DESCUBREN UN SISTEMA SOLAR CON SEIS " TIERRAS" QUE PODRÍAN ALBERGAR AGUA LÍQUIDA

A medida que avanza la exploración del espacio resulta más evidente que la Vía Láctea se encuentra totalmente repleta de lugares que podrían albergar vida. Desde este miércoles, sin embargo, estamos más cerca de decir que las cifras de posibles planetas similares a la Tierra es literalmente pasmosa. Un equipo internacional de astrónomos ha anunciado el descubrimiento de un sistema solar con siete planetas, entre los cuales seis son de tamaño y composición similares a los de la Tierra.

Y no solo eso. Todos ellos podrían tener agua líquida en su superficie, al menos en teoría.

Michael Gillon, un astrónomo de la Universidad de Lieja (Bélgica), y primer autor del estudio que se ha publicado este miércoles en Nature, se mostró ilusionado: «¡Es un sistema planetario impresionante! Y no solo porque hayamos encontrado tantos planetas, sino porque tienen un tamaño sorprendentemente parecido al de la Tierra».

Estos siete planetas se encuentran en la órbita de TRAPPIST-1, una estrella diez veces más pequeña que el Sol (solo un poco mayor que Júpiter) y de color asalmonado que se encuentra a 40 años luz de distancia en la Constelación de Acuario. Es una enana roja, de tipo «m», una categoría que se caracteriza por su escaso tamaño, por su brillo tenue y por su vida extremadamente larga. Sobrevivirá miles de millones de años a la muerte del Sol.

En honor a ella, los planetas se han nombrado como TRAPPIST-1b, c, d, f, g y h, de más cerca a más lejos de la estrella. Según los investigadores, todos estos cuerpos tienen un tamaño parecido al de la Tierra y Venus, o ligeramente menor. Gracias al cálculo de sus órbitas, han podido también estimar su densidad, y por ello su composición. Al parecer, al menos los seis primeros planetas son probablemente rocosos, como el nuestro.

Además, y según los cálculos que han realizado, parece que los planetas c, d y f reciben una cantidad de calor de su estrella comparable a la que reciben Venus, Tierra y Marte, respectivamente.

Todos los siete planetas podrían albergar agua en superficie, si tuvieran una atmósfera adecuada, pero algunos son mejores candidatos que otros a cumplir esta condición. Los más interiores, b, c y d, son probablemente demasiado calientes, y el último de ellos, h, parece estar demasiado lejos como para que el agua no esté congelada, salvo que tenga fuentes alternativas de calor, como la actividad geológica. Por eso, los más prometedores son e, f y g, que están en la zona de habitabilidad de la estrella, allí donde es más probable que se den las condiciones adecuadas para la presencia de agua líquida en superficie.

Otro de los detalles que ha sorprendido a los científicos es que estos siete planetas están muy apiñados entre sí y, además, muy cerca de su estrella. De hecho, si moviéramos el sistema solar de TRAPPIST-1 hasta la posición del Sol, veríamos que sus planetas quedan muy dentro del anillo de la órbita de Mercurio. Están tan cerca, que el más interior apenas tarda un día en completar una vuelta completa en torno a su estrella: por eso su año dura un día.

El hecho de que estén tan cerca hace muy probable que el tirón gravitacional de los planetas provoque fuerzas de marea capaces de generar actividad volcánica en algunos de ellos, según los investigadores.

¿Millones de Tierras?

Tal como ha explicado a ABC Enric Palle, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), una de las cosas más interesantes de este hallazgo es que confirma que las pequeñas estrellas tipo m pueden tener varios planetas en su órbita, lo que las hace blancos muy interesantes para la búsqueda de vida extraterrestre.

Además, encontrar tantos planetas en esta estrella podría significar que la Vía Láctea y el Universo están repletos de planetas de tamaño similar a la Tierra. «Las estrellas tipo m, como esta, son las más abudantes del Universo. Forman el 75 por ciento de la Vía Láctea», ha explicado Palle.

Como son muy abundantes es muy interesante buscarlas, pero hasta los últimos años los telescopios no habían sido capaces de detectarlas en suficiente cantidad. ¿Por qué? Porque aparte de abundantes, estas estrellas son pequeñas y poco brillantes. En todo caso, si este estudio y otros poco a poco van confirmando que no es extraño que estas estrellas acumulen varios planetas en órbita, el número de planetas de tamaño similar a la Tierra podría ser meteórico.

