Los lípidos (grasas y aceites) son sustancias
fundamentales para el ser
humano, principalmente porque i) corresponden a una
fuente de energía
relevante (9 kilocalorías por gramo), ii) tienen un rol estructural como
constituyentes de las membranas celulares (los fosfolípidos de las
membranas), iii) como
reguladores de la expresión génica, y iv) como
aporte de ácidos grasos claves para un óptimo
crecimiento, desarrollo y
preservación de los tejidos que constituyen nuestro organismo.

En este
contexto, un ácido graso que forma parte de los ácidos grasos omega-3,
como es el ácido docosahexaenoico (C22:6 n-3, DHA) tiene un importante y
significativo rol en variados procesos fisiológicos. Al respecto,
múltiples y sólidas investigaciones demuestran cómo el DHA participa
activamente en el crecimiento y desarrollo del sistema nervioso, siendo
el cerebro y la retina donde el DHA tiene una activa participación en
los procesos de neurogénesis y sinaptogénesis; demostrándose que un
aporte adecuado de DHA favorece un mejor desarrollo neurológico y visual
en lactantes y niños.


Además, en los últimos años se ha logrado establecer que a partir de los
40-45 años ocurre una disminución significativa en los niveles de DHA
en los tejidos, y en especial en el tejido nervioso, lo que se asocia
directamente a un aumento en el riesgo de presentar deterioro cognitivo
(pérdida de la capacidad de memoria y aprendizaje) y de desarrollar
enfermedades neurodegenerativas, particularmente enfermedad de
Alzheimer.
El DHA es un ácido graso que se almacena
principalmente en los fosfolípidos de las membranas celulares, y en
particular de las membranas neuronales. Esta capacidad de almacenamiento
en las membranas neuronales es una propiedad muy destacable, porque el
DHA al ser un ácido graso altamente insaturado (presenta seis dobles
enlaces o insaturaciones carbono-carbono), tiene un muy bajo punto de
fusión, y le otorga una altísima fluidez a las membranas celulares. Esta
fluidez que es clave para la conducción del impulso nervioso en las
neuronas y células de la retina. Además, el DHA regula en forma
importante el metabolismo celular, y en especial a nivel neuronal,
asegurando de esta forma que las células del sistema nervioso tengan un
aporte constante de ATP (una molécula altamente energética, que
participa en la mayoría de los procesos celulares). Todas las
propiedades descriptas anteriormente, demuestran cómo el DHA es un
nutriente clave, desde el inicio de la fecundación hasta los primeros
años de vida. Y es quizás por este motivo que los espermatozoides
almacenan tanto DHA, o como la mujer traspasa activamente DHA a su hijo a
través de la placenta o la leche materna.
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