Si los chimpancés tuvieran armas de fuego, y supieran cómo
utilizarlas, les darían el mismo uso mortal que hacemos los seres humanos. Ésta
fue la respuesta de la primatóloga Jane Goodall cuando le preguntaron sobre la
violencia en estos primates, cuyo comportamiento ha estudiado durante décadas.
En las últimas semanas, se ha incrementado la espiral de violencia en el
conflicto entre Israel y Palestina, que ha provocado la muerte de decenas de
personas. El lanzamiento de misiles a ciudades como Tel-Aviv, los ataques
suicidas en autobuses y la amenaza de intervención bélica son solo algunos de
los ejemplos más recientes.
La violencia y los conflictos son fenómenos sociales forman
parte de nuestro repertorio de conductas, al igual que ocurre con otros
primates. La violencia dentro de las organizaciones de cualquier tipo se
canaliza por varios medios, algunos de los cuales están ritualizados, como por
ejemplo normas y castigos. Pero fuera de ellas, las cosas cambian. La
agresividad es bastante común en la naturaleza cuando se trata de interaccionar
con grupos vecinos, como ocurre en el caso palestino-israelí. Y es que los
chimpancés también desconfían de extraños o directamente desean eliminar a
rivales que habitan en territorios limítrofes.
Un comportamiento típico de esta especie en la selva son las
patrullas. Cada noche, los machos recorren en grupo los límites de su
territorio para asegurarse de que no hay intrusiones de enemigos. El
primatólogo Toshisada Nishida, ha estudiado a varias comunidades de chimpancés
que habitan en Tanzania, cuyos territorios limitan los unos con los otros.
Nishida ha contado en alguna ocasión cómo una comunidad de las que estudió fue
eliminada por otra vecina durante un proceso que duró varios años, tras los
cuales los vencedores ocuparon el territorio de los vencidos y se quedaron con
algunas de las hembras supervivientes.
Las agresiones incluían mordiscos, arrastrar medio muertos
por la selva a las víctimas e incluso el canibalismo. El primatólogo Frans de
Waal cree que los chimpancés, al igual que los humanos, son xenófobos y capaces
de conspirar para acabar con personajes relevantes del grupo, como ya ha pasado
en varias ocasiones en este conflicto histórico.
Tanto palestinos como israelíes aplican el "ojo por
ojo" o Ley del Talión. La venganza es la motivación principal de muchas de
sus acciones terroristas. La revancha es un fenómeno poco frecuente en el reino
animal pero existente. Los chimpancés recuerdan muy bien el historial de
interacciones con otros miembros del grupo y las tienen en cuenta a la hora de
tomar decisiones, como obtener colaboración o amenazar a un enemigo.
Uno de los casos más asombrosos de venganza se está
produciendo con los elefantes asiáticos en la última década. En el año 2006,
una manada de elefantes irrumpió en la población de Ranchi (India). Estos
buscaban el cuerpo de una compañera que murió ahogada al caer a un canal de
irrigación de manera accidental. Los elefantes no sabían lo que había pasado,
pero el cadáver ya había sido enterrado por los habitantes de la localidad.
Estos continuaron días buscando, destrozando cosechas y cabañas, rabiosos con
los humanos, que finalmente tuvieron que desalojar la aldea.
Hasta entonces se sabía poco sobre su mente, pero pocos
meses después se publicaron las primeras imágenes de cerebros de elefantes. Los
resultados mostraron un gran hipocampo: una zona que interviene en el
procesamiento de las emociones y la memoria. Es probable que esta sea la razón
por la también son frecuentes los ataques a adiestradores que han sido crueles
o a aldeas donde los hombres talan los árboles donde ellos habitan.
Uno de los métodos terroristas que más impacto tienen son
los hombres bomba. El suicidio siempre ha sido algo misterioso para los
partidarios de la Teoría del Gen Egoísta. Para estos es complicado explicar
cómo un organismo puede atentar contra sí mismo y acabar con su ADN de un
plumazo, anulando toda posibilidad de reproducción, y por lo tanto, de
transmitir sus genes. Solo algunos insectos se suicidan porque comparten los
genes de la misma madre.
El fenómeno de los mártires suicidas tiene algunos
paralelismos con comportamientos que podemos encontrar en algunos insectos
eusociales, como son las hormigas o las abejas. Las hormigas kamikazes, cuando
detectan un peligro para el resto de la colonia, explotan dispersando un ácido
que aniquila a sus enemigos, al igual que los terroristas que estallan las
bombas pegadas a su cuerpo.
A pesar de que sabemos que la cooperación y el altruismo han
jugado un papel clave en la historia evolutiva de las comunidades de nuestra
especie, cuando se trata de los vecinos, existen notables excepciones. No
podemos ocultar que los humanos, al igual que los chimpancés, poseemos un lado
oscuro a la hora de gestionar lo que percibimos como diferente. Muchos lo
niegan como si no existiera, pero forma parte de nuestra naturaleza.
Una buena prueba de ello es que nuestras ciudades están
repletas de símbolos que ensalzan acontecimientos violentos, desde arcos que
celebran victorias sobre otros pueblos hasta monumentos o nombres de calle
dedicados a militares de éxito. Puede que un primer paso para desarrollar
mecanismos que nos lleven a evitar horrores como el vivido esta semana, sea
aceptar que la violencia es una fuerza tan poderosa en el ser humano como lo es
también su tendencia a mantener la paz.
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