El origen de este mito se encuentra en un artículo de 1998 que asoció en The Lancet la patología con la inmunización. Aquel estudio fue un “sofisticado fraude”, como lo definió años más tarde otro trabajo en el British Medical Journal. Por entonces, The Lancet ya se había retractado del trabajo y había pedido disculpas por su publicación. Fue a raíz de una investigación periodística que descubrió que el autor del artículo, Andrew Wakefield, había empleado a 12 niños seleccionados por un despacho de abogados que llevaba un caso de una pareja que quería demandar a los laboratorios fabricantes de la vacuna. Pero el daño ya estaba hecho, y el polémico artículo trajo consigo una caída en las tasas de vacunación en Europa.
Desde entonces, el trabajo de Wakefield ha sido empleado repetidamente por los activistas de la moda antivacunas como la prueba de los efectos de la vacuna en la salud. El mensaje ha calado entre grupos afines a la medicina alternativa que ven en las rectificaciones posteriores maniobras conspirativas de la industria farmacéutica en la defensa de sus intereses.Para analizarlo, se recopilaron los datos de 5.727 niños estadounidenses con hermanos mayores. El 1% tenían un diagnóstico de conductas autistas y el 2% tenían hermanos mayores con autismo.
La primera conclusión que extrajeron los investigadores es que en la sociedad estadounidense ha calado el mensaje de cierta asociación entre la vacuna y la enfermedad, , y, especialmente, el efecto que podría tener la vacuna en despertar la enfermedad en niños con hermanos afectados.
La segunda conclusión es que no hay base científica para considerar que la inmunización actúa como resorte que activa la predisposición genética que los niños con hermanos autistas tienen a desarrollar comportamientos autistas.
Desde entonces, el trabajo de Wakefield ha sido empleado repetidamente por los activistas de la moda antivacunas como la prueba de los efectos de la vacuna en la salud. El mensaje ha calado entre grupos afines a la medicina alternativa que ven en las rectificaciones posteriores maniobras conspirativas de la industria farmacéutica en la defensa de sus intereses.Para analizarlo, se recopilaron los datos de 5.727 niños estadounidenses con hermanos mayores. El 1% tenían un diagnóstico de conductas autistas y el 2% tenían hermanos mayores con autismo.
La primera conclusión que extrajeron los investigadores es que en la sociedad estadounidense ha calado el mensaje de cierta asociación entre la vacuna y la enfermedad, , y, especialmente, el efecto que podría tener la vacuna en despertar la enfermedad en niños con hermanos afectados.
La segunda conclusión es que no hay base científica para considerar que la inmunización actúa como resorte que activa la predisposición genética que los niños con hermanos autistas tienen a desarrollar comportamientos autistas.
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