La disminución constante y drástica de los hielos del Océano Ártico que se viene registrando en las últimas tres décadas se ha vuelto un tema de máximo interés para los medios de comunicación y para la gente en general, ya que puede ser vista como una muestra clara del calentamiento global. Sin embargo, al otro extremo del planeta, algo más complejo está ocurriendo, hasta el punto de generar una aparente contradicción que parece darles la razón a los escépticos del cambio climático.
Un nuevo estudio, realizado por el equipo de la climatóloga Claire Parkinson, del Centro Goddard de Vuelos Espaciales de la NASA, en Greenbelt, Maryland, muestra que de 1978 a 2010 la extensión total del hielo marino que rodea a la Antártida creció en aproximadamente 6.600 millas cuadradas cada año como promedio. Teniendo en cuenta los resultados de un estudio previo a cargo de los mismos autores, esta tasa de crecimiento se ha acelerado recientemente, pues el promedio entre 1978 y el 2006 fue de menos de 4.300 millas cuadradas por año.
Sin embargo, este fenómeno enigmático, que parece contradecir la realidad percibida del calentamiento global, tiene una explicación.
Los polos terrestres poseen geografías muy diferentes. El Océano Ártico está rodeado por América del Norte, Groenlandia y Eurasia. Estas grandes masas continentales capturan la mayor parte del hielo marino en un ciclo anual de helada y deshielo. Pero una gran fracción del hielo ártico más antiguo y más espeso ha desaparecido durante las últimas tres décadas. La cubierta de hielo estival se va reduciendo y ha dejado expuestas a la luz solar directa a las oscuras aguas oceánicas, que absorben más luz solar que el hielo, lo cual hace que se calienten aún más y que contribuyan a causar más pérdidas de hielo.
En el extremo contrario del planeta, la Antártida es un continente rodeado por mar abierto, lo cual permite que el hielo marino se expanda durante el invierno, aunque también ofrece menos protección contra el sol durante la estación del deshielo. Pese a todo, la extensión total del hielo marino que rodea a la Antártida ha tendido a crecer en los últimos años, como hemos comentado.
Parkinson y Don Cavalieri, del mismo centro de la NASA que ella, creen que esta pauta contrapuesta del ciclo de los hielos podría deberse a cambios en la circulación atmosférica. Algunos estudios recientes señalan al debilitamiento de la capa de ozono sobre el polo sur como una causa posible. El ozono retiene energía solar, que de otro modo se perdería. Debido a esto, su menor concentración puede ocasionar sobre la Antártida un efecto de enfriamiento de la estratosfera (la capa de la atmósfera que se encuentra a una altitud de entre 10 y 50 kilómetros. Al mismo tiempo, las latitudes templadas han estado calentándose, y el gradiente de temperaturas ha fortalecido los vientos circumpolares que soplan sobre la Capa de Hielo de Ross.
Así, esos vientos que actúan sobre la Capa de Hielo de Ross están fortaleciéndose cada vez más, y eso causa que el hielo marino sea empujado mar adentro, ocasionando la aparición de áreas de mar cercanas al litoral y desprovistas de hielos. Cuanto más grandes sean las áreas costeras desprovistas de hielo, más hielo nuevo se generará, porque en estas áreas el agua está en contacto directo con la gélida atmósfera invernal y se congela con rapidez.
Tal como subraya Parkinson, el hecho de que algunas zonas del Océano Antártico se estén enfriando y produciendo más hielo marino no demuestra que el calentamiento global sea una percepción falsa. "El clima no cambia de manera uniforme. La Tierra es muy grande y las expectativas son sin duda de que se registren cambios distintos en diferentes regiones del mundo", explica Parkinson.
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