¿Se han preguntado alguna vez de dónde sale la espuma que flota en el océano? ¿O por qué el mar se ve transparente unos días, y otros verde, marrón, o incluso rosa? ¿Y de dónde sacan los peces las sustancias que forman los ácidos grasos omega tan saludables para nosotros, según nos dicen? Pues bien, la respuesta a todas estas preguntas es una sola palabra: plancton.
Llamamos plancton a los organismos que habitan en las masas de agua, desde los lagos y los estanques hasta los océanos. El término es un derivado de la palabra griega πλαγκτός (planktos), que significa “voy a la deriva”, y es que el plancton se puede desplazar entre las profundidades y la superficie y al revés, pero no puede nadar a contracorriente. Por eso, a veces nos encontramos con grandes cantidades de medusas planctónicas, que son fantásticas nadadoras dentro de las columnas de agua pero impotentes contra la marea, varadas en nuestras playas. En cuanto al tamaño del plancton, va desde organismos unicelulares microscópicos a animales pluricelulares como camarones antárticos, medusas, larvas de cangrejo y alevines.
Es habitual pensar que el mar está dominado por los peces y las ballenas, pero el plancton unicelular de tamaño microscópico es el principal sostén de la vida en los océanos de la Tierra. Sin embargo, ¿hasta qué punto lo conocemos?
Durante décadas se ha aceptado la idea de que este plancton microscópico unicelular se puede dividir grosso modo en dos tipos. El fitoplancton (también conocido como microalgas) proporciona alimento y está formado por una especie de plantas marinas diminutas. Por su parte, el microzooplancton se come al fitoplancton, y, a su vez, sirve de alimento al zooplancton de mayor tamaño, como los camarones antárticos.
La división del plancton microscópico es análoga a la separación entre plantas y animales en los ecosistemas terrestres. En cambio, actualmente sabemos que debajo de las olas hay otro grupo más. Son los “mixótrofos”, que combinan las características del plancton “vegetal” con las del microzooplancton “animal”, y cuya manera de alimentarse, excepto por su escala macroscópica, es digna de un relato de terror.
Los mixótrofos son algo así como trífidos en miniatura capaces de engullir presas vivas, succionarles las entrañas, envenenarlas, clavarles un arpón, hacerlas estallar, y robarles y reutilizar partes de su cuerpo. Pueden acabar con ecosistemas enteros en cuestión de horas y alterar el color del agua y, sin embargo, también influyen en la atmósfera terrestre y sirven de apoyo al crecimiento de las larvas de los peces en fases críticas de su ciclo vital.
Durante décadas, estos mixótrofos se han considerado los bichos raros de la naturaleza que prosperan solo cuando el fitoplancton y el microzooplancton están en desventaja. Sin embargo, en los último cinco años, gracias a un proyecto financiado por la Fundación Luverhulme, hemos demostrado que no son ni mucho menos los raros. De hecho, el mixotrofismo es la norma y no la excepción.
Esto tiene importantes implicaciones. Significa que la base de la red trófica oceánica no se ajusta al modelo tradicional planta-animal. Antes bien, está dominada por la actividad de los mixótrofos unicelulares, trífidos microscópicos capaces de realizar la fotosíntesis como las plantas y de comer como los animales, todo en una sola célula.
De hecho, los mixótrofos pueden influir en las vidas de todos nosotros, entre otras razones porque son los principales abastecedores de alimento de las redes tróficas que constituyen la base de la población de peces. Esto es así particularmente en lo que se refiere al crecimiento de los peces más jóvenes, que dependen de ellos para su alimentación en los meses de verano.
No obstante, al igual que los trífidos de la novela de John Wyndham –un clásico de la ciencia ficción–, los mixótrofos también pueden ser peligrosos, y serlo en mayor medida que otro componente cualquiera del microplancton. El vertido de nitratos y nutrientes orgánicos, como las aguas residuales o los purines, a las aguas costeras contribuye a desequilibrar la carga de nutrientes, lo cual provoca que los mixótrofos produzcan toxinas y mucosidades. Las toxinas pueden matar a los peces y forzar el cierre de los criaderos de moluscos. La espuma de color fangoso que aparece en los estuarios durante el verano es resultado del exceso de secreción de mucosidad del plancton, mucosidad que puede obstruir las branquias de los peces, ahogándolos literalmente.
El empleo de modelos matemáticos como apoyo a la gestión medioambiental, para estudiar las poblaciones de peces e investigar el impacto de la pesca y del cambio climático sobre estas es una práctica habitual. Pero estos modelos no tienen en cuenta la presencia y la actividad de los mixótrofos, que ahora sabemos que constituyen más de la mitad del plancton microscópico.
Y esto podría provocar fallos importantes. Hemos demostrado que, posiblemente, los modelos de la red trófica marina y el cambio climático que no incluyen a los mixótrofos estén dando resultados cuestionables. De hecho, basándonos en nuestras modelizaciones, aconsejamos que empecemos a tomarnos más en serio a estos organismos e incluyamos su considerable impacto en los modelos matemáticos que se emplean para predecir el cambio climático y como apoyo a la gestión medioambiental. Puede que sean microscópicos, pero estamos ignorando a estos pequeños trífidos en nuestro propio perjuicio.
Fuente: El País
Llamamos plancton a los organismos que habitan en las masas de agua, desde los lagos y los estanques hasta los océanos. El término es un derivado de la palabra griega πλαγκτός (planktos), que significa “voy a la deriva”, y es que el plancton se puede desplazar entre las profundidades y la superficie y al revés, pero no puede nadar a contracorriente. Por eso, a veces nos encontramos con grandes cantidades de medusas planctónicas, que son fantásticas nadadoras dentro de las columnas de agua pero impotentes contra la marea, varadas en nuestras playas. En cuanto al tamaño del plancton, va desde organismos unicelulares microscópicos a animales pluricelulares como camarones antárticos, medusas, larvas de cangrejo y alevines.
Es habitual pensar que el mar está dominado por los peces y las ballenas, pero el plancton unicelular de tamaño microscópico es el principal sostén de la vida en los océanos de la Tierra. Sin embargo, ¿hasta qué punto lo conocemos?
Durante décadas se ha aceptado la idea de que este plancton microscópico unicelular se puede dividir grosso modo en dos tipos. El fitoplancton (también conocido como microalgas) proporciona alimento y está formado por una especie de plantas marinas diminutas. Por su parte, el microzooplancton se come al fitoplancton, y, a su vez, sirve de alimento al zooplancton de mayor tamaño, como los camarones antárticos.
La división del plancton microscópico es análoga a la separación entre plantas y animales en los ecosistemas terrestres. En cambio, actualmente sabemos que debajo de las olas hay otro grupo más. Son los “mixótrofos”, que combinan las características del plancton “vegetal” con las del microzooplancton “animal”, y cuya manera de alimentarse, excepto por su escala macroscópica, es digna de un relato de terror.
Los mixótrofos son algo así como trífidos en miniatura capaces de engullir presas vivas, succionarles las entrañas, envenenarlas, clavarles un arpón, hacerlas estallar, y robarles y reutilizar partes de su cuerpo. Pueden acabar con ecosistemas enteros en cuestión de horas y alterar el color del agua y, sin embargo, también influyen en la atmósfera terrestre y sirven de apoyo al crecimiento de las larvas de los peces en fases críticas de su ciclo vital.
Durante décadas, estos mixótrofos se han considerado los bichos raros de la naturaleza que prosperan solo cuando el fitoplancton y el microzooplancton están en desventaja. Sin embargo, en los último cinco años, gracias a un proyecto financiado por la Fundación Luverhulme, hemos demostrado que no son ni mucho menos los raros. De hecho, el mixotrofismo es la norma y no la excepción.
Esto tiene importantes implicaciones. Significa que la base de la red trófica oceánica no se ajusta al modelo tradicional planta-animal. Antes bien, está dominada por la actividad de los mixótrofos unicelulares, trífidos microscópicos capaces de realizar la fotosíntesis como las plantas y de comer como los animales, todo en una sola célula.
¿Un nuevo tipo de vida?
Basándonos en nuestros descubrimientos, hemos propuesto un nuevo modelo para la vida en los océanos en el que sostenemos que la tradicional separación entre fitoplancton “vegetal” (microalgas) y microzooplancton “animal” utilizada para describir la red trófica oceánica ya no se sostiene. Este modelo podría acabar con un siglo de vigencia de nuestra forma de entender la biología marina.De hecho, los mixótrofos pueden influir en las vidas de todos nosotros, entre otras razones porque son los principales abastecedores de alimento de las redes tróficas que constituyen la base de la población de peces. Esto es así particularmente en lo que se refiere al crecimiento de los peces más jóvenes, que dependen de ellos para su alimentación en los meses de verano.
No obstante, al igual que los trífidos de la novela de John Wyndham –un clásico de la ciencia ficción–, los mixótrofos también pueden ser peligrosos, y serlo en mayor medida que otro componente cualquiera del microplancton. El vertido de nitratos y nutrientes orgánicos, como las aguas residuales o los purines, a las aguas costeras contribuye a desequilibrar la carga de nutrientes, lo cual provoca que los mixótrofos produzcan toxinas y mucosidades. Las toxinas pueden matar a los peces y forzar el cierre de los criaderos de moluscos. La espuma de color fangoso que aparece en los estuarios durante el verano es resultado del exceso de secreción de mucosidad del plancton, mucosidad que puede obstruir las branquias de los peces, ahogándolos literalmente.
El empleo de modelos matemáticos como apoyo a la gestión medioambiental, para estudiar las poblaciones de peces e investigar el impacto de la pesca y del cambio climático sobre estas es una práctica habitual. Pero estos modelos no tienen en cuenta la presencia y la actividad de los mixótrofos, que ahora sabemos que constituyen más de la mitad del plancton microscópico.
Y esto podría provocar fallos importantes. Hemos demostrado que, posiblemente, los modelos de la red trófica marina y el cambio climático que no incluyen a los mixótrofos estén dando resultados cuestionables. De hecho, basándonos en nuestras modelizaciones, aconsejamos que empecemos a tomarnos más en serio a estos organismos e incluyamos su considerable impacto en los modelos matemáticos que se emplean para predecir el cambio climático y como apoyo a la gestión medioambiental. Puede que sean microscópicos, pero estamos ignorando a estos pequeños trífidos en nuestro propio perjuicio.
Fuente: El País
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por comentar. Te rogamos que seas preciso y educado en tus comentarios.