Los Valles Secos de la Antártida son uno de los lugares más desérticos del planeta Tierra. El paisaje es magnífico y desolador. Valles helados rodeados por montañas dentadas, con láminas de hielo cubriendo la roca desnuda, sin nieve. Uno de estos valles, University Valley, se sitúa a 1.700 metros sobre el nivel del mar. Su temperatura media a lo largo del año es de -23 grados centígrados, y no ha conocido agua líquida al menos durante los últimos 150.000 años.
El valle es tan seco que el hielo que cementa su suelo y subsuelo hasta decenas de metros bajo la superficie no se ha originado por la congelación de agua líquida, sino por la deposición del vapor de agua directamente desde de la atmósfera. Es el mismo proceso por el que se ha formado el permafrost en Marte. University Valley es, posiblemente, el entorno más parecido a Marte que tenemos en la Tierra: terriblemente frío y seco.
Un equipo de investigación liderado por Lyle White (de la Universidad McGill, en Canadá) eligió este lugar para explorar los límites de la vida en la Tierra. Hasta ahora, se había encontrado vida en todos los lugares que se habían podido analizar: en otras zonas menos elevadas de la Antártida, en el permafrost Ártico, en el desierto de Atacama, o en el lago subantártico Vostok. De hecho, el grupo de White descubrió en 2013 el organismo terrestre capaz de vivir a temperaturas más bajas: una bacteria que habita en la isla ártica Ellesmere, capaz de permanecer metabólicamente activa a -25ºC. El grupo de White también se proponía intentar entender un poco más el funcionamiento de una hipotética biosfera marciana. Es cierto que Marte es aún más frío y más seco que la Antártida. Pero el eje de rotación de Marte no es fijo, como el de la Tierra, sino que cabecea regularmente. Como resultado, hace unos cinco millones de años, los polos marcianos recibían más radiación solar que ahora, y el permafrost polar estaba menos frío, posiblemente sometido a condiciones similares a las de University Valley hoy.
El equipo de White perforó el permafrost de University Valley hasta a medio metro de profundidad, y extrajo muestras para analizarlas. Medio metro puede parecer poco, pero perforar en el permafrost es extremadamente complicado. La fricción de la perforación funde el hielo momentáneamente, pero se recongela en segundos si el perforador se detiene, atrapando la maquinaria. En ocasiones, es imposible de recuperar y hay que empezar de nuevo en otro lugar con nuevos instrumentos.
White y sus colaboradores realizaron más de mil pruebas para intentar encontrar evidencias de actividad biológica en el permafrost. Buscaron ADN, pusieron las muestras en medios de cultivo óptimos, e hicieron ensayos con marcadores radiactivos para detectar actividad metabólica. Pero la búsqueda fue en vano: todos los test resultaron negativos, tanto in situ como en el laboratorio. Tan solo hallaron restos de biomoléculas, muy posiblemente microorganismos inactivos o muertos, empujados desde otros lugares por el viento. La conclusión fue sorprendente: el permafrost de University Valley no muestra signos de la presencia de actividad microbiana que se puedan detectar con los métodos de los que disponemos actualmente. Por primera vez, tenemos noticia de un lugar en nuestro planeta que la vida no ha podido colonizar.
Las implicaciones para nuestra búsqueda de vida en Marte son inmediatas: si las condiciones en University Valley son demasiado frías y secas como para permitir la actividad microbiana, entonces los entornos marcianos, aún más fríos y secos, serán todavía más hostiles para la biosfera terrestre. Pero esta conclusión no tiene nada que ver con las posibilidades de que exista o no vida en Marte: si Marte albergó una biosfera en algún momento de su remoto pasado, cuando era un planeta menos frío y con abundante agua líquida en superficie, hace miles de millones de años, esa biosfera habría dispuesto de cientos o miles de millones de años para adaptarse al cambio climático global de Marte. Y si algo caracteriza a la vida es su extrema versatilidad y capacidad de adaptación. Los resultados del grupo de White no permiten descartar la presencia de vida microbiana autóctona en Marte, protegida bajo la superficie y adaptada a los extremos climáticos marcianos.
Por otro lado, estos resultados son una excelente noticia para la exploración robótica de Marte. Si la vida de la Tierra no es capaz de asentarse en University Valley, a pesar de que los Valles Secos están rodeados por todo un planeta rebosante de vida, es complicado sostener que el puñado de microorganismos que inevitablemente viajan como polizones en nuestras naves de exploración vayan a ser capaces alguna vez de colonizar Marte y representar una amenaza para cualquier tipo de posible biosfera autóctona. El trabajo de White demuestra que no estamos contaminando Marte.
Fuente: El País
El valle es tan seco que el hielo que cementa su suelo y subsuelo hasta decenas de metros bajo la superficie no se ha originado por la congelación de agua líquida, sino por la deposición del vapor de agua directamente desde de la atmósfera. Es el mismo proceso por el que se ha formado el permafrost en Marte. University Valley es, posiblemente, el entorno más parecido a Marte que tenemos en la Tierra: terriblemente frío y seco.
Un equipo de investigación liderado por Lyle White (de la Universidad McGill, en Canadá) eligió este lugar para explorar los límites de la vida en la Tierra. Hasta ahora, se había encontrado vida en todos los lugares que se habían podido analizar: en otras zonas menos elevadas de la Antártida, en el permafrost Ártico, en el desierto de Atacama, o en el lago subantártico Vostok. De hecho, el grupo de White descubrió en 2013 el organismo terrestre capaz de vivir a temperaturas más bajas: una bacteria que habita en la isla ártica Ellesmere, capaz de permanecer metabólicamente activa a -25ºC. El grupo de White también se proponía intentar entender un poco más el funcionamiento de una hipotética biosfera marciana. Es cierto que Marte es aún más frío y más seco que la Antártida. Pero el eje de rotación de Marte no es fijo, como el de la Tierra, sino que cabecea regularmente. Como resultado, hace unos cinco millones de años, los polos marcianos recibían más radiación solar que ahora, y el permafrost polar estaba menos frío, posiblemente sometido a condiciones similares a las de University Valley hoy.
El equipo de White perforó el permafrost de University Valley hasta a medio metro de profundidad, y extrajo muestras para analizarlas. Medio metro puede parecer poco, pero perforar en el permafrost es extremadamente complicado. La fricción de la perforación funde el hielo momentáneamente, pero se recongela en segundos si el perforador se detiene, atrapando la maquinaria. En ocasiones, es imposible de recuperar y hay que empezar de nuevo en otro lugar con nuevos instrumentos.
White y sus colaboradores realizaron más de mil pruebas para intentar encontrar evidencias de actividad biológica en el permafrost. Buscaron ADN, pusieron las muestras en medios de cultivo óptimos, e hicieron ensayos con marcadores radiactivos para detectar actividad metabólica. Pero la búsqueda fue en vano: todos los test resultaron negativos, tanto in situ como en el laboratorio. Tan solo hallaron restos de biomoléculas, muy posiblemente microorganismos inactivos o muertos, empujados desde otros lugares por el viento. La conclusión fue sorprendente: el permafrost de University Valley no muestra signos de la presencia de actividad microbiana que se puedan detectar con los métodos de los que disponemos actualmente. Por primera vez, tenemos noticia de un lugar en nuestro planeta que la vida no ha podido colonizar.
Las implicaciones para nuestra búsqueda de vida en Marte son inmediatas: si las condiciones en University Valley son demasiado frías y secas como para permitir la actividad microbiana, entonces los entornos marcianos, aún más fríos y secos, serán todavía más hostiles para la biosfera terrestre. Pero esta conclusión no tiene nada que ver con las posibilidades de que exista o no vida en Marte: si Marte albergó una biosfera en algún momento de su remoto pasado, cuando era un planeta menos frío y con abundante agua líquida en superficie, hace miles de millones de años, esa biosfera habría dispuesto de cientos o miles de millones de años para adaptarse al cambio climático global de Marte. Y si algo caracteriza a la vida es su extrema versatilidad y capacidad de adaptación. Los resultados del grupo de White no permiten descartar la presencia de vida microbiana autóctona en Marte, protegida bajo la superficie y adaptada a los extremos climáticos marcianos.
Por otro lado, estos resultados son una excelente noticia para la exploración robótica de Marte. Si la vida de la Tierra no es capaz de asentarse en University Valley, a pesar de que los Valles Secos están rodeados por todo un planeta rebosante de vida, es complicado sostener que el puñado de microorganismos que inevitablemente viajan como polizones en nuestras naves de exploración vayan a ser capaces alguna vez de colonizar Marte y representar una amenaza para cualquier tipo de posible biosfera autóctona. El trabajo de White demuestra que no estamos contaminando Marte.
Fuente: El País
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