UN 'CHARCO DE ORINES', ¿EL ORIGEN DE LA VIDA?

Un equipo de investigadores da la explicación de sobre como llegó a las moléculas de ADN fosfato.  Es un paso necesario para comprender como aparecieron los primeros organismos vivos. El descubridor que dio paso a las investigaciones es José Gil Venezuela, quien encontró estos restos en la granja mientras la limpiaba. Posteriormente mandó a examinar los restos.

José Gil Venezuela, en 2010, cuando comenzó a limpiar la orina de sus cerdos, tropezó con algo que para resolver el origen de la vida, ha sido de gran ayuda. En la granja que se encuentra en Maçanet de la Selva (Gerona), mientras limpiaba los restos de los desechos animales, percibió grandes cristales, que no había observado nunca antes. En busca de respuestas, Gil Venezuela, se dirigió a un investigador, llamado César Menor-Salván, quien entonces trabajaba en el Centro de Astrobiología en Madrid. La respuesta de aquel extraño residuo fue inmediata. Se trataba de estruvita mineral perteneciente a la familia de los fosfatos y que podemos encontrar en depósitos como los de Gil Venezuela, en latas de conserva e incluso en cálculos renales.

Menor-Salván años después se encontraba en el Instituto de Tecnología de Georgia, en Atlanta (EEUU), recordó aquellos residuos cristalinos de la fosa de purines. El investigador español junto a sus compañeros en el Centro de Evolución Química, trataban de obtener respuesta a una pregunta clave para entender como aparecieron los primeros organismos vivos.

En las moléculas de ADN y ARN, abunda el fósforo, que cumple una función que como soporte de la estructura es clave para codificar la información de la vida. No obstante, dichos minerales son poco solubles por lo que los científicos no acababan de encontrar una solución que explique de que manera se incorporó a las moléculas de ARN de la Tierra primitiva.

Durante 50 años ha habido todo tipo de explicaciones a la casual abundancia de fósforo en los seres vivos, incluyendo la importación del medio interestelar en asteroides, pero el grupo de Georgia planteó otro origen menos exótico: la formación de un charco de agua sucia semejante a una fosa de urines hace 3900 millones de años. Entonces la urea, al no haber animales que la produjesen, habría aparecido a partir del ácido cianhídrico encontrado en la atmósfera de aquel joven planeta, el cual fue incorporado por el bombardeo de meteoritos y cometas.

esta explicación apoyaría la teoría de Charles Darwin siglo y medio después, debido a que en 1871 se imaginó el origen de la Tierra era fosfato y amoniaco en un charco de agua caliente. También se habrían formado las letras que componen el ácido nucléico que codifican las instrucciones que sirven para generar los seres vivos.

Apoyado en su hipótesis sobre el fósforo, Menor-Salván propone la creación de los primeros compuestos orgánicos y seres vivos tuvo que ser un proceso muy rápido. Explica que se puede pasar con rapidez del fosfato inorgánico a los precursores de ADN y que se formen otros compuestos que pueden desarrollar una tarea bioquímica, y aclara que habla de algo que podría ser breve, no en términos temporales biológicos, si no en el término de una vida humana. En aquellas condiciones en las que se encontraba la Tierra, la aparición de un charco de agua sucia generadora de organismos vivos no habría sido de una unión excepcional de factores. Asegura que él piensa que es un fenómeno que ocurrió en muchos sitios.

El investigador propone que pudieron aparecer diferentes códigos de ADN, con otras letras distintas básicas a las que ahora componen la información genética. “Probablemente se dieron distintos tipos de sistemas orgánicos complejos y terminó prevaleciendo una bioquímica, quizá porque la combinación actual de letras es la más estable o la que mejor equilibra la estabilidad con la capacidad de replicación para generar nuevas copias y evolucionar hacia nuevas soluciones biológicas”, apunta.

La indagación sobre las claves capacitadas para explicar la manera en la que aparecieron seres capaces de autorreplicarse a partir de elementos inertes, también ayudará para figurarse si la vida es algo terrestre y extraordinario o un producto natural de las reglas del universo. Menor-Salván  piensa que los charcos de urea, cuna de la vida, pueden darse entre la gran cantidad de mundos del cosmos, además de pensar que la vida extraterrestre no tiene por qué ser como la vida que conocemos, aunque probablemente conocida. “La química tiene unas reglas que nos limitan, no se puede hacer cualquier cosa”, cuenta. “En el Marte primitivo o en la Tierra primitiva, la química debió ser parecida. Pasa lo mismo si nos imaginamos una atmósfera con nitrógeno o metano, o los hielos que contiene un cometa. Siempre se producen los mismos procesos químicos”, añade. “Así, aunque morfológicamente las formas de vida puedan ser más diversas y más difíciles de imaginar, los sistemas bioquímicos podrían ser parecidos en todo el universo”, concluye.

FUENTE: El País

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