El avance, que recibió el galardón Hatton–Unilever para Latinoamérica, se comprobó en ensayos in vitro, y también en conejos, mientras se desarrollan protocolos para emplearlo en humanos.
La pérdida de tejido óseo esponjoso (también conocido como hueso trabecular o hueso esponjoso), trascendental en el soporte del cuerpo, es uno de los problemas más frecuentes y preocupantes en la medicina moderna, especialmente en traumatología, odontología y cirugía plástica.
Para el caso colombiano, en 2004 el Hospital General de Medellín informó que 1.000.000 de procedimientos quirúrgicos demandaron este tipo de procedimiento, y en 2006 el Hospital Militar Central de Bogotá reportó que 846 pacientes heridos en combate necesitaron procesos reconstructivos.
La ingeniería de tejidos, rama de la bioingeniería que utiliza una combinación de células, moléculas y materiales para extraer de esa mezcla el tejido que se quiere regenerar, fue una de las aliadas de Tatiana Jiménez Ortegón, magíster en Odontología de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), para desarrollar un método que beneficie la medicina regenerativa.
A través de biopsias, la magíster Jiménez Ortegón tomó células madre de pulpa dental y las sembró en soportes tridimensionales que ella fabricó y que contienen, entre otras sustancias, fosfato de calcio cristalino (hidroxiapatita) y cerámica dental, principales componentes de los huesos humanos.
Posteriormente, dispuso todos los elementos en un líquido o medio de cultivo, nutrido con proteínas encargadas de ‘programar’ las células para que se comporten de una forma determinada; en este caso, para ser regeneradoras de hueso.
Gracias a esto, se comprobó que las células tenían la habilidad de fabricar fragmentos óseos al convertirse en osteoblastos (células formadoras de hueso). Una vez confirmada esta evidencia, se emprendieron las pruebas in vivo, realizadas en ocho conejos, a los que se les retiraron ocho milímetros de tejido en ambos lados de sus mandíbulas. Tan solo un mes después del procedimiento se encontró que las células madre de pulpa dental habían regenerado cinco milímetros de hueso, difícil de recuperar de forma normal.
“Se trata de un resultado pionero en Colombia, pues hasta ahora, para regeneraciones de este tipo se habían usado principalmente células madre de médula del cordón umbilical o de tejidos adiposos o grasos, pero es la primera vez que las células madre de la pulpa dental muestran su eficacia”, destaca el profesor José Manuel González, endodoncista de la U.N., quien fungió como director de la investigación de Tatiana Jiménez.
Otro de los resultados de la investigación adelantada por la odontóloga demostró que las células utilizadas tienen una enorme capacidad de diferenciación para adquirir su perfil osteoblástico, es decir pueden formar una mayor cantidad de mineral óseo de aquel elaborado por otras (como las células que se obtienen de otros sitios diferentes a la boca).
“Las células madre de la pulpa dental tienen muchos potenciales (son pluripotentes) y poseen tanta calidad que pueden regenerar piel o mucosa oral, e incluso otro tipo de tejidos corporales”, agrega la magíster Jiménez. Además, menciona que, aunque hacen falta estudios para valorar su resistencia física, este es un gran ejemplo del aporte que brinda la odontología a otras disciplinas médicas, que requieran reemplazar hueso perdido.
Este es el primer paso para que aquellos pacientes, con poco tejido en sus maxilares o que lo hayan reabsorbido, puedan regenerarlo hasta que sea fuerte y capaz de resistir un tratamiento de ortodoncia, con el que se requiera corregir una mordida o la incorrecta posición de los dientes, incluso realizar un procedimiento estético, como un implante.
A veces, las enfermedades crónicas o degenerativas acaban con porciones importantes de este tipo de hueso, presente en cavidades y partes definitivas como la pelvis, las costillas, las vértebras, la cara y el cráneo, que dan soporte a los dientes. Sin embargo, su resistencia suele perderse por tumores, deformidades congénitas, accidentes y cáncer, o por el envejecimiento.
Hasta el momento, la manera tradicional de proceder es tomar hueso sano de los mismos pacientes o de los donantes para reponerlo en las cavidades afectadas (injerto), pero este es un procedimiento invasivo que muchas veces el sistema inmune rechaza y puede provocar infecciones.
Frente a este escenario, lo ideal es que el tejido óseo perdido o dañado, sin importar la cantidad afectada (a veces se pierde más del 10 % del hueso original), se regenere para no afectar una zona saludable del cuerpo con el fin de aliviar otra.
Por último, la magíster Jiménez enfatiza en otro aspecto, y es el método diseñado, el cual puede ser menos costoso que los injertos tradicionales, por ello, patentarlo se convertiría en un aporte más de la U.N. a la sociedad.
Fuente: www.revistaconciencia.com
La pérdida de tejido óseo esponjoso (también conocido como hueso trabecular o hueso esponjoso), trascendental en el soporte del cuerpo, es uno de los problemas más frecuentes y preocupantes en la medicina moderna, especialmente en traumatología, odontología y cirugía plástica.
Para el caso colombiano, en 2004 el Hospital General de Medellín informó que 1.000.000 de procedimientos quirúrgicos demandaron este tipo de procedimiento, y en 2006 el Hospital Militar Central de Bogotá reportó que 846 pacientes heridos en combate necesitaron procesos reconstructivos.
La ingeniería de tejidos, rama de la bioingeniería que utiliza una combinación de células, moléculas y materiales para extraer de esa mezcla el tejido que se quiere regenerar, fue una de las aliadas de Tatiana Jiménez Ortegón, magíster en Odontología de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), para desarrollar un método que beneficie la medicina regenerativa.
A través de biopsias, la magíster Jiménez Ortegón tomó células madre de pulpa dental y las sembró en soportes tridimensionales que ella fabricó y que contienen, entre otras sustancias, fosfato de calcio cristalino (hidroxiapatita) y cerámica dental, principales componentes de los huesos humanos.
Posteriormente, dispuso todos los elementos en un líquido o medio de cultivo, nutrido con proteínas encargadas de ‘programar’ las células para que se comporten de una forma determinada; en este caso, para ser regeneradoras de hueso.
Gracias a esto, se comprobó que las células tenían la habilidad de fabricar fragmentos óseos al convertirse en osteoblastos (células formadoras de hueso). Una vez confirmada esta evidencia, se emprendieron las pruebas in vivo, realizadas en ocho conejos, a los que se les retiraron ocho milímetros de tejido en ambos lados de sus mandíbulas. Tan solo un mes después del procedimiento se encontró que las células madre de pulpa dental habían regenerado cinco milímetros de hueso, difícil de recuperar de forma normal.
“Se trata de un resultado pionero en Colombia, pues hasta ahora, para regeneraciones de este tipo se habían usado principalmente células madre de médula del cordón umbilical o de tejidos adiposos o grasos, pero es la primera vez que las células madre de la pulpa dental muestran su eficacia”, destaca el profesor José Manuel González, endodoncista de la U.N., quien fungió como director de la investigación de Tatiana Jiménez.
Otro de los resultados de la investigación adelantada por la odontóloga demostró que las células utilizadas tienen una enorme capacidad de diferenciación para adquirir su perfil osteoblástico, es decir pueden formar una mayor cantidad de mineral óseo de aquel elaborado por otras (como las células que se obtienen de otros sitios diferentes a la boca).
“Las células madre de la pulpa dental tienen muchos potenciales (son pluripotentes) y poseen tanta calidad que pueden regenerar piel o mucosa oral, e incluso otro tipo de tejidos corporales”, agrega la magíster Jiménez. Además, menciona que, aunque hacen falta estudios para valorar su resistencia física, este es un gran ejemplo del aporte que brinda la odontología a otras disciplinas médicas, que requieran reemplazar hueso perdido.
Este es el primer paso para que aquellos pacientes, con poco tejido en sus maxilares o que lo hayan reabsorbido, puedan regenerarlo hasta que sea fuerte y capaz de resistir un tratamiento de ortodoncia, con el que se requiera corregir una mordida o la incorrecta posición de los dientes, incluso realizar un procedimiento estético, como un implante.
A veces, las enfermedades crónicas o degenerativas acaban con porciones importantes de este tipo de hueso, presente en cavidades y partes definitivas como la pelvis, las costillas, las vértebras, la cara y el cráneo, que dan soporte a los dientes. Sin embargo, su resistencia suele perderse por tumores, deformidades congénitas, accidentes y cáncer, o por el envejecimiento.
Hasta el momento, la manera tradicional de proceder es tomar hueso sano de los mismos pacientes o de los donantes para reponerlo en las cavidades afectadas (injerto), pero este es un procedimiento invasivo que muchas veces el sistema inmune rechaza y puede provocar infecciones.
Frente a este escenario, lo ideal es que el tejido óseo perdido o dañado, sin importar la cantidad afectada (a veces se pierde más del 10 % del hueso original), se regenere para no afectar una zona saludable del cuerpo con el fin de aliviar otra.
Por último, la magíster Jiménez enfatiza en otro aspecto, y es el método diseñado, el cual puede ser menos costoso que los injertos tradicionales, por ello, patentarlo se convertiría en un aporte más de la U.N. a la sociedad.
Fuente: www.revistaconciencia.com
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