BIOCOMBUSTIBLE CON ENZIMAS DE HACE 3.000 MILLONES DE AÑOS

Una serie de científicos de la empresa Evolgene han desarrollado un importante avance en la sostenibilidad del planeta, trabajando en una solución para apostar por los biocombustibles.

Esta solución es posible mediante la reconstrucción de enzimas de microorganismos de hace más de 3.000 millones de años, que son utilizadas para conseguir enzimas que operen entre 5ºC y 10ºC por encima de las actuales para así reducir notablemente los costes de estos.

Evolgene, que está incluida en el fondo de emprendedores de Repsol, trabaja actualmente en producir enzimas que sean capaces de soportar las condiciones extremas. Han comenzado por la reconstrucción de enzimas pertenecientes a organismos de hace 3.000 millones de años, unas enzimas que son necesarias para la producción de bioetanol y que supone actualmente más del 20% de su coste de producción.

Las características de estas antiguas enzimas se deben a que los organismos que vivían hace 3.000 millones de años estaban adaptados a un ambiente con temperaturas de hasta 70ºC y vivían en océanos con un pH más bajo debido a la ausencia de oxígeno. Los científicos han calculado que con cada 1.000 años que retroceden pueden aumentar entre 6ºC y 8ºC la resistencia térmica de las enzimas.

El proceso de obtención de estas enzimas se realiza mediante la reconstrucción de árboles genealógicos a partir de las enzimas actuales. Mediante la biotecnología, se observa y cruza información genética de una gran variedad de enzimas, comparando los aminoácidos comunes y los que hayan sufrido mutaciones. Este proceso permite la reconstrucción de la secuencia genética de la enzima de la cual después se sintetizará el gen a reproducir en el laboratorio. Seguidamente, unas bacterias -que según uno de los científicos ha creado la industria para recibir enzimas- absorben los fragmentos de ADN diseñados a través de su pared celular.

Aunque este proceso está aún en proceso de desarrollo, el director del proyecto cree que pronto podrá comercializarse. Este proceso acabaría con dos trabas que se presentan hoy en día; en primer lugar, el elevado coste de producción de bioetanol, el cual se reduciría a través de un proceso para el que es necesario una reacción enzimática de la celulosa y que requiere condiciones extremas que las bacterias y hongos actuales no soportan y, en segundo lugar, la aplicación en una segunda generación de biocombustibles producidos de restos humanos como los procedentes de la agricultura o de los residuos urbanos y que resolvería el inconveniente de la competición con la agricultura de consumo y deforestación.

Fuente: EL MUNDO 

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