El vampiro del agua.

Las lampreas son peces primitivos que no tienen sin mandíbula (agnatos), muy parecidos a la anguila, aunque muy distintos por dentro, y con cuerpo gelatinoso y muy resbaladizo, sin escamas y con forma cilíndrica. En la boca tiene unos dientes córneos y es en forma de ventosa; así se fija a sus presas, siempre vivas, a las que les chupa la sangre de la que se alimenta. No resulta raro verla fijada a tiburones, salmones, bacalaos y mamíferos marinos.







La lamprea es una especie anádroma, es decir, vive en el mar pero se reproduce en el río. En general prefiere ríos de gran caudal, con aguas no demasiado rápidas y se coloca en los tramos bajo y medio. La lamprea de mar nada por el Atlántico Norte, a ambos lados del océano. Sin embargo, el aumento de barreras artificiales y la contaminación marina han hecho que el área de distribución de la lamprea haya disminuido de forma sensible.

Nace en el río, en donde permanece durante 4-5 años en estado larvario, hasta llegar a medir 20 centímetros de largo, momento en el que se convierte en adulto y desciende al mar donde vivirá, entre los 200 y 500 m de profundidad, hasta llegar a la madurez sexual. Cuando miden entre 80-100 cm y pesan alrededor de 1 kg, en viaje migratorio, remonta el río para desovar. El desove tiene lugar en primavera y verano en lugares poco profundos, donde construye un nido de piedras que transporta con su boca de ventosa. El número de huevos varía entre 50.000 y 200.000; durante la puesta el macho se fija a la hembra con su boca y permanece enroscado a ella; la hembra, del mismo modo, se fija a una piedra del fondo. Después del desove las lampreas mueren. Las larvas salen del huevo a las dos o tres semanas y son arrastradas corriente abajo hasta que se asientan en un remanso, donde se hunden en el cieno.
Las larvas son completamente diferentes a los individuos adultos. Son ciegas, carecen de dientes y tienen un mecanismo de alimentación distinto. En torno a la boca tienen una franja de barbas diminutas llamadas bárbulas que sirven como filtro para capturar las pequeñas formas de vida de las que se alimentan. Difieren tanto de los individuos adultos que, inicialmente, los científicos pensaron que eran miembros de un género independiente y todavía se les llama ammocetes (Ammocoetes). Éstos permanecen en el lodo, al menos, cuatro años; después sufren la metamorfosis para dar lugar a las formas adultas que se dirigen a su hábitat marino

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