LA SANGRE NO TIENE NINGÚN EFECTO REJUVENECEDOR.

¿Es posible mejorar la salud de las personas de la tercera edad con transfusiones de "sangre joven"? Eso es lo que esperan individuos con deseos de inmortalidad que piensan que las transfusiones originarias de personas jóvenes podrían frenar el envejecimiento. Pero un equipo de científicos en California (EEUU), que ha creado un dispositivo para verificar esta idea, declara que el problema parece estar en las toxinas dañinas de la sangre de personas mayores.

El grupo de investigación, liderado por la profesora de la Universidad de California en Berkeley (EEUU), ha ideado una bomba que intercambia continuamente sangre entre dos ratones. Uno era joven, semejante a un humano de 20 años de edad, mientras que el otro era equivalente a un humano de ochenta años de edad.

La sangre de uno y otro se mezcló completamente durante 24 horas.

Cinco días más tarde, el ratón anciano sufrió alguna mejora después de haber tenido sangre joven recorriedo por sus venas como una mejorada capacidad de reparación muscular. No obstante, Conboy, quien ha revelado los resultados en la revista Nature Communications, sostiene que la conclusión realmente impresionante es lo dañina que resultó la sangre de los ratones más viejos para los más jóvenes. La sangre anciana impide la formación de células cerebrales en los ratones jóvenes. Los hizo más lentos y débiles en comparación a los ratones de control en una prueba de fuerza en las que se les colocaba boca abajo en una malla metálica. "Los ratones jóvenes se volvieron casi tan decrépitos como los ancianos", señala.

La investigación propone que algún día, en vez de de recibir transfusiones de sangre originaria de personas jóvenes, la gente mayor podría dirigirse a un centro médico para eliminar de su sangre las proteínas que pueden aglomerarse y acelerar el envejecimiento. Conboy afirma estar colaborando ya con otros científicos para determinar de qué moléculas se trata.

Debido a  los rápidos y negativos efectos de la sangre envejecida en ratones más jóvenes -sus secuelas se manifestaron de inmediato- este modelo de investigación podría provocar preocupación sobre la edad de los donantes en los bancos de sangre. Un estudio realizado en 2008 descubrió que la edad media de los donantes de sangre en Estados Unidos era de 35 años. No obstante, y dado que los donantes tienden a ser más mayores, alrededor de un 35% de la sangre procede de personas con más de 50 años, incluidos muchos sexagenarios.

La profesora Conboy cree que aún no hay  causas suficientes para preocuparse por los adolescentes que puedan recibir sangre de una persona mayor. Uno de los motivos es que aún nadie sabe cuánto tiempo duran las secuelas de una única transfusión de "sangre vieja". Otro de los motivos más importante todavía, es que las transfusiones de sangre salvan vidas. Según ella, este beneficio "no debería verse eclipsado por ninguna preocupación" sobre la edad del donante.

La probabilidad de que la sangre contenga el motivo del envejecimiento -o el elixir de la juventud- es una de las varias líneas de investigación antienvejecimiento que más tendencia están produciendo. Otras incorporan píldoras que modifican el metabolismo o fármacos que descomponen las células que ya no funcionan.

El nuevo estudio se desarrolla en ideas anteriores para rejuvenecer animales ancianos al mezclarlos quirúrgicamente con otros más jóvenes y combinar su sangre. Ese método, denominado parabiosis, reveló ser relativamente exitoso para rejuvenecer ratones más mayores. De ahí la idea de que transfundir sangre o suero sanguíneo de personas jóvenes podría detener el envejecimiento o el alzhéimer, un método que ya se está comprobando en al menos dos ensayos clínicos en Estados Unidos.

No obstante, Conboy juzga con dureza los estudios de "sangre joven" y los estima precipitados teniendo en cuenta el punto en el que se encuentra la investigación. "No creo que exista ninguna justificación científica de que vaya a funcionar", declara Conboy. "Extraer la sangre de una persona joven para ponérsela a una persona mayor no puede considerarse una práctica médica".

Una de las razones de la falta de pruebas es que en la parabiosis los animales comparten mucho más que sangre. Comparten hígados, sistemas inmunes, incluso la misma tensión sanguínea y temperatura corporal. El director del departamento de ortopedia de la Universidad Duke (EEUU), Ben Alman, cree que el dispositivo de Conboy implica un avance que podría ayudar a los científicos a determinar los efectos específicos de la sangre.

Alman indica que el equipo de Conboy sí descubrió ciertos beneficios para los ratones mayores, aunque no tan destacado como los de los experimentos de parabiosis. "Lo que sí sabemos es que hay todo tipo de factores y elementos en la sangre que harán que los animales se comporten más como la edad de sus sangre que la de sus cuerpos", apunta Alman.

Fuente: Technology Review

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