Impedir en los mosquitos un proceso molecular que las células usan para dirigir las proteínas hacia sus destinos apropiados en el organismo, hace que más del 90 por ciento de estos insectos mueran en las 48 horas posteriores a su ingestión de sangre.
El método podría ser utilizado como una estrategia adicional en la guerra global que se está librando para frenar las enfermedades transmitidas por los mosquitos, como el dengue, la fiebre amarilla y la malaria.
Para mantener cubiertas sus necesidades corporales, los mosquitos se valen del néctar dulce de las flores, pero cuando llega la hora de generar y poner huevos, las hembras necesitan grandes cantidades de proteínas. Por eso, sólo las hembras de mosquito pican y se alimentan de la sangre de los seres humanos u otros animales adecuados.
Durante ese proceso de alimentación, una hembra de mosquito ingiere casi tanta sangre como su peso corporal. Ello equivale a una humana de 60 kilogramos de peso que fuese capaz de beberse en una sola comida cerca de 60 litros de sopa.
El proceso de alimentarse de sangre supone un reto enorme para el metabolismo del mosquito hembra.
La utilidad de esta estrategia es que si la hembra de mosquito muere después de picar a la primera persona, ya no podrá morder e infectar a una segunda. Además, al sabotearle a la hembra algunos de los procesos bioquímicos necesarios para aprovechar al máximo la ingesta de sangre, su ciclo de producción y puesta de huevos quedará obstaculizado.
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