CADA VEZ MÁS CERCA DE LA FOTOSÍNTESIS ARTIFICIAL

En 2011, un investigador del MIT (Massachusetts Institute of Technology) llamado Daniel Nocera presentó una hoja artificial que pese a crear grandes expectativas en los primeros momentos, no dio los resultados esperados. Este artefacto estaba inspirado en una planta china (Anemone vitifolia) y compuesta por silicio, níquel y cobalto. Su función es producir energía al recibir la luz solar.

Por desgracia para la humanidad, Nocera no consiguió desarrollar una tecnología comercialmente viable y eficiente que realizase la misma función que la fotosíntesis de las plantas: producir energía química a partir de rayos de sol, agua y dióxido de carbono.

Cuando intentaron imitar estos procesos fotosintéticos en el laboratorio, usaron sistemas mucho más escuetos que tan solo contenían las partes esenciales del proceso, pues les resultó imposible recrear con exactitud las excelentes estructuras fotosintéticas naturales que la plantas habían tardado miles de años en perfeccionar. Sospechan que están omitiendo alguna parte esencial que hace a la fotosíntesis extremadamente eficiente.

Lisa M. Utschig, una bioquímica que lleva más de dos décadas investigando la fotosíntesis, cree que la clave puede estar en los intercambios moleculares. Mientras que las plantas, algas y bacterias captan la luz solar y la almacenan en forma de azúcares que consumen las células, en el laboratorio la energía se almacena en moléculas de hidrógeno. El hidrógeno al quemarse solo genera agua por lo que puede ser almacenado

Estados Unidos apuesta fuertemente en este modo de obtención de energía: ha invertido 122 millones de dólares en el Joint Center for Artificial Photosynthesis (JCAP) y  cuenta con ocho equipos de investigadores dedicados en exclusiva a desarrollar la fotosíntesis artificial. Este proceso es la única forma de generar todo el combustible líquido que necesitamos sin carbono y además la luz solar es gratis.

Aunque se están realizando numerosos descubrimientos que hacen que el final de este camino este mucho más cerca de lo que creemos, no se debe olvidar que desarrollar una infraestructura viable para esta nueva forma de energía no es cuestión de años sino de décadas, y exigirá además una evolución en políticas energéticas. Por ello, científicos, ingenieros y políticos deben desarrollar una estrategia conjunta.

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