Si solo una parte del 75 por ciento de las 100.000 millones estrellas de la Vía Láctea tiene uno o varios planetas, la cifra de candidatos a Tierras ya sería de decenas de miles de millones. Si eso se multiplica por los 100.000 millones de galaxias del Universo, la cifra de planetas que resulta indica que es extremadamente probable que haya vida más allá de la Tierra. ¿Quizás en un sitio, o quizás en miles o millones? Aún está por ver.

Cómo ver un planeta a 40 años luz
El descubrimiento se ha realizado gracias a la observación de múltiples telescopios terrestres, principalmente el TRAPPIST-Sur, del Observatorio Europeo Austral (en Chile), al «Very Large Telescope» (VLT) y al Spitzer, de la NASA. Estas nuevas observaciones son la continuación de las que en mayo de 2016 hallaron tres planetas de tamaño y composición similares a los de la Tierra en la estrella TRAPPIST-1.

El método empleado para la detección ha consistido en analizar las variaciones de luz de la estrella para tratar de detectar el paso de planetas, lo que se conoce como tránsitos. Al igual que en el cine alguien puede tapar la pantalla cuando se pone delante del proyector, un planeta puede ensombrecer la luz que nos llega de una estrella cada vez que pasa. Como los planetas pasan delante de las estrella de forma regular, una vez al año (siendo su año su periodo orbital, o sea, el tiempo que necesitan para completar una vuelta), los astrónomos han podido estimar el número de planetas.

Gracias a un cabeceo que se produce en las estrellas a causa del tirón de los planetas, también se ha podido estimar las masas de estos. Y con masas y órbitas se ha podido calcular su densidad y composición.

Estos descubrimientos convierten a TRAPPIST-1 en un sistema tremendamente interesante para los científicos. A diferencia de lo que ocurre con estrellas mayores, como el Sol (cuya luz hace que los telescopios actuales se queden cegados por la luz y no puedan captar los tránsitos), con estrellas tan pequeñas como estas tan solo hará falta unos años para poder tener resultados sobre la composición de las atmósferas del sistema TRAPPIST-1. El telescopio Hubble, ya está analizando sus atmósferas, pero muy próximamente los potentísimos James Webb y el «European Extremely Large Telescope» se unirán a la tarea.

El triplete de la vida

¿Por qué es interesante analizar las atmósferas? Hasta que no se haga, no será posible saber si efectivamente podrían albergar agua en superficie, o si es posible que en ellos aparezca el triplete de la vida: una huella de gases de dióxido de carbono o metano, oxígeno y vapor de agua, que se considera como una prueba muy sólida de la presencia de vida en un planeta. Por lo menos por lo que sabemos ahora, solo podemos explicar la presencia de este triplete con la hipótesis de que haya vida presente, tal como ha explicado a ABC Enric Palle, especialista en el análisis de atmósferas de exoplanetas. Otra opción sería que existierán fenómenos geológicos y atmosféricos totalmente desconocidos.

Actualmente se conocen entre 3.000 y 4.000 exoplanetas, planetas que orbitan estrellas lejanas, y en las últimas dos décadas se han ido descubriendo posibles exoplanetas de tamaño y composición similares a los de la Tierra. El último de ellos fue Próxima b, un planeta que orbita la estrella más cercana al Sol, Próxima Centauri. Es de esperar que en los próximos años se descubran exoplanetas en torno a estrellas pequeñas y débiles de tipo m, como TRAPPIST-1.

Pero sin irnos tan lejos, resulta que solo en el Sistema Solar hay un buen puñado de lugares donde es posible que la vida se haya desarrollado en el pasado. Marte, las lunas de Saturno (Titán y Encélado), una luna de Júpiter (Europa) y hasta quizás Plutón. Sus semillas se han ido encontrado en las últimas décadas en asteroides, incluyendo al gigantesco Ceres, y en cometas, como el famoso 67/P Churyumov Gerasimenko, que estudió la misión Rosetta. Por eso, cada vez parece más evidente que el ser humano no tiene motivos para sentirse tan solo en el Universo.

Fuente: ABC

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