Los médicos y nutricionistas suelen señalar qué alimentos son buenos o perjudiciales para nuestro metabolismo y nuestra salud. Y es por esto, según un estudio, por lo que las dietas de adelgazamiento funcionan en algunas personas y a otros les dejan igual que estaban. La investigación que lo refleja recomienda para evitarlo un enfoque personalizado para éstas.
Un equipo de especialistas del Instituto Weizmann de Ciencias en Israel hizo un seguimiento de los niveles de azúcar en sangre de ochocientas personas durante una semana. La primera conclusión de los datos que recogieron es que, tomando las mismas comidas, cada persona respondía de forma muy diferente a los demás.
Por ejemplo, una mujer obesa presentaba un fuerte aumento de estos niveles cada vez que ingería un tomate, un alimento considerado baja en grasa y azúcar.
Desde hace décadas se ha estandarizado el índice glucémico (IG) de los alimentos, un indicador que sirve para clasificarlos según cómo afectan a los niveles a los que nos hemos referido. Es el índice que se utiliza para confeccionar las dietas, en base a estudios en pequeños grupos de personas.
Lo que sucede es que el estudio, publicado en 'Cell Press', encontró que el IG no es un valor fijo, sino que depende de la persona. Para ello recogieron datos a gran escala: ninguno de los participantes era diabético, pero algunos sí que padecían obesidad y ofrecían indicios de poder padecerla en el futuro.
El nivel de azúcar en la sangre se monitorizó fácilmente con un medidor de glucosa, pero también se tuvieron en cuenta otras variables como las medidas corporales, sus análisis de sangre y muestras de heces.
Todo esto se complementó con cuestionarios sobre la salud de cada paciente y una aplicación móvil para recoger los hábitos de ejercicio y las casi 47.000 comidas que se midieron
El índice de masa corporal de las personas dependía de los niveles de glucosa en sangre después de cada comida, hasta ahí bien. Pero la cuestión es que cada una respondía de forma diferente a la misma comida y esas respuestas individuales no cambiaban de un día para otro.
La clave está en la flora intestinal :
Un equipo de especialistas del Instituto Weizmann de Ciencias en Israel hizo un seguimiento de los niveles de azúcar en sangre de ochocientas personas durante una semana. La primera conclusión de los datos que recogieron es que, tomando las mismas comidas, cada persona respondía de forma muy diferente a los demás.
Por ejemplo, una mujer obesa presentaba un fuerte aumento de estos niveles cada vez que ingería un tomate, un alimento considerado baja en grasa y azúcar.
Desde hace décadas se ha estandarizado el índice glucémico (IG) de los alimentos, un indicador que sirve para clasificarlos según cómo afectan a los niveles a los que nos hemos referido. Es el índice que se utiliza para confeccionar las dietas, en base a estudios en pequeños grupos de personas.
Lo que sucede es que el estudio, publicado en 'Cell Press', encontró que el IG no es un valor fijo, sino que depende de la persona. Para ello recogieron datos a gran escala: ninguno de los participantes era diabético, pero algunos sí que padecían obesidad y ofrecían indicios de poder padecerla en el futuro.
El nivel de azúcar en la sangre se monitorizó fácilmente con un medidor de glucosa, pero también se tuvieron en cuenta otras variables como las medidas corporales, sus análisis de sangre y muestras de heces.
Todo esto se complementó con cuestionarios sobre la salud de cada paciente y una aplicación móvil para recoger los hábitos de ejercicio y las casi 47.000 comidas que se midieron
El índice de masa corporal de las personas dependía de los niveles de glucosa en sangre después de cada comida, hasta ahí bien. Pero la cuestión es que cada una respondía de forma diferente a la misma comida y esas respuestas individuales no cambiaban de un día para otro.
La clave está en la flora intestinal :
Los investigadores observaron en los análisis de heces distintos microbios en el sistema digestivo, muy diferentes dependiendo de cada persona, algo que han identificado como un factor relevante en los niveles de azúcar en sangre después de las comidas.
¿Entonces hay que confiar en el análisis de la flora intestinal para elaborar dietas efectivas? La respuesta es que el estudio de la influencia de esta última en la obesidad, la intolerancia a la glucosa y la diabetes es una disciplina que está actualmente en evolución, aunque queda mucho camino por delante.
Este estudio sugiere que quizá se está luchando de manera equivocada contra la diabetes y que las dietas tienen una eficacia limitada, al tiempo que se hace necesaria una mayor personalización de éstas. Y, por supuesto, más y mejores análisis de las floras intestinales.
¿Entonces hay que confiar en el análisis de la flora intestinal para elaborar dietas efectivas? La respuesta es que el estudio de la influencia de esta última en la obesidad, la intolerancia a la glucosa y la diabetes es una disciplina que está actualmente en evolución, aunque queda mucho camino por delante.
Este estudio sugiere que quizá se está luchando de manera equivocada contra la diabetes y que las dietas tienen una eficacia limitada, al tiempo que se hace necesaria una mayor personalización de éstas. Y, por supuesto, más y mejores análisis de las floras intestinales.
FUENTE : ANTENA 3
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