Dada la imposibilidad de autocuración del tejido cardiaco una vez dañado a diferencia de otros tejidos, la lista de espera para trasplantes del mismo cada vez es más larga. Se trata de un verdadero problema, ya que cualquier estructura artificial que se aleje de lo que el cuerpo está dispuesto a aceptar puede causar diversas dificultades. Afortunadamente, algunos científicos se encuentran en proceso de confeccionar unos parches de material biológico (a medida de cada corazón) que nos podrían brindar la posibilidad de sustituir un tejido dañado por otro nuevo, artificial o natural totalmente compatible.
Un equipo de científicos de la Universidad Carnegie Mellon en Pittsburgh, Pensilvania ha conseguido bioimprimir imágenes 3D de arterias coronarias y corazones embrionarios conseguidas por resonancia magnética. El resultado obtenido se ha formado a partir de materiales muy blandos (colágenos, alginatos y fibrinas) y ha obtenido una alta calidad y resolución.
El funcionamiento de una impresora 3D convencional necesita de un soporte rígido para cada capa, ya que funciona depositando capa a capa los materiales seleccionados y así crear la imagen 3D (por lo tanto, cada capa se soporta en la anterior). Esto ha constituido un problema al utilizar materiales blandos como por ejemplo geles. Esto ocurre ya que se hunden por efecto de su propio peso cuando son imprimidos en 3D en el aire.
Sin embargo, la técnica innovadora usada por el equipo mencionado anteriormente trabaja imprimiendo con un gel dentro de otro gel, y así permite posicionar de forma precisa el material blando que está siendo impreso, capa a capa.
Para perfeccionar todavía más esta técnica, se ha creado un avance, que siendo capaz de evadir un posible daño de las células o moléculas vivas, consiste en una técnica en la cual el gel de soporte puede ser fácilmente derretido y retirado al calentarlo a temperatura corporal.
En la actualidad, el equipo se encuentra en un paso crucial para hacer de todo esto una realidad: la incorporación de células cardiacas reales en estas estructuras de tejido impresas en 3D, estando cada vez más cerca el crear el músculo contráctil.
No obstante, la bioimpresión cuenta con un inconveniente que muchas veces resulta limitante. Las bioimpresoras cuestan alrededor de 100.000 euros, y esto combinado con que la mayoría de veces estas necesitan un reconocimiento especial para ser utilizadas, las hacen para muchos inalcanzables. Sin embargo, el equipo ha sido capaz de operar con una impresora convencional, que resultan más económicas, utilizando el software y hardware de código abierto.
“No solo es bajo el coste, sino que al usar el software de código abierto, tenemos acceso a ajustar los parámetros de impresión, optimizar lo que estamos haciendo y maximizar la calidad de lo que estamos imprimiendo”, explica Feinberg. “Nos ha permitido realmente acelerar el desarrollo de nuevos materiales e innovar en este campo. Y también estamos contribuyendo a que otros puedan hacerlo, al divulgar nuestros diseños de impresión 3D bajo una licencia de código abierto”.
Un equipo de científicos de la Universidad Carnegie Mellon en Pittsburgh, Pensilvania ha conseguido bioimprimir imágenes 3D de arterias coronarias y corazones embrionarios conseguidas por resonancia magnética. El resultado obtenido se ha formado a partir de materiales muy blandos (colágenos, alginatos y fibrinas) y ha obtenido una alta calidad y resolución.
El funcionamiento de una impresora 3D convencional necesita de un soporte rígido para cada capa, ya que funciona depositando capa a capa los materiales seleccionados y así crear la imagen 3D (por lo tanto, cada capa se soporta en la anterior). Esto ha constituido un problema al utilizar materiales blandos como por ejemplo geles. Esto ocurre ya que se hunden por efecto de su propio peso cuando son imprimidos en 3D en el aire.
Sin embargo, la técnica innovadora usada por el equipo mencionado anteriormente trabaja imprimiendo con un gel dentro de otro gel, y así permite posicionar de forma precisa el material blando que está siendo impreso, capa a capa.
Para perfeccionar todavía más esta técnica, se ha creado un avance, que siendo capaz de evadir un posible daño de las células o moléculas vivas, consiste en una técnica en la cual el gel de soporte puede ser fácilmente derretido y retirado al calentarlo a temperatura corporal.
En la actualidad, el equipo se encuentra en un paso crucial para hacer de todo esto una realidad: la incorporación de células cardiacas reales en estas estructuras de tejido impresas en 3D, estando cada vez más cerca el crear el músculo contráctil.
No obstante, la bioimpresión cuenta con un inconveniente que muchas veces resulta limitante. Las bioimpresoras cuestan alrededor de 100.000 euros, y esto combinado con que la mayoría de veces estas necesitan un reconocimiento especial para ser utilizadas, las hacen para muchos inalcanzables. Sin embargo, el equipo ha sido capaz de operar con una impresora convencional, que resultan más económicas, utilizando el software y hardware de código abierto.
“No solo es bajo el coste, sino que al usar el software de código abierto, tenemos acceso a ajustar los parámetros de impresión, optimizar lo que estamos haciendo y maximizar la calidad de lo que estamos imprimiendo”, explica Feinberg. “Nos ha permitido realmente acelerar el desarrollo de nuevos materiales e innovar en este campo. Y también estamos contribuyendo a que otros puedan hacerlo, al divulgar nuestros diseños de impresión 3D bajo una licencia de código abierto”.
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