UN VIRUS PARA LUCHAR CONTRA EL CÁNCER INFANTIL

El cáncer es un reverso oscuro de la vida y por eso también puede enfermar y morir. Hace más de un siglo se observaron los primeros casos de pacientes cuyos tumores retrocedían tras coger una gripe, por ejemplo. Ahora se sabe que los virus pueden ser oncolíticos, es decir, infectan y aniquilan a las células de ciertos tumores, aunque hasta ahora no se ha logrado explotar todo su potencial terapéutico.
En parte es porque el virus destinado a combatir el cáncer lucha dos guerras a la vez: una contra las células malignas del tumor y otra no menos encarnizada con el sistema inmune del paciente que intenta eliminarlo como patógeno externo que es.

Hace algo más de 10 años, en el Hospital Niño Jesús de Madrid, un equipo de médicos y científicos afrontaron este problema con un enfoque nuevo. Habían desarrollado un adenovirus similar al del catarro que estaba modificado para atacar específicamente a las células de neuroblastomas, el segundo tumor sólido más común en niños. Este tipo de tumor infantil ataca el sistema nervioso y es mortal en el 40% de los casos.

El cáncer infantil es uno de los frentes más abandonados y espinosos en la guerra contra el cáncer. Por un lado, es poco común, especialmente los tumores sólidos, considerados enfermedades raras, así que a las compañías farmacéuticas no les resulta rentable desarrollar medicamentos específicos. Por otro, los fármacos existentes se han desarrollado para adultos, con lo que pueden causar efectos secundarios graves en los pacientes más jóvenes y dejarles problemas de salud de por vida.

“En los últimos 20 años apenas se han creado dos fármacos específicos contra cáncer infantil, nuestro arsenal ante estas enfermedades es muy limitado”, ha explicado hoy Manuel Ramírez, pediatra del Hospital Niño Jesús. Él fue uno de los médicos que en octubre de 2005 comenzaron a aplicar ese nuevo tratamiento experimental con el que intentaron engañar al sistema inmune del paciente para conseguir curar neuroblastomas que no habían respondido a ninguno de los tratamientos convencionales.

La técnica consistía en extraer células mesenquimales de la médula ósea de los niños, infectarlas con el virus anticáncer en el laboratorio e inyectarlas después al torrente sanguíneo, es decir, usarlas como caballo de Troya. Estas células saben encontrar el tumor y las metástasis allí donde estén y liberan al llegar una “explosión” de virus oncolíticos.
Más ensayos

Desde octubre de 2005 más de 20 niños han sido tratados de forma experimental con este fármaco, Celyvir, y los ensayos están sirviendo para mejorar su efectividad. Cinco niños han respondido en diversos grados. El caso más espectacular fue el del primer paciente tratado, en el que el cáncer desapareció y, desde entonces, hace más de 10 años, no ha habido recaída y está haciendo una vida completamente normal, según explica Javier García-Castro, investigador del Instituto de Salud Carlos III y miembro del equipo. En otros dos pacientes también hubo una desaparición de los tumores, pero luego se registraron recaídas. Un total de cinco niños tuvieron una respuesta positiva al fármaco.

Ambos responsables de la investigación han presentado hoy en rueda de prensa las lecciones aprendidas en estos 10 años de trabajo. “Hemos visto que es una terapia muy bien tolerada a pesar de lo devastadores que pueden ser los tratamientos previos con quimioterapia, por ejemplo”, ha explicado Ramírez. Aún no está claro por qué unos pacientes responden y otros no. Los responsables del equipo creen que el sistema inmune de cada paciente es fundamental, cuanto más fuerte esté, más probabilidades hay de que funcione el tratamiento. Esto en parte se debe a un nuevo descubrimiento que explican en el estudio: en algunos pacientes, una vez que el virus llega al tumor y comienza a infectar sus células, el sistema inmune del paciente se activa y comienza a aniquilar tanto a las células tumorales como a los virus, de forma que son las propias defensas del paciente las que “dan el golpe final”, según Ramírez.

El Celyvir ha sido desarrollado con dinero público de convocatorias de investigación y la financiación de varias asociaciones de pacientes, sin participación de empresas. El patógeno, conocido como Icovir 5, lo desarrolló el equipo de Ramón Alemany en el Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (Barcelona). Ya en el hospital madrileño, antes de llevar a cabo los ensayos hubo que habilitar una sala blanca donde se preparan las células madre de cada paciente y se las inyecta la carga viral antes de llevarlas de nuevo al paciente sin necesidad de que este quede ingresado.

A partir de ahora el equipo quiere mejorar la efectividad del fármaco, reducir su toxicidad y probarlo con diferentes tipos de tumores en animales. En paralelo se ha realizado ya un ensayo clínico fase 1 en 10 niños con neuroblastoma y 10 adultos con tumores avanzados. “Ese ensayo ya ha demostrado que el fármaco es totalmente seguro”, ha explicado Ramírez. Los resultados detallados de ese estudio se publicarán a finales de este año. A partir de entonces, se pondrá en marcha un nuevo ensayo clínico en fase dos con unos 60 pacientes para medir su efectividad y después un tercer ensayo más grande, en total “cinco o seis años si todo va bien”, ha explicado Ramírez.

Por el momento, el fármaco sigue disponible como uso compasivo (cuando el resto de tratamientos no han funcionado). “Gracias a estos 10 años de estudio ya sabemos cuál es el perfil de pacientes que se pueden beneficiar y lo damos en esos casos”, concluye Ramírez.


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