LAS NUTRIAS ARRIESGAN LA VIDA POR SUS CACHORROS

Al parecer, las nutrias marinas invierten
 tanto esfuerzo y energía en criar a sus cachorros, que terminan arriesgando su propia vida.

Las nutrias necesitan grandes cantidades de energía, incluso cuando no se trata de criar cachorros, pues consumen un cuarto de su masa corporal en alimento cada día, en parte porque estos pequeños animales,
que se encuentran en las costas del Pacífico norte, no retienen muy bien el calor y carecen de la capa aislante de grasa con la que cuentan otros mamíferos marinos.

Por todo ello no resulta sorprendente que las madres necesiten todavía más comida, aunque hasta ahora no se sabía cuánta.

El nuevo estudio, publicado en Journal of Experimental Biology, ha revelado que las hembras con cachorros de seis meses de edad necesitan consumir casi el doble de alimento que las que no tienen para satisfacer la dosis de energía exigida cada día. En su esfuerzo para conseguirlo, las madres llegan a pasar hasta 14 horas diarias buscando comida.

«Esto demuestra el duro trabajo que tienen», afirma la directora del estudio Nicole Thometz, bióloga de la Universidad de California (Estados Unidos).

Algunas madres no tienen energía suficiente y pierden peso, lo que las hace «más vulnerables a infecciones o enfermedades».

Para su estudio, el equipo midió las demandas energéticas de las nutrias marinas del Acuario de la Bahía de Monterrey (California) y combinaron esos datos con información sobre el comportamiento de las nutrias salvajes.

Según otros expertos, los resultados revelan el asombroso nivel de entrega maternal, que sugiere que las nutrias viven al límite.

Por otra parte, las zonas más pobladas con estos animales son especialmente difíciles para las nutrias que intentan criar a sus cachorros, pues la competición por el alimento es mayor.

Los biólogos de la zona de California han comprobado que en los lugares en los que las poblaciones se han ido recuperando lentamente, tras los catastróficos descensos como consecuencia de la caza en los siglos XVIII y XIX, cada vez se observan más hembras delgadas y con apariencia de poca salud tras criar a sus pequeños.

Algunas hembras renuncian a las exigencias de la maternidad, abandonando a sus cachorros tras dar a luz o dejando de criarlos a edad temprana.

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