EL 'JET LAG' TAMBIÉN ENGORDA

Para los seres humanos, gran parte de las decisiones y actividades que llevemos a cabo el resto del día dependerán de la hora que sea. Pero no somos los únicos seres condenados a seguir unos horarios impuestos. Existe un reloj del que tampoco pueden escapar el resto de los organismos, ni siquiera las bacterias. Según una investigación los microbios intestinales de los seres humanos, tendrían ritmos circadianos controlados por el reloj biológico del huésped en el que residen. El estudio, podría arrojar luz sobre otras investigaciones anteriores, que relacionan la alteración de nuestro reloj interno con una amplia gama de trastornos metabólicos, como la obesidad, la diabetes, el cáncer y las enfermedades vasculares.
Los ritmos circadianos constituyen la maquinaria que sincroniza los procesos fisiológicos con los estados de sueño y vigilia, y sus agujas se mueven en función de estímulos como la luz del sol o la ausencia de ella durante la noche. Por ese motivo trasnochar hace estragos en nuestras neuronas o tras un vuelo de larga duración, sufrimos el fatídico jet lag. Un gran número de investigaciones ha vinculado algunos hábitos característicos del estilo de vida actual, con una alta propensión a desarrollar enfermedades metabólicas. Estas observaciones se han realizado en estudios con pacientes con obesidad, pero sin poder dar explicación a la causa de la relación. Puesto que las bacterias intestinales desempeñan un papel esencial en el mantenimiento de la homeostasis metabólica, podría ser la clave que explicara por qué la interrupción circadiana causada por el jet lag predispone a padecer enfermedades tales como la obesidad.
Rítmos circadianos.
Para probar la hipótesis se experimentó con ratones a los que alternaron los ciclos luz-oscuridad incidiendo así en su ritmo circadiano, además de administrarles una dieta alta en grasa. Cuando analizaron las muestras de heces de estos animales y las compararon con ratones ajenos, observaron que la microflora intestinal de los primeros había sufrido alteraciones en su composición, además de perder eficiencia en funciones como el crecimiento celular, la reparación del ADN y la desintoxicación.
Los resultados evidenciaban que no es solo el tipo de alimento lo que importa para mantener a las bacterias intestinales saludables, sino también el momento de la ingesta de estos. Quisieron ir un paso más allá y probarlo en humanos. Para llevar a cabo su experimento, tomaron muestras de heces de pasajeros que habían cogido un avión y que habían experimentado desfase horario. Tras analizar estas muestras encontraron un cambio en las funciones y composición de los microbios intestinales.
Aunque solo se trata de un estudio preliminar, los resultados sugieren que la microflora humana también sufre los cambios de día-noche en su composición, favoreciendo el crecimiento de bacterias implicadas en las enfermedades metabólicas como la obesidad.

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