Un nuevo estudio ha encontrado que la participación en un
programa de meditación de ocho semanas puede tener efectos cuantificables sobre
el funcionamiento del cerebro, incluso cuando una persona no se encuentra
meditando. En el estudio, publicado en la edición de noviembre de Human
Frontiers in Neuroscience, los investigadores del Hospital General de
Massachusetts (MGH), de Boston University (BU), y de otros centros de
investigación, también encontraron diferencias en esos efectos, dependiendo del
tipo específico de la meditación practicada.
“Los dos tipos
diferentes de meditación, que practicaron los participantes del estudio,
produjeron algunas diferencias en la respuesta de la amígdala – una parte del
cerebro conocida desde hace décadas por ser de importancia para las emociones –
a imágenes con contenido emocional”, dijo Gaëlle Desbordes, autora principal e
investigadora del MGH y de BU. “Esta es la primera vez que se ha demostrado que
la meditación afecta el proceso emocional del cerebro fuera de un estado de
meditación”, añadió.
Varios estudios anteriores han apoyado la hipótesis de que
la meditación mejora la regulación emocional de los practicantes. Aunque los
estudios de neuroimagenología han encontrado que la meditación parecía
disminuir la activación de la amígdala, esos cambios se observaron sólo
mientras los participantes se encontraban meditando. El presente estudio fue
diseñado para probar la hipótesis de que la meditación también puede producir
una reducción generalizada de la respuesta de la amígdala a los estímulos
emocionales, cuantificables mediante imágenes de resonancia magnética funcional
(fMRI).
Los participantes se habían inscrito en una investigación
más amplia sobre los efectos de dos formas de meditación. Los adultos sanos,
que no tenían experiencia experiencia en meditación, participaron en cursos de
ocho semanas, ya sea en meditación de atención consciente – la forma más
estudiada que se centra en el desarrollo de la atención y la conciencia de la
respiración, los pensamientos y las emociones – y la meditación compasiva, una
forma menos estudiada que incluye métodos diseñados para desarrollar la
misericordia, así como la compasión por uno mismo y por los demás. Un grupo de
control participó en un curso de ocho semanas de educación sobre la salud.
Tres semanas antes de empezar, y tres semanas después de
completar el curso, a doce participantes de cada grupo se les practicó un
análisis por resonancia magnética funcional del cerebro. Loa análisis se
realizaron mientras los voluntarios veían una serie de 216 imágenes diferentes
– 108 por sesión – de personas en situaciones, ya sea con contenido emocional
positivo, negativo o neutral. En las instrucciones dadas, no se mencionó la
meditación, y los investigadores confirmaron que los voluntarios no habían
meditado durante el examen. Los participantes también completaron evaluaciones
sobre síntomas de depresión y ansiedad, antes y después de los cursos.
En el grupo de atención consciente, las imágenes cerebrales
posteriores al curso mostraron una disminución de la activación en la amígdala
derecha, en respuesta a todas las imágenes, que apoya la hipótesis de que la
meditación puede mejorar la estabilidad emocional y la respuesta al estrés. En
el grupo de meditación compasiva, la actividad de la amígdala derecha también
se redujo en respuesta a imágenes positivas o neutrales. Sin embargo, entre
aquellos que practicaron la meditación compasiva con más frecuencia fuera de
las sesiones del curso, la actividad de la amígdala derecha tendió a aumentar
en respuesta a las imágenes negativas, que contenían alguna representación de
un tipo de sufrimiento humano. No se observaron cambios significativos en el
grupo de control, o en la amígdala izquierda de los participantes del estudio.
“Creemos que estas dos formas de meditación cultivan
diferentes aspectos de la mente”, explicó Desbordes. “Puesto que la meditación
compasiva estaba diseñada para mejorar los sentimientos compasivos, tiene
sentido que haya aumentado la respuesta de la amígdala ante imágenes de
sufrimiento. El aumento de activación de la amígdala también se correlacionó
con puntuaciones reducidas de depresión en el grupo de meditación compasiva, lo
que sugiere que tener más compasión hacia los demás, también puede ser
beneficioso para uno mismo. En general, estos resultados son consistentes con
la hipótesis general de que la meditación puede provocar cambios duraderos y
beneficiosos en la función cerebral, especialmente en el área del procesamiento
emocional “.
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