La mayoría de las personas piensan en los agujeros negros como gigantescas aspiradoras que absorben todo lo que se acerca demasiado a ellos. Pero los agujeros negros supermasivos en los centros de las galaxias se parecen más a motores cósmicos, convirtiendo energía de la materia que cae en radiación intensa que puede sobrepasar en brillo a la luz combinada de todas las estrellas del entorno.
Si el agujero negro está girando, puede generar fuertes chorros cuyas ráfagas afectan al espacio situado miles de años-luz a la redonda y son capaces, poco a poco, de moldear galaxias enteras. Se ha venido creyendo que estos motores encarnados por los agujeros negros están energizados por campos magnéticos. Ahora, por primera vez, unos astrónomos han detectado campos magnéticos justo en el exterior del horizonte de sucesos del agujero negro en el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea. El horizonte de sucesos de un agujero negro es la frontera más allá de la cual nada que la cruce puede volver a salir.
Un agujero negro es básicamente el cadáver de una estrella prensada sobre sí misma por su propia gravedad, al faltarle la fuerza que la mantenía "hinchada". Una vez alcanzado ese estado colosal de compresión, su campo gravitacional se vuelve tan poderoso que absorbe todo lo que pase cerca, incluyendo la mismísima luz. Por eso no emite ni refleja luz alguna. La absorción de materia de su entorno, así como eventuales fusiones con otros agujeros negros, pueden hacer que un agujero negro llegue a tener una masa formidable. Los agujeros negros más masivos suelen estar en el centro de las galaxias.
El hallazgo de los citados campos magnéticos en el borde del horizonte de sucesos del agujero negro central de nuestra galaxia es obra del equipo de Michael Johnson, del Centro para la Astrofísica (CfA) en Cambridge, Massachusetts, gestionado conjuntamente por la Universidad de Harvard y el Instituto Smithsoniano, todas estas entidades en Estados Unidos.
La detección se ha conseguido utilizando una red global de radiotelescopios que se conectan entre sí para funcionar como un único telescopio gigantesco que tuviera el tamaño de la Tierra. Dado que los radiotelescopios más grandes pueden proporcionar un grado de detalle mayor, esta red es capaz de resolver estructuras tan pequeñas como lo sería una pelota de golf en la superficie de la Luna vista desde la superficie de la Tierra.
Dicha resolución es necesaria porque los agujeros negros, por ser los objetos más compactos del universo, tienen tamaños modestos. El del centro de la Vía Láctea, llamado Sagitario A* (su nombre incluye un asterisco), tiene alrededor de 4 millones de veces la masa de nuestro Sol, mientras que su horizonte de sucesos abarca solo unos 13 millones de kilómetros (8 millones de millas), menos que la distancia de Mercurio al Sol. A este tamaño discreto hay que añadirle el hecho de que está situado a 25.000 años-luz de la Tierra. Afortunadamente, la intensa gravedad del agujero negro deforma la luz y amplifica, a modo de lupa, el horizonte de sucesos, de tal manera que este parece más grande en el cielo, lo que permite que la citada red de radiotelescopios pueda observarlo.
Sagitario A* está rodeado por un disco de acreción de material que lo orbita. El equipo encontró que los campos magnéticos en algunas regiones próximas al agujero negro están desordenados, con bucles mezclados y espirales que parecen espaguetis entrelazados. En cambio, otras regiones mostraron patrones mucho más organizados, posiblemente en la zona donde se generan los chorros.
Fuente: NCYT
Si el agujero negro está girando, puede generar fuertes chorros cuyas ráfagas afectan al espacio situado miles de años-luz a la redonda y son capaces, poco a poco, de moldear galaxias enteras. Se ha venido creyendo que estos motores encarnados por los agujeros negros están energizados por campos magnéticos. Ahora, por primera vez, unos astrónomos han detectado campos magnéticos justo en el exterior del horizonte de sucesos del agujero negro en el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea. El horizonte de sucesos de un agujero negro es la frontera más allá de la cual nada que la cruce puede volver a salir.
Un agujero negro es básicamente el cadáver de una estrella prensada sobre sí misma por su propia gravedad, al faltarle la fuerza que la mantenía "hinchada". Una vez alcanzado ese estado colosal de compresión, su campo gravitacional se vuelve tan poderoso que absorbe todo lo que pase cerca, incluyendo la mismísima luz. Por eso no emite ni refleja luz alguna. La absorción de materia de su entorno, así como eventuales fusiones con otros agujeros negros, pueden hacer que un agujero negro llegue a tener una masa formidable. Los agujeros negros más masivos suelen estar en el centro de las galaxias.
El hallazgo de los citados campos magnéticos en el borde del horizonte de sucesos del agujero negro central de nuestra galaxia es obra del equipo de Michael Johnson, del Centro para la Astrofísica (CfA) en Cambridge, Massachusetts, gestionado conjuntamente por la Universidad de Harvard y el Instituto Smithsoniano, todas estas entidades en Estados Unidos.
La detección se ha conseguido utilizando una red global de radiotelescopios que se conectan entre sí para funcionar como un único telescopio gigantesco que tuviera el tamaño de la Tierra. Dado que los radiotelescopios más grandes pueden proporcionar un grado de detalle mayor, esta red es capaz de resolver estructuras tan pequeñas como lo sería una pelota de golf en la superficie de la Luna vista desde la superficie de la Tierra.
Dicha resolución es necesaria porque los agujeros negros, por ser los objetos más compactos del universo, tienen tamaños modestos. El del centro de la Vía Láctea, llamado Sagitario A* (su nombre incluye un asterisco), tiene alrededor de 4 millones de veces la masa de nuestro Sol, mientras que su horizonte de sucesos abarca solo unos 13 millones de kilómetros (8 millones de millas), menos que la distancia de Mercurio al Sol. A este tamaño discreto hay que añadirle el hecho de que está situado a 25.000 años-luz de la Tierra. Afortunadamente, la intensa gravedad del agujero negro deforma la luz y amplifica, a modo de lupa, el horizonte de sucesos, de tal manera que este parece más grande en el cielo, lo que permite que la citada red de radiotelescopios pueda observarlo.
Sagitario A* está rodeado por un disco de acreción de material que lo orbita. El equipo encontró que los campos magnéticos en algunas regiones próximas al agujero negro están desordenados, con bucles mezclados y espirales que parecen espaguetis entrelazados. En cambio, otras regiones mostraron patrones mucho más organizados, posiblemente en la zona donde se generan los chorros.
Fuente: NCYT
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