Los ciempiés, esas criaturas con muchas patas que a veces nos sobresaltan en nuestras casas y jardines, han sido secuenciados genéticamente por vez primera. El logro es fruto del trabajo de un equipo internacional de más de 100 científicos, con participación española y argentina.
Los ciempiés son miembros del filo de los artrópodos, un grupo con numerosas especies que incluye a insectos, arañas y otros animales. Hasta ahora, la única clase de artrópodos no representada por un genoma secuenciado era la de los miriápodos, que incluye a los ciempiés y a los milpiés. Para este estudio, los investigadores secuenciaron el genoma del ciempiés Strigamia maritima, porque sus características primitivas pueden ayudar a la comunidad científica a entender evolutivamente a artrópodos más complejos.
Los miriápodos surgieron probablemente de ancestros marinos que colonizaron tierra firme hace más de 400 millones de años. Tienen un gran número de segmentos casi idénticos, cada uno con uno o dos pares de patas. A pesar de su nombre, los ciempiés nunca tienen cien patas (la cantidad de pares es siempre impar), aunque la propia Strigamia se acerca a la cifra, con una cantidad de pares de entre 45 y 51 pares. A pesar de que la mayoría de nosotros conocemos a los ciempiés por toparnos con ellos en jardines y bosques, el Strigamia vive en hábitats costeros, y como la mayoría de ciempiés, es un carnívoro venenoso.
Los nuevos datos genéticos revelan la trayectoria evolutiva más probable mediante la cual los ancestros de estas criaturas hicieron la transición desde su morada original en el mar a su vida en tierra, adoptando la forma con que hoy las conocemos.
El uso de diferentes soluciones evolutivas a problemas similares muestra que miriápodos e los insectos se adaptaron a la tierra seca de forma independiente entre sí. Por ejemplo, la comparación entre los genomas del ciempiés y de los insectos muestra que desarrollaron independientemente soluciones diferentes para el mismo problema compartido por todas las criaturas que moraban en tierra firme: el de vivir en un aire seco.
El estudio revela asimismo que a pesar de estar muy emparentado evolutivamente con los insectos, al ciempiés le falta la familia de genes olfativos utilizada por los insectos para oler el aire, así que desarrolló su propia capacidad al respecto, expandiendo las funciones de otras familias de genes no presentes en insectos.
Los ciempiés son miembros del filo de los artrópodos, un grupo con numerosas especies que incluye a insectos, arañas y otros animales. Hasta ahora, la única clase de artrópodos no representada por un genoma secuenciado era la de los miriápodos, que incluye a los ciempiés y a los milpiés. Para este estudio, los investigadores secuenciaron el genoma del ciempiés Strigamia maritima, porque sus características primitivas pueden ayudar a la comunidad científica a entender evolutivamente a artrópodos más complejos.
Los miriápodos surgieron probablemente de ancestros marinos que colonizaron tierra firme hace más de 400 millones de años. Tienen un gran número de segmentos casi idénticos, cada uno con uno o dos pares de patas. A pesar de su nombre, los ciempiés nunca tienen cien patas (la cantidad de pares es siempre impar), aunque la propia Strigamia se acerca a la cifra, con una cantidad de pares de entre 45 y 51 pares. A pesar de que la mayoría de nosotros conocemos a los ciempiés por toparnos con ellos en jardines y bosques, el Strigamia vive en hábitats costeros, y como la mayoría de ciempiés, es un carnívoro venenoso.
Los nuevos datos genéticos revelan la trayectoria evolutiva más probable mediante la cual los ancestros de estas criaturas hicieron la transición desde su morada original en el mar a su vida en tierra, adoptando la forma con que hoy las conocemos.
El uso de diferentes soluciones evolutivas a problemas similares muestra que miriápodos e los insectos se adaptaron a la tierra seca de forma independiente entre sí. Por ejemplo, la comparación entre los genomas del ciempiés y de los insectos muestra que desarrollaron independientemente soluciones diferentes para el mismo problema compartido por todas las criaturas que moraban en tierra firme: el de vivir en un aire seco.
El estudio revela asimismo que a pesar de estar muy emparentado evolutivamente con los insectos, al ciempiés le falta la familia de genes olfativos utilizada por los insectos para oler el aire, así que desarrolló su propia capacidad al respecto, expandiendo las funciones de otras familias de genes no presentes en insectos.
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