Un estudio del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), en el que también ha participado la investigadora Ina Dobrinski de la Universidad de Calgary, ha permitido revelar el desarrollo de células espermáticas a partir del tejido de testículos de individuos jóvenes de especies amenazadas. La obtención y criopreservación de estas células van a reducir los problemas de endogamia a los que se enfrentan especies de las que quedan pocos ejemplares como el lince ibérico, recuperando así una herencia genética que iba a perderse. Así las técnicas de criopreservación se han convertido para la investigación biomédica en un complemento indispensable para consolidar las técnicas de reproducción asistida con la posibilidad de criopreservar los embriones producidos.
La criopreservación es un proceso que consiste en mantener células, tejidos u organismos a muy bajas temperaturas con el fin de reducir o suspender sus funciones vitales y preservarlos vivos durante largos periodos de tiempo. Como técnica presenta numerosas ventajas, tanto desde el punto de vista biológico como del comercial.
Entre ellas cabe destacar la reducción de costes, evita la dependencia de la actividad reproductiva cíclica y del estado fisiológico de los animales (hembras receptoras, por ejemplo), limita la deriva genética (cambios en las características de una población debido a la variación en la frecuencia de los genes), elimina las patologías que normalmente se asocian al mantenimiento de animales vivos y hace posible la conservación de razas o especies en riesgo de extinción mediante la creación de bancos de embriones y/o gametos congelados.
Como tal, la obtención y criopreservación de espermatozoides es una técnica que se ha aplicado en especies amenazadas pero esta es la primera vez que consiguen recuperar células espermáticas de ejemplares jóvenes que aún no han alcanzado la madurez sexual. En el trabajo han empleado tejido testicular de ejemplares de diferentes edades de tres especies amenazadas: lince ibérico, Lynx pardinus, gacela de Cuvier, Gazella cuvieri y gacela Mohor, Nanger dama. Las muestras utilizadas pertenecían a individuos que fallecieron en cautividad y, en el caso del lince Ibérico, algunas procedían de animales atropellados en carretera.
Para conseguir el desarrollo de espermatozoides de ejemplares inmaduros o fallecidos han introducido bajo la piel de ratones inmunodeprimidos pequeños fragmentos de tejido testicular. Así, el tejido permanece vivo porque se desarrollan nuevos vasos que lo nutren. Gracias al xenotrasplante (trasplante de tejidos u órganos entre especies diferentes) se establece comunicación entre el hipotálamo y la pituitaria del ratón hospedador y las células del tejido implantado, lo que hace posible el inicio de la espermatogénesis. Al cabo de un tiempo, se pueden recuperar espermatozoides en esos fragmentos de testículo. "Con esta técnica hemos podido obtener células espermáticas, que serán capaces de fecundar, a partir de tejido testicular de ejemplares jóvenes, evitando la pérdida irreparable de su material genético", explica Eduardo Roldán, investigador del MNCN.
Para Roldán, "cada individuo de una especie es un ejemplar único y su muerte supone la pérdida de su herencia genética para siempre". Y en este sentido, en especies amenazadas esta pérdida es más grave debido a la escasez de individuos en sus poblaciones.
“La obtención de gametos de ejemplares muertos, su almacenamiento y su utilización mediante técnicas de reproducción asistida representa una alternativa complementaria para su conservación", añade la investigadora Lucía Arregui, que ha realizado su tesis doctoral en el MNCN.
Eduardo Roldán, que ha dirigido el estudio, explica su relevancia: "Los resultados suponen un importante avance en la conservación de la biodiversidad porque ayudarán a prevenir la endogamia, y por lo tanto la pérdida de diversidad genética, en especies de las que quedan pocos ejemplares".
Por otra parte, y en el ámbito de la criopreservación el mayor obstáculo asociado a la difusión de la tecnología reproductiva in vitro es la falta de métodos eficaces para conservar a largo plazo los embriones producidos in vitro. De hecho, el campo de la criobiología de los embriones bovinos empezó a explorarse durante la década de los 70, cuando se demostró que los embriones bovinos podían sobrevivir a la congelación (Wilmut y Rowson, 1973). Desde entonces, la investigación ha permitido simplificar los procedimientos de congelación y descongelación, con el fin de hacer posible el uso rutinario de estas técnicas, aumentando la viabilidad embrionaria tras la descongelación.
Hoy en día, se dispone de tres técnicas para la conservación de embriones: la congelación lenta (o clásica), la vitrificación tradicional (en pajuela) y la vitrificación ultrarrápida. Aunque la criopreservación de embriones producidos in vitro se puede abordar por técnicas de congelación lenta, se asume que la vitrificación es la herramienta de elección para estos embriones.
La criopreservación es un proceso que consiste en mantener células, tejidos u organismos a muy bajas temperaturas con el fin de reducir o suspender sus funciones vitales y preservarlos vivos durante largos periodos de tiempo. Como técnica presenta numerosas ventajas, tanto desde el punto de vista biológico como del comercial.
Entre ellas cabe destacar la reducción de costes, evita la dependencia de la actividad reproductiva cíclica y del estado fisiológico de los animales (hembras receptoras, por ejemplo), limita la deriva genética (cambios en las características de una población debido a la variación en la frecuencia de los genes), elimina las patologías que normalmente se asocian al mantenimiento de animales vivos y hace posible la conservación de razas o especies en riesgo de extinción mediante la creación de bancos de embriones y/o gametos congelados.
Como tal, la obtención y criopreservación de espermatozoides es una técnica que se ha aplicado en especies amenazadas pero esta es la primera vez que consiguen recuperar células espermáticas de ejemplares jóvenes que aún no han alcanzado la madurez sexual. En el trabajo han empleado tejido testicular de ejemplares de diferentes edades de tres especies amenazadas: lince ibérico, Lynx pardinus, gacela de Cuvier, Gazella cuvieri y gacela Mohor, Nanger dama. Las muestras utilizadas pertenecían a individuos que fallecieron en cautividad y, en el caso del lince Ibérico, algunas procedían de animales atropellados en carretera.
Para conseguir el desarrollo de espermatozoides de ejemplares inmaduros o fallecidos han introducido bajo la piel de ratones inmunodeprimidos pequeños fragmentos de tejido testicular. Así, el tejido permanece vivo porque se desarrollan nuevos vasos que lo nutren. Gracias al xenotrasplante (trasplante de tejidos u órganos entre especies diferentes) se establece comunicación entre el hipotálamo y la pituitaria del ratón hospedador y las células del tejido implantado, lo que hace posible el inicio de la espermatogénesis. Al cabo de un tiempo, se pueden recuperar espermatozoides en esos fragmentos de testículo. "Con esta técnica hemos podido obtener células espermáticas, que serán capaces de fecundar, a partir de tejido testicular de ejemplares jóvenes, evitando la pérdida irreparable de su material genético", explica Eduardo Roldán, investigador del MNCN.
“La obtención de gametos de ejemplares muertos, su almacenamiento y su utilización mediante técnicas de reproducción asistida representa una alternativa complementaria para su conservación", añade la investigadora Lucía Arregui, que ha realizado su tesis doctoral en el MNCN.
Eduardo Roldán, que ha dirigido el estudio, explica su relevancia: "Los resultados suponen un importante avance en la conservación de la biodiversidad porque ayudarán a prevenir la endogamia, y por lo tanto la pérdida de diversidad genética, en especies de las que quedan pocos ejemplares".
Por otra parte, y en el ámbito de la criopreservación el mayor obstáculo asociado a la difusión de la tecnología reproductiva in vitro es la falta de métodos eficaces para conservar a largo plazo los embriones producidos in vitro. De hecho, el campo de la criobiología de los embriones bovinos empezó a explorarse durante la década de los 70, cuando se demostró que los embriones bovinos podían sobrevivir a la congelación (Wilmut y Rowson, 1973). Desde entonces, la investigación ha permitido simplificar los procedimientos de congelación y descongelación, con el fin de hacer posible el uso rutinario de estas técnicas, aumentando la viabilidad embrionaria tras la descongelación.
Hoy en día, se dispone de tres técnicas para la conservación de embriones: la congelación lenta (o clásica), la vitrificación tradicional (en pajuela) y la vitrificación ultrarrápida. Aunque la criopreservación de embriones producidos in vitro se puede abordar por técnicas de congelación lenta, se asume que la vitrificación es la herramienta de elección para estos embriones.
Fuente: BioTech
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