El argumento que queremos explicar puede ilustrarse con un ejemplo en una latitud remota: la fila de unos visitantes muy especiales a una galería de Brisbane, en Australia.
La fila no la integraban asiduos a los museos.
De hecho, y aunque sin duda sería difícil comprobarlo, ninguno había visto una pintura en toda su vida. Sin embargo, con tan solo un poco de entrenamiento lograron desarrollar un genuino gusto por el arte.
La fila no la integraban asiduos a los museos.
De hecho, y aunque sin duda sería difícil comprobarlo, ninguno había visto una pintura en toda su vida. Sin embargo, con tan solo un poco de entrenamiento lograron desarrollar un genuino gusto por el arte.
A su paso por las distintas salas, mostraban una clara preferencia por las construcciones cristalinas de Picasso o las imágenes oníricas de Monet.
Los misteriosos "nuevos" vasos sanguíneos de nuestro cerebro.
El increíble hallazgo de 97 zonas que no se conocían del cerebro.
El evento que les describo generó un gran alboroto entre la comunidad científica. Y es que, aunque mostraron un enorme talento, sus cerebros eran más pequeños que la cabeza de un alfiler.
Me refiero al experimento con abejas entrenadas para encontrar sirope detrás de los cuadros de algunos artistas.
Lo más interesante de ellas es que, más allá de ser unas inesperadas críticas de arte, también son capaces de contar hasta cuatro, leer señales complejas, aprender a partir de la observación e incluso hablar entre ellas utilizando un código secreto (el famoso "baile del bamboleo").
¿Son más inteligentes que los seres humanos?
Las abejas pueden evaluar las distancias entre diferentes flores y planear complejas rutas para recoger el mayor volumen de néctar, con el menor esfuerzo.
Un dibujo de un cerero con zonas señaladas por letras, images, copyright , GETTY IMAGES
Image caption
Tenemos cerca de 100.000 millones de neuronas, lo que nos da un cerebro enorme, proporcionalmente hablando.
Cuando se encuentran en la colmena tienen responsabilidades específicas, que van desde labores de limpieza hasta hacer las veces de sistema de aire acondicionado, soltando gotas de agua sobre los panales cuando el clima se torna muy caliente.
Y a pesar de que los humanos cuentan con un número de neuronas 100.000 veces mayor al de las abejas, los rudimentos de muchos de los comportamientos a los que damos más importancia pueden apreciarse también en el contexto de la compleja vida de la colmena.
¿Así que cuál es la diferencia entre nuestra materia gris y la de estos insectos y otros animales?
¿Son los cerebros grandes un desperdicio de espacio?
Empecemos por decir que cerca de una quinta parte de lo que comes es utilizado como energía en la comunicación de los 100.000 millones de células grises de tu cerebro.
Si con esa enorme masa no tenemos una ventaja frente a otros animales diminutos, entonces podríamos concluir que sí se trata de un gran desperdicio.
Sin embargo, no todo está perdido. Entre los beneficios de tener un gran cerebro, es que somos más eficientes en lo que hacemos.
Por ejemplo, si las abejas tienen que monitorear una zona para encontrar flores, van revisando objeto por objeto, mientras que los animales más grandes tienen cerebros con mayor capacidad para procesar información sobre todos los objetos en forma simultánea. Es decir, somos multi-tasking.
Los cerebros grandes también poseen una mayor capacidad para recordar: las abejas solo pueden retener pocas asociaciones de información en el momento, antes de que comiencen a confundirse.
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