Cada vez que una ola del mar rompe en la costa, se generan
pequeñas ondas sísmicas. La suma de todas las de los océanos –junto a otros
factores como la lluvia, el viento o incluso la ruidosa actividad humana–
produce un ‘ruido sísmico ambiental’. Este zumbido colectivo de la Tierra es imperceptible
para el oído humano pero se puede registrar con sensores.
Gracias a ello científicos de la Universidad de Grenoble
(CNRS, Francia) han desarrollado una nueva técnica para sondear el interior de
nuestro planeta. Los detalles los publican hoy en Science. En la misma revista
el investigador Germán Prieto, de la Universidad de los Andes (Colombia),
también hace una valoración de este estudio.
“La técnica es similar a una ecografía”, explica Prieto a
SINC. “En una ecografía se manda un ‘eco’, un pulso de sonido agudo que
atraviesa el cuerpo humano. Parte de la señal se devuelve cuando encuentra un
hueso, por ejemplo, y un aparato lo registra. De forma similar, las ‘imágenes’
del interior de la Tierra se pueden obtener a partir de las ondas sísmicas que
generan los terremotos”.
Un recurso siempre disponible
“El inconveniente –prosigue el investigador– es que los
terremotos no se pueden controlar, no sabemos de antemano ni el lugar ni la
hora a la que se van a producir. El ruido sísmico ambiental, sin embargo,
ofrece la gran ventaja de que está activo las 24 horas y que su fuente
principal sean los océanos”.
Para detectar estas señales, el equipo dispuso de 42
estaciones de registro sísmico en el norte de Finlandia. También utilizaron una
técnica matemática de correlación para comparar los datos de cada estación y
obtener información sobre la propagación de las ondas sísmicas. Esta
información revela propiedades físicas del interior de la Tierra, como la
composición, temperatura y presión de las rocas.
En concreto, los autores han localizado y recreado la imagen
de dos discontinuidades o cambios abruptos a 410 y 660 km de profundidad, que
delimitan la zona de transición que hay entre el manto superior e inferior
terrestre. Hasta ahora el método de las ondas sísmicas no era capaz de
profundizar más de 100 km.
Como el ruido ambiental está en todas partes, los autores
confían en poder extender esta técnica a otros lugares del mundo para conocer
mejor el manto e incluso zonas más interiores.
“Entre los 700 km de profundidad y el núcleo de la Tierra –a
6371 km de la superficie– todavía no conocemos discontinuidades pronunciadas,
por lo que el siguiente nivel que se podría estudiar es la interfaz
manto-núcleo”, sugiere Prieto, que pronto se incorporará al Instituto
Tecnológico de Massachusetts (MIT, EEUU).
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