En un principio, la sexualidad humana pudo haber evolucionado como defensa contra los parásitos.
El sexo sigue siendo un misterio evolutivo para los biólogos, dado que la reproducción asexual, como la de microbios, plantas e incluso algunos reptiles, parece ser mucho más efectiva que la sexual.
Estos científicos probaron esta teoría con una especie de serpientes de lago (la Potamopyrgus antipodarum) que presenta las dos versiones reproductoras: sexual y asexual. Así, tras registrar el número de ejemplares sexuales, asexuales y las tasas de infecciones parasitarias en los dos tipos de serpientes durante diez años pudieron constatar que la descendencia “clónica” (los hijos de un solo progenitor) se convirtieron, con el paso del tiempo, en más susceptibles a los parásitos que el otro grupo analizado.
A medida que las infecciones parasitarias aumentaron, se redujo drásticamente el número de ejemplares asexuales. Por tanto, los resultados sugieren que la reproducción sexual proporciona una ventaja evolutiva en entornos en que abunden los parásitos.
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