En los principios de la carrera como neuróloga de Suzanne O'Sullivan, le enseñaron a despachar a los enfermos que tenían síntomas físicos causados por conflictos mentales. "Todos mis pacientes tenían convulsiones pero en el 70% de los casos no tenían epilepsia: por más que les examinaba no encontraba ninguna lesión ni causa neurológica que explicase sus síntomas. Tenía que ser algo psicológico”. Pero no se conformaba con decirles que no sufrían epilepsia y simplemente mandarlos a casa, así que decidió ponerse a encontrar la manera de ayudarles.
A partir del año 2004, es cuando empezó con dicha investigación. Desde entonces, cada vez que tiene un paciente con síntomas pero sin lesiones neurológicas, intenta explicarle que en realidad se trata de un problema psicológico que no está resolviendo adecuadamente. Pero los pacientes no suelen aceptar este diagnóstico. “Tienen un estrés mental del que no son conscientes y alguien les está obligando a enfrentarlo. Esos síntomas son una manifestación del organismo: tu cuerpo te está diciendo que algo no va bien dentro de ti y que no lo estás viendo”, cuenta la neuróloga.
Estas enfermedades pueden ser causadas por cientos de cosas. Según la doctora O'Sullivan, si sufres de ataques o parálisis (casos muy extremos) es que seguramente esto haya nacido de algún trauma psicológico severo; y otros menos graves pueden aparecer de un cúmulo de agobios pequeños que los pacientes no saben manejar. “Depende de la atención que la persona presta a los dolores. Si se obsesionan y tratan de buscar una y otra vez una explicación médica que no existe, es posible que acaben desarrollando la enfermedad psicosomática”, explica O’Sullivan.
Un claro ejemplo de estos conflictos mentales es, por ejemplo, cuando estás enamorado. Prácticamente toda la gente ve normal que el corazón te palpite con fuerza cuando ves a esa persona tan especial. Son emociones que provocan síntomas físicos reales. Pero sin embargo, les cuesta aceptar que los mismos pensamientos que te encogen el estómago puedan llegar a provocar dolencias tan graves como ceguera, convulsiones o parálisis.
La doctora cuenta en una experiencia personal, que una vez tuvo una paciente llamada Linda la cual se había notado un pequeño bulto en el lado derecho de la cabeza. Solo se trataba de una acumulación de grasa, pero no dejaba de hacerse pruebas y comprobaciones. Al poco tiempo, empezó a perder la sensibilidad del brazo y la pierna derechos: la paciente estaba segura de que el bulto había llegado al cerebro. Cuando O'Sullivan la vio, la parte derecha de su cuerpo, donde tenía el bulto, había perdido todo movimiento y sensibilidad. El hecho de que Linda no supiera que la parte derecha del cerebro controla la parte izquierda del cuerpo había causado que su mente se equivocara al crear sus síntomas. Linda sufría un trastorno psicosomático: sus pensamientos le causaban síntomas de una enfermedad que en realidad, no tenía.
Para poder curarse de esto, la atención psicológica es indispensable. Según O'Sullivan, lo primero es hacerte a la idea de que no sufres ninguna enfermedad orgánica. El siguiente paso es ver cómo la mente afecta al cuerpo: si sientes palpitaciones y te das cuenta de que tienes ansiedad, empezarán a ser mucho menos grave al saber por qué están causadas. Pero si asocias esto a problemas de corazón y las pruebas médicas no reafirman tu idea, probablemente te obsesiones y las palpitaciones empeoren.
“A veces los pacientes desean desesperadamente que encuentres un mal resultado en las pruebas, que pongas nombre a su enfermedad y les recetes unas pastillas que justifiquen sus dolores”, cuenta la neuróloga. Este problema es mucho más común de lo que parece. El 30% de las personas lo sufre y la inmensa mayoría ni siquiera lo sabe.
A partir del año 2004, es cuando empezó con dicha investigación. Desde entonces, cada vez que tiene un paciente con síntomas pero sin lesiones neurológicas, intenta explicarle que en realidad se trata de un problema psicológico que no está resolviendo adecuadamente. Pero los pacientes no suelen aceptar este diagnóstico. “Tienen un estrés mental del que no son conscientes y alguien les está obligando a enfrentarlo. Esos síntomas son una manifestación del organismo: tu cuerpo te está diciendo que algo no va bien dentro de ti y que no lo estás viendo”, cuenta la neuróloga.
Estas enfermedades pueden ser causadas por cientos de cosas. Según la doctora O'Sullivan, si sufres de ataques o parálisis (casos muy extremos) es que seguramente esto haya nacido de algún trauma psicológico severo; y otros menos graves pueden aparecer de un cúmulo de agobios pequeños que los pacientes no saben manejar. “Depende de la atención que la persona presta a los dolores. Si se obsesionan y tratan de buscar una y otra vez una explicación médica que no existe, es posible que acaben desarrollando la enfermedad psicosomática”, explica O’Sullivan.
Un claro ejemplo de estos conflictos mentales es, por ejemplo, cuando estás enamorado. Prácticamente toda la gente ve normal que el corazón te palpite con fuerza cuando ves a esa persona tan especial. Son emociones que provocan síntomas físicos reales. Pero sin embargo, les cuesta aceptar que los mismos pensamientos que te encogen el estómago puedan llegar a provocar dolencias tan graves como ceguera, convulsiones o parálisis.
La doctora cuenta en una experiencia personal, que una vez tuvo una paciente llamada Linda la cual se había notado un pequeño bulto en el lado derecho de la cabeza. Solo se trataba de una acumulación de grasa, pero no dejaba de hacerse pruebas y comprobaciones. Al poco tiempo, empezó a perder la sensibilidad del brazo y la pierna derechos: la paciente estaba segura de que el bulto había llegado al cerebro. Cuando O'Sullivan la vio, la parte derecha de su cuerpo, donde tenía el bulto, había perdido todo movimiento y sensibilidad. El hecho de que Linda no supiera que la parte derecha del cerebro controla la parte izquierda del cuerpo había causado que su mente se equivocara al crear sus síntomas. Linda sufría un trastorno psicosomático: sus pensamientos le causaban síntomas de una enfermedad que en realidad, no tenía.
Para poder curarse de esto, la atención psicológica es indispensable. Según O'Sullivan, lo primero es hacerte a la idea de que no sufres ninguna enfermedad orgánica. El siguiente paso es ver cómo la mente afecta al cuerpo: si sientes palpitaciones y te das cuenta de que tienes ansiedad, empezarán a ser mucho menos grave al saber por qué están causadas. Pero si asocias esto a problemas de corazón y las pruebas médicas no reafirman tu idea, probablemente te obsesiones y las palpitaciones empeoren.
“A veces los pacientes desean desesperadamente que encuentres un mal resultado en las pruebas, que pongas nombre a su enfermedad y les recetes unas pastillas que justifiquen sus dolores”, cuenta la neuróloga. Este problema es mucho más común de lo que parece. El 30% de las personas lo sufre y la inmensa mayoría ni siquiera lo sabe.
Tras años de investigación en este campo de las enfermedades psicosomáticas, Suzanne O'Sullivan sigue sin poder elegir cuál de los muchos casos que ha visto, es el más grave. “Los casos más duros son los de la gente que enfermó cuando tenía 16 años y a los 50 sigue viendo a médicos. Están ciegos o en silla de ruedas y siguen operándose. Hay gente que conozco que come a través de un tubo pero no tiene ninguna enfermedad orgánica. Cada parte de su cuerpo ha sido afectada por su mente”. Para Suzanne O’Sullivan ya nada es increíble. “Las discapacidades que creamos con nuestra mente son tan infinitas que ya he dejado de creer en los límites”.
La doctora ha sacado un libro recientemente, llamado Todo está en tu cabeza, hablando sobre muchos los casos que esta enfermedad abarca y como afecta a los pacientes; además, hace un repaso de las veces que esta enfermedad psicosomática más le ha impactado a lo largo de su carrera.
Fuente: elpais.com
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