Las estaciones son determinantes en muchos aspectos: para los animales, son cruciales en términos de reproducción e hibernación, por ejemplo; para los humanos, también afecta a nuestro estado de ánimo, a las hormonas, al sistema inmune, a los neurotransmisores... Ahora, un reciente estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Lieja (Bélgica) sugiere que las estaciones influyen en nuestra capacidad intelectual, haciendo que en determinadas épocas del año esta sea más vulnerable o más consistente y que no nos afecte a todos por igual.
Según Gilles Vandewalle, coautor del estudio, las personas con trastorno afectivo estacional o tienen depresión durante algunos meses, son aún más vulnerables a los efectos que los cambios estacionales provocan en nuestro cerebro.
Para su experimento, los investigadores analizaron a 14 hombres y 14 mujeres, con una media de 21 años de edad, en distintas épocas del año entre mayo de 2010 y octubre de 2011. Los participantes pasaron 4,5 días en los laboratorios donde no eran conscientes de los cambios exteriores, ni de luz del día ni del tiempo que hacía. No tenían acceso al mundo exterior. A continuación, utilizaron escáneres cerebrales mientras los participantes realizaban pruebas de sus habilidades para prestar atención y recordar información a corto plazo.
Los resultados revelaron que las habilidades de atención de los participantes fueron mucho mejores en la época del solsticio de verano -sobre todo en junio- y empeoraban cerca del solsticio de invierno, concretamente en diciembre. Respecto a la memoria a corto plazo, fue mejor en otoño y peor en primavera.
Aunque los expertos no saben de qué manera afectan las estaciones al cerebro pero “son las responsables más probables”, según Vandewalle. Los cambios en la humedad, la temperatura, la duración del día y la interacción social entre las personas podrían estar involucrados también.
El estudio ha sido publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Para su experimento, los investigadores analizaron a 14 hombres y 14 mujeres, con una media de 21 años de edad, en distintas épocas del año entre mayo de 2010 y octubre de 2011. Los participantes pasaron 4,5 días en los laboratorios donde no eran conscientes de los cambios exteriores, ni de luz del día ni del tiempo que hacía. No tenían acceso al mundo exterior. A continuación, utilizaron escáneres cerebrales mientras los participantes realizaban pruebas de sus habilidades para prestar atención y recordar información a corto plazo.
Los resultados revelaron que las habilidades de atención de los participantes fueron mucho mejores en la época del solsticio de verano -sobre todo en junio- y empeoraban cerca del solsticio de invierno, concretamente en diciembre. Respecto a la memoria a corto plazo, fue mejor en otoño y peor en primavera.
Aunque los expertos no saben de qué manera afectan las estaciones al cerebro pero “son las responsables más probables”, según Vandewalle. Los cambios en la humedad, la temperatura, la duración del día y la interacción social entre las personas podrían estar involucrados también.
El estudio ha sido publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
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