Como una gigantesca bola de demolición, durante la infancia
del Sistema Solar, Júpiter avanzó hacia el Sol desde el extrarradio donde se
había formado. El empujón de aquella masa gigantesca arrasó una primera
generación de planetas, muy distintos de los que hoy ocupan las primeras filas
en torno a nuestra estrella. Sacados de sus casillas orbitales, comenzaron a
chocar entre ellos y acabaron hechos añicos y lanzados contra el Sol. Con los
escombros de aquel derribo, se formaron los planetas terrestres actuales.
Esta es la hipótesis planteada para explicar por qué el Sistema
Solar es distinto a los cientos de sistemas planetarios descubiertos durante
los últimos años.
Los cambios provocados por Júpiter hacen que la atmósfera de
la Tierra sea diferente a la de otros sistemas planetarios
Las simulaciones propuestas sugieren también que hubo un
segundo movimiento que permitió la aparición de los planetas terrestres que
conocemos. Cuando Júpiter parecía lanzado hacia una colisión ineludible contra
el Sol, apareció un segundo gigante que detuvo la caída. El planeta de los
anillos se formó más tarde, pero fue atraído a mayor velocidad hacia la
estrella de tal manera que acabó atrapando a su hermano mayor.
Cuando los dos planetas estaban lo bastante próximos,
quedaron trabados en lo que se conoce como resonancia orbital. Cada vez que
Júpiter completaba una vuelta en torno al Sol, Saturno completaba dos, produciendo
un tirón mutuo acompasado. En ese punto comenzó un retorno.
Esta hipótesis requiere varios millones de años para que los
trozos de planetas fruto de la primera destrucción se volviesen a reunir. Esto
cuadra con los datos que sugieren que la Tierra se formó entre 100 y 200
millones de años después de la aparición del Sol.
Por último, el camino de ida y vuelta de Júpiter acabó
produciendo una peculiaridad más del Sistema Solar frente a la mayoría del
resto de sistemas conocidos: la existencia de dos gigantes gaseosos muy
alejados de la estrella.
Hace 4.500 millones de años, cuando se estaban empezando a
formar de nuevo planetas a partir de los restos que quedaron tras el empujón de
Júpiter, la Tierra colisionó con otro cuerpo menor. Del choque surgió la Luna.
Este satélite estabilizó el eje de la Tierra frente a las influencias
gravitatorias del Sol o Júpiter, que lo habrían convertido en un mundo
inhóspito con cambios de temperatura brutales en periodos relativamente cortos.
Así, dos sucesos desastrosos pudieron convertir el Sistema
Solar en un lugar peculiar donde pudo aparecer un planeta como la Tierra en el que
apareció algo tan extraño como la vida.
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