Pocas especies existen monógamas a parte de los humanos. A pesar de los beneficios evolutivos que tiene tener una sola pareja, se ha comprobado que, a pesar de que aún no se haya encontrado ningún causante concreto, una serie de factores químicos, genéticos y sociales influyen en cierta medida en la tendencia a cometer infidelidades.
Uno de ellos tiene que ver con el sistema de recompensa cerebral. Cuando experimentamos una sensación de placer, el cerebro libera una hormona denominada dopamina, también conocida como la "hormona de la felicidad", dada la buena sensación con la que se la relaciona. Sus niveles aumentan, por ejemplo, al hacer ejercicio, al comer o al estar enamorados.
Un equipo de investigadores estadounidenses ha hallado una relación entre una variante del gen que codifica los receptores de la dopamina con una mayor probabilidad de ser infiel. Las personas con esta versión distinta del gen requieren unos estímulos más intensos para que la dopamina cumpla su función que aquellas otras personas que tienen este gen en su forma normal.
Los autores de otro trabajo estudiaron las diferencias genéticas entre 7.400 parejas de gemelos y encontraron que el 63% de las infidelidades en hombre y el 40% en mujeres estaban determinadas genéticamente. Concretamente, el gen que influía en este caso era otro distinto al codificador de la dopamina; se trataba del receptor de la vasopresina, una hormona implicada en el desarrollo de la confianza, empatía y la formación de vínculos sociales.
Más allá de la química, existen otros factores a tener en cuenta, como por ejemplo el dinero. Una investigadora de la Universidad de Connecticut ha comprobado que cuando un miembro de la pareja gana menos dinero que el otro es más proclive a cometer una infidelidad. El efecto se cumple independientemente del género, aunque es más acusado en hombres.
Además de todos los factores mencionados, está claro que también existen los conflictos emocionales no resueltos y las experiencias anteriores. Sin embargo, sí se puede estar seguros de que en cierto modo en función del código genético que una determinada persona posea, tendrá una mayor o menor tendencia a cometer infidelidades.
Fuente: CIENCIAXPLORA
Uno de ellos tiene que ver con el sistema de recompensa cerebral. Cuando experimentamos una sensación de placer, el cerebro libera una hormona denominada dopamina, también conocida como la "hormona de la felicidad", dada la buena sensación con la que se la relaciona. Sus niveles aumentan, por ejemplo, al hacer ejercicio, al comer o al estar enamorados.
Un equipo de investigadores estadounidenses ha hallado una relación entre una variante del gen que codifica los receptores de la dopamina con una mayor probabilidad de ser infiel. Las personas con esta versión distinta del gen requieren unos estímulos más intensos para que la dopamina cumpla su función que aquellas otras personas que tienen este gen en su forma normal.
Los autores de otro trabajo estudiaron las diferencias genéticas entre 7.400 parejas de gemelos y encontraron que el 63% de las infidelidades en hombre y el 40% en mujeres estaban determinadas genéticamente. Concretamente, el gen que influía en este caso era otro distinto al codificador de la dopamina; se trataba del receptor de la vasopresina, una hormona implicada en el desarrollo de la confianza, empatía y la formación de vínculos sociales.
Más allá de la química, existen otros factores a tener en cuenta, como por ejemplo el dinero. Una investigadora de la Universidad de Connecticut ha comprobado que cuando un miembro de la pareja gana menos dinero que el otro es más proclive a cometer una infidelidad. El efecto se cumple independientemente del género, aunque es más acusado en hombres.
Además de todos los factores mencionados, está claro que también existen los conflictos emocionales no resueltos y las experiencias anteriores. Sin embargo, sí se puede estar seguros de que en cierto modo en función del código genético que una determinada persona posea, tendrá una mayor o menor tendencia a cometer infidelidades.
Fuente: CIENCIAXPLORA
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