Hace unos 10 millones de años, el linaje de primates de los que procedemos los humanos ya tomaba alcohol, concretamente cuando se activó una de las enzimas que metaboliza el etanol de las frutas.
Según un estudio de paleogenética liderado por el biólogo del Santa Fe College (Nuevo México) Matthew Carrigan, esa “serendipia” tuvo lugar en los tiempos en que el ancestro común de humanos, gorilas y chimpancés bajó de los árboles. Gracias a la fruta caída, que tiende a pudrirse, aquellos primeros hominoidos que caminaban por el suelo –tal vez haciendo eses– encontraron sustento y alimento.
Cuando la fruta está pasada, un punto más que madura, puede contener tanto etanol, el alcohol natural de origen vegetal, como la cerveza. Ya hace unos años, el investigador estadounidense Robert Dudley estudió la composición alcohólica del fruto de un tipo de palma propia de las selvas americanas y comprobó que llegaba al 8%. Eso le llevó a sostener junto a otros paleoantropólogos que existe una conexión entre la evolución de los homínidos y el consumo de alcohol, en contra de la teoría más aceptada según la cual esta sustancia no entró en la dieta hasta hace unos 9.000 años, cuando el sedentarismo y la agricultura se extendieron a la vez en diversas partes del mundo.
La acumulación de grano y frutas permitió a los hombres del primitivo neolítico conservarlos por medio de la fermentación y su consiguiente transformación en bebidas alcohólicas. El alcoholismo sería, desde este punto de vista, la cara oscura de un desfase entre un cambio ambiental (la tecnología de la fermentación) y la genética humana, que no estaba preparada para asimilar el alcohol.
Pero la investigación del equipo de Carrigan lleva mucho más atrás la aparición del alcohol la irrupción del alcohol, de hecho antes de que existieran los humanos. Tras analizar en primates actuales y extintos la evolución del alcohol deshidrogenasa clase IV (ADH4), una de las enzimas que metabolizan los distintos alcoholes que entran en el organismo, estos expertos estiman que la enzima se activó hace unos 10 millones de años.
Por entonces, una mutación en uno de los cientos de aminoácidos que conforman la enzima permitió al ancestro común de humanos gorilas y chimpancés metabolizar el etanol. En cambio los orangutanes, que al contrario que los otros grandes primates no han dejado de ser arborícolas, no presentan esta enzima modificada. De hecho, la activación de la ADH4 se habría producido poco después de que los linajes de los orangutanes y el de los otros tres grupos se separaran.
Esta relación entre la ADH4, la metabolización del alcohol presente en las frutas y la bajada de los árboles lleva a Carrigan y sus colegas a sugerir que el cambio enzimático supuso una ventaja adaptativa para los humanos y sus antecesores.
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