¿REALMENTE SOMO IGUALES?

En los años 70, la escuela diferenciada —sólo niñas o sólo niños— dejó paso a la mixta, que pretendía fomentar, entre otras cosas, la igualdad de géneros. La idea de separar a los alumnos por sexos empezó a sonar a estrategia educativa retrógrada y la mayoría de estos centros acabó desapareciendo. Pero después de cuarenta años, vuelve a resurgir con fuerza en muchos países occidentales y sus nuevos defensores aseguran tener motivos puramente científicos.
En 1972, en Estados Unidos, se aprobó una enmienda (Title IX) que prohibía separar por sexos en las escuelas públicas. Se consideraba discriminación. Sin embargo, en octubre de 2006, el Departamento de Educación de ese país modificó la ley y legalizó las escuelas públicas diferenciadas. Según el Washington Times, en 1995 sólo había tres colegios públicos diferenciados en Estados Unidos. A finales de 2007, había 366, según la National Association for Single Sex Public Education (NASSPE). Algunos de ellos son colegios mixtos que ofrecen clases diferenciadas sólo para ciertas materias. El número de adeptos va en aumento y la misma tónica se registra en países como Alemania, Francia, Inglaterra, Holanda, Canadá o Australia. 
En España, hoy quedan unos 150 colegios diferenciados que representan alrededor del 1% del total. La mayoría son religiosos o ligados a grupos como el Opus Dei, y todos ellos son privados o concertados. Es el único país de la Unión Europea donde se esquiva el tema y la educación diferenciada se asocia a una ideología conservadora. 
Sin embago, los defensores de la escuela diferenciada aseguran que no tienen nada que ver con ideologías. Dicen que los datos recogidos en las últimas décadas son suficientemente indicativos como para reclamar la enseñanza diferenciada como otra opción en el sistema público educativo. Basan sus argumentos en diferencias cerebrales (distinto ritmo de desarrollo, distinta forma de aprender, ...), en el fracaso educativo, y también en el hecho de que la igualdad de género sigue pendiente tras cuarenta años de enseñanza mixta. 
Año tras año, el informe PISA (Programme for International Student Assessment) ha ido mostrando diferencias entre géneros: por lo general, los chicos van por detrás de las chicas en los resultados académicos, y sólo sobrepasan a sus compañeras ligeramente en ciertas áreas como las matemáticas. En el informe de 2000, las chicas mostraban mejores resultados que los chicos en todos los países participantes menos uno. Y Finlandia, país que habitualmente lidera los resultados del informe y que ha logrado reducir con gran éxito las diferencias sociales en el aula, obtuvo la mayor diferencia en cuestión de géneros. 
El cerebro de niños y niñas se desarrolla de forma diferente. En las chicas, por ejemplo, madura antes el área del lenguaje y en los chicos la visuespacial (útil para la geometría y las matemáticas). Según Leonard Sax, presidente de la NASSPE, si no se tiene en cuenta esta diferencia en clase, «tendremos chicas que piensen a los 12 años que las matemáticas son difíciles y chicos de esa misma edad que creen que la literatura y el arte son cosas de chicas».
Otros estudios han mostrado que:
—Las adolescentes tienen una mejor agudeza auditiva que sus compañeros (siete veces mayor), lo que explicaría, según Sax, que las niñas se quejen de que su padre las grita, cuando su él cree que está hablando normalmente. 
—La emoción se procesa en la misma área que el lenguaje en las chicas, lo que explicaría que ellas tengan más facilidad para expresar sus sentimientos y que a los niños les resulte muy embarazosa la pregunta «¿Cómo te sientes?». 
—Tenemos distinta respuesta al estrés. En los varones, el estrés estimula el aprendizaje. En las chicas, lo dificulta. En general, se ha visto que los chicos se defienden mejor cuando la clase es muy activa, el trabajo es multisensorial, se manipulan objetos al tiempo que se explica su significado, etc. 
—Hombres y mujeres tenemos distintas motivaciones desde una edad muy temprana, distintas actitudes frente al estudio y distintas percepciones de nosotros mismos. Por ejemplo, los chicos tienden a atribuir sus éxitos académicos a causas internas, como su propia habilidad, mientras que los fallos a causas externas, como la mala suerte. En las chicas es al revés. 
Estudios de este tipo son los que han inspirado a los defensores de la educación diferenciada a buscar una enseñanza de calidad que tenga en cuenta los puntos fuertes y débiles de cada sexo. Incluso hay colegios que ofrecen ambientes distintos: aulas más frescas para niños, más cálidas para niñas; profesoras con voz suave para chicas, y una voz más fuerte para chicos; temperatura ligeramente mayor para ellas que para ellos; etc. 
Leonard Sax habla extensamente sobre cómo debería ser el ambiente ideal para niños y niñas en sus libros "Why Gender Matters" (El género importa. Educación diferenciada) y "Boys Adrift".
Un creciente número de especialistas cree que los chicos se están quedando en desventaja frente a las chicas, no sólo en los resultados, sino en motivación. Y algunos expertos, como Leonard Sax o Michael Gurian, opinan que la culpa, en parte, es del "feminizado" sistema educativo actual. Además de que la mayoría de profesorado de Infantil y Primaria es femenino, se espera que los niños se comporten como niñas en el colegio. Se les exige que se sienten quietos, que hablen pausadamente, que trabajen en grupos, que no se salgan de la línea cuando colorean, y que sean organizados y limpios. Y muchos niños no pueden.
Gurian cree que esto podría explicar la avalancha de diagnósticos de Déficit de Atención en niños en los últimos años. Es la tesis de "The Minds of Boys" y "Boys and Girls Learn Differently". «Hemos comprobado que esto es verdad, pero es sólo un factor», dijo a KINDSEIN el doctor Gurian. «Pero hace falta un entrenamiento especial de los profesores. Generalmente, si sólo se les separa sin que tengan maestros bien preparados, es un fracaso. Y, por lo general, a los profesores o no se les enseña cuáles son los diferentes modos de aprender de niños y niñas, y tampoco se les deja seguir sus instintos al respecto».

En "Real Boys", William Pollack argumenta que los niños aprenden una especie de código de comportamiento de sus padres, profesores, entrenadores y compañeros. Entre esas reglas están las de no mostrar sus verdaderos sentimientos, mostrarse fuerte, y, sobre todo, ser "guay". 

Si siguen estas pautas en clase, según Pollack, lo tienen más difícil a la hora de comunicar al profesor lo que les pasa —las dificultades que encuentran, las frustraciones, etc— y expresan sus sentimientos de la única forma que saben: alborotando, distrayéndose y, al final, recibiendo un castigo. Muchos de estos niños acaban pensando que la escuela no es para ellos, o que son "malos", y desarrollan depresión y ansiedad a edades tempranas, sin llegar a descubrir nunca su verdadero potencial. 
El doctor Sax asegura que las escuelas que separan por sexos eliminan ese tipo de problemas porque rompen los estereotipos de género. Por ejemplo, las chicas que asisten a clases de sólo chicas participan más en deportes competitivos, y se sienten más atraídas por las carreras de tecnología e ingeniería que las que asisten a colegios mixtos. Y los chicos que no se distraen en clase con las niñas se acercan más a la poesía y al arte.

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