El fenómeno se repite todos los años: termina el verano, bajan las temperaturas, las hojas de los árboles comienzan a mostrar tonos ocres y se caen.
Tras el verano, los árboles notan la falta de agua sufrida durante meses por la ausencia de precipitaciones. Eso, junto a que los días se acortan dejando menos luz, provocan los primeros problemas para que las plantas realicen correctamente la fotosíntesis,
Ante la carencia de agua y luz, la clorofila derivada de la fotosíntesis, responsable de dotar de color verde a las hojas, cuenta con menos riqueza de nutrientes.
En realidad, las hojas ya cuentan con esos tonos ocres, pero normalmente son tapados por el color verde aportado por la clorofila. Por tanto, al descender el nivel de clorofila se descubren los matices ocultos en marrones y dorados.
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