas específicas que trabajan en los extremos de dichos filamentos. Son las llamadas proteínas de unión a actina.
La hipótesis de los autores de dicha investigación plantea que CP establece una especie de tensión en los filamentos del citoesqueleto que impide la acción de dichas proteínas activadas por el ongogén. Cuando los niveles de CP son limitados, la actividad del oncogén es mayor y las proteínas activadas por él son capaces de escapar el efecto de bloqueo de la red de filamentos y actuar en la célula, resultando en el desarrollo de tumores.
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