Hasta ahora no estaba claro cómo el tejido óseo llegaba al corazón, pero la nueva investigación prueba que son componentes del propio órgano los que generan las calcificaciones. Se trata de los fibroblastos, células que se podrían comparar con las personas encargadas de la construcción y el mantenimiento de un edificio de oficinas: no realizan el trabajo de oficina, pero son indispensables para que todo funcione correctamente. Cuando un tejido recibe daños, como cuando una pared se agrieta, son estos albañiles los que tapan la herida.
Como muchos otros órganos, el corazón contiene gran cantidad de fibroblastos entre sus fibras musculares, que tras cualquier lesión intentan reparar rápidamente el tejido. Sin embargo, muchas veces el arreglo no es perfecto, y quedan cicatrices. Según el nuevo estudio, en algunas ocasiones los fibroblastos pueden incluso confundirse, asumir el rol de las células formadoras de hueso, y terminar rellenando la herida con sustancias propias del tejido óseo. El error no es del todo descabellado, ya que ambos tipos de células se encuentran estrechamente relacionados.
Los investigadores utilizaron una técnica llamada mapeo de destino celular, gracias a la cual marcaron los fibroblastos de ratones para seguirles la pista durante la calcificación. “Observamos que, tras las lesiones cardíacas, adoptaban características de células formadoras de hueso y contribuían a la calcificación”, declara el investigador. Además, si trasplantaban estos fibroblastos a la piel de otros animales sanos, también inducían la acumulación de hueso anormal.
Fuente:LA VANGUARDIA
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