Han obtenido huellas térmicas (esto es, patrones
corporales de cambio de temperatura específicos) del ejercicio aeróbico y de
distintos tipos de baile, como el flamenco. "Cuando una persona baila
flamenco -explica Elvira Salazar-, desciende la temperatura de los glúteos y
aumenta la de los antebrazos. Esta es la huella térmica del flamenco, aunque
cada tipo de danza tiene su propia huella".
Los científicos han demostrado que la detección de
asimetrías de temperatura corporal entre ambos lados del cuerpo y de cambios
locales de la temperatura (subidas y bajadas en torno a un grado) se relaciona,
además de con el estado físico, con el estado mental y emocional de la persona.
"En este sentido, el termograma nos da un marcador somático de estados
subjetivos o mentales, y nos permite ver lo que la persona siente o
piensa", señala Salazar.
Además, la termografía sirve para evaluar las emociones (ya
que el patrón térmico facial es diferente), y para determinar el contagio
emocional. “Por ejemplo, las personas con una empatía muy alta, si ven a
alguien sufrir mediante descargas eléctricas en el antebrazo, se contagian y la
temperatura de su antebrazo aumenta”. Además, en determinadas enfermedades
neurológicas, como la esclerosis múltiple, el organismo no regula bien la
temperatura ante el calor y el frío, lo que se detecta con un termograma. Otras
aplicaciones de la termografía son determinar el patrón corporal de grasa, algo
de gran utilidad para los programas de adelgazamiento y entrenamiento físico,
así como los cambios de temperatura corporal en celíacos, personas con
anorexia, etc.
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