NUEVA ESPERANZA CONTRA EL ALZHEIMER

Un fármaco experimental contra el alzheimer reduce hasta un 90% la cantidad de proteína beta-amiloide en el cerebro sin causar efectos secundarios significativos, según anunció ayer la compañía Merck en un estudio presentado en la revista Science Translational Me­dicine. Es un fármaco que reduce la proteína beta-amiloide en el cerebro. La proteína beta-amiloide está involucrada en el origen y la progresión del alzheimer, por lo que un fármaco eficaz contra ella podría frenar el deterioro cognitivo de las personas afectadas por la enfermedad.

El estudio presentado ayer, sin embargo, no estaba diseñado para evaluar los efectos del fármaco sobre las funciones cognitivas.

Ante los prometedores resultados obtenidos hasta ahora, Merck ha iniciado dos estudios de fase 3 –los últimos antes de solicitar la comercialización de un fármaco– que sí evaluarán si el producto frena la progresión del alzheimer. Uno de los estudios se está realizando en 1.500 personas que han sido diagnosticadas de alzheimer pero aún no tienen síntomas; el otro, en 2.000 personas que ya tienen síntomas pero aún conservan un buen nivel de autonomía. Los resultados finales se esperan a partir de 2019 y, si son positivos, el fármaco se podría aprobar a principios de la próxima década.

“De los fármacos que se están estudiando contra la proteína beta-amiloide, este es el que está en una fase de desarrollo más avanzada”, informa Alberto Lleó, jefe de la unidad de memoria del hospital de Sant Pau, que participa en los dos estudios de fase 3.

Las compañías trabajan actualmente en dos tipos de fármacos: los que interfieren en la producción de la proteína beta-amiloide y los que la destruyen una vez se ha formado

Las compañías farmacéuticas están trabajando actualmente en dos tipos de fármacos contra la beta-amiloide. Por un lado, moléculas que interfieren en la producción de la proteína. Este es el grupo al que pertenece el medicamento ex­perimental de Merck, llamado verubecestat (o MK-8931). También AstraZeneca y Lily tienen avan­zado el desarrollo de un fármaco de este tipo llamado AZD3293.

Por otro lado, se están estudiando anticuerpos que destruyen la beta-amiloide una vez se ha formado. A este segundo grupo pertenece el aducanumab, que ha reducido la cantidad de proteína en el cerebro y ha frenado el deterioro cognitivo en un estudio con pacientes de alzheimer .

“Ambos tipos de fármacos pueden ser complementarios en el futuro”, apunta Alberto Lleó. Si se frena la producción de beta-amiloide, y si además se elimina la que ya se ha acumulado en el cerebro, es posible que el tratamiento sea mejor que actuando en un solo frente. Pero dependerá de la eficacia y de los efectos secundarios de las combinaciones de fármacos, que aún no se han evaluado.

Los anticuerpos tienen el inconveniente de que son costosos de producir y de que los pacientes deben ir al hospital una vez al mes para recibir el tratamiento, que se administra por vía endovenosa.

Las moléculas como el verubecestat, en cambio, se toman en forma de píldoras una vez al día y su producción no es tan costosa. Por lo tanto, podrían ser más adecuadas para tratar a un número elevado de pacientes.

El fármaco de Merck inhibe una enzima llamada BACE1, que es necesaria para la producción de proteína beta-amiloide. En una persona sana, esta proteína parece ser necesaria para un buen desarrollo del cerebro. Sin embargo, un exceso de beta-amiloide, y su acumulación en el cerebro en forma de placas, es uno de los rasgos que definen la enfermedad de Alzheimer.

Según la teoría más ampliamente aceptada sobre la causa del alzheimer –conocida como hipótesis amiloide–, es precisamente esta proteína la que desencadena la enfermedad. Durante años –nadie sabe exactamente cuántos pero los neurólogos calculan que pueden ser unos veinte–, la proteína se va acumulando en el cerebro sin provocar síntomas. En esta fase, el alzheimer ya se ha iniciado pero aún no se ha manifestado. Después, cuando empiezan a aparecer los síntomas, como fallos repetidos de memoria, los daños en el cerebro ya son extensos.

Se espera que fármacos como el verubecestat puedan frenar la progresión de la enfermedad cuando los síntomas aún no son muy importantes

Si esta teoría es correcta, fármacos que actúan contra la beta-amiloide “pueden ser especialmente útiles cuando la enfermedad aún no causa síntomas o cuando los síntomas aún no son muy importantes”, destaca Alberto Lleó, del hospital de Sant Pau. En esta fase, se espera que fármacos como el verubecestat puedan frenar la progresión de la enfermedad de manera que no progrese hacia la demencia. Según los resultados de estudios en animales, incluso es posible que reparen parte de los daños en el cerebro favoreciendo la formación de nuevas conexiones neuronales.

Pero para que estas expectativas puedan cumplirse, habrá que esperar a los resultados de los estudios de fase 3. Los datos presentados ayer demuestran que el verubecestat llega hasta el cerebro y reduce la cantidad de beta-amiloide. Sin embargo, los datos que Merck ha hecho públicos se limitan a un estudio de fase 1 con 30 pacientes que tomaron el fármaco una semana.

La compañía no ha hecho públicos los resultados de los estudios de fase 2, en los que participan más pacientes para evaluar mejor la eficacia y seguridad de un fármaco. Aun así, tienen que haber sido positivos puesto que, de lo contrario, no se hubieran puesto en marcha los estudios de fase 3.

“El nivel de reducción de beta-amiloide necesario para mejorar la cognición o frenar la progresión de la enfermedad de Alzheimer se desconoce”, advierten en Science Translational Medicine los autores del estudio, liderados por el neurocientífico Matthew Kennedy, de los laboratorios de investigación de Merck en Nueva Jersey (EE.UU.). Además, “pueden aparecer efectos adversos inesperados por la inhibición crónica de BACE1 en personas”. Pero, si se demuestra su eficacia y los efectos secundarios son tolerables, los inhibidores de BACE1 podrían convertirse en la próxima década en los primeros fármacos capaces de evitar que el alzheimer progrese hacia la demencia.

FUENTE: LA VANGUARDIA

Comentarios