Cuando un buen ajedrecista se sienta frente al tablero es capaz de prever los movimientos de su contrincante. «Si ahora muevo esta pieza -piensa-, él moverá esta otra y luego esta otra, cometerá un error y entonces yo podré hacer la jugada maestra». Es un ejemplo sofisticado de lo que se llama la teoría de la mente, la capacidad de saber lo que los otros piensan, y atribuir estados mentales como intenciones, objetivos y conocimientos a los demás. Esta habilidad, fundamental para «sobrevivir» en una sociedad donde las interacciones son tan complejas, ha sido considerada desde hace mucho tiempo exclusiva del ser humano.
Pero un equipo de científicos cree que, en realidad, los simios también la comparten. Chimpancés, bonobos y orangutanes demuestran en unos curiosos experimentos descritos en la revista Science que saben cuándo alguien va a meter la pata.
Los experimentos, que incluyen a un investigador vestido con un traje de King Kong (no se pierda el vídeo, sobre estas líneas) y a un simio observando atentamente la escena, están inspirados en otros que se hacen para probar las capacidades de los niños. El primero es un clásico, se llama el test de Sally-Anne y consiste en lo siguiente: A los pequeños se les muestra una muñeca, Sally, que esconde un objeto, como una pelota, en una caja y sale de la habitación. Entonces, otra muñeca, Anne, juega con la pelota y la vuelve a esconder, pero en otro lugar. Cuando Sally regresa, al crío se le pregunta dónde buscará la pelota la muñeca. Fallará si elige el lugar donde él sabe que está la pelota, y acertará si comprende que Sally no sabe lo que sabe él y elige la primera caja. En teoría, esto se logra solo a partir de los 4 años.
Pero en 2007, otro experimento innovador desafió la conclusión de que los niños más pequeños no alcanzan a comprender las creencias falsas. Gracias a una tecnología de seguimiento ocular, los científicos midieron dónde miraban los niños cuando el protagonista regresaba a escena y resultó que bebés de 24 meses ya anticipaban correctamente lo que «pensaba».
Incluso aunque el simio sabe que ambas cajas están vacías, debería esperar que el investigador se dirija a la de la izquierda, donde vio por última vez el objeto. Y, en efecto, el experimento demostró que los simios anticipan correctamente qué es lo que harán los humanos. Saben lo que están pensando.
En otro vídeo, ocurre algo similar. La persona vestida de King Kong se esconde en uno de dos grandes montones de heno mientras un hombre mira. Entonces el hombre desaparece por una puerta, y si bien nadie está mirando, el King Kong se escapa. En la escena final vuelve a aparecer el hombre y trata de encontrar al falso King Kong. El simio observador anticipa el montón de heno correcto donde mirará el hombre.
Los hallazgos sugieren que esta capacidad no es exclusiva de los seres humanos, sino que ha existido en el árbol genealógico de los primates durante al menos 13 a 18 millones de años. En un comentario que acompaña al estudio en Science, el famoso etólogo Frans de Waal apunta que estos hallazgos «ponen de relieve la continuidad mental entre los grandes simios y los seres humanos». Ya que la escasa habilidad para dominar la teoría de la mente se relaciona con trastornos como el autismo y la esquizofrenia, «es importante poner esta capacidad en un contexto biológico. Probablemente evolucionó en las sociedades complejas que marcan los Hominidae (los humanos y los simios) para ofrecer a los individuos el beneficio de anticipar mejor el comportamiento de los demás».
Krupenye cree que si experimentos futuros confirman estos resultados, «podría llevar a los científicos a replantearse hasta qué punto los simios se entienden entre sí». Otros estudios han atribuido aptitudes similares a los cuervos, aunque los resultados son más controvertidos. Sin embargo, como dice De Waal, «siempre deberíamos tener la mente abierta acerca de las capacidades de las especies no humanas».
Pero un equipo de científicos cree que, en realidad, los simios también la comparten. Chimpancés, bonobos y orangutanes demuestran en unos curiosos experimentos descritos en la revista Science que saben cuándo alguien va a meter la pata.
Los experimentos, que incluyen a un investigador vestido con un traje de King Kong (no se pierda el vídeo, sobre estas líneas) y a un simio observando atentamente la escena, están inspirados en otros que se hacen para probar las capacidades de los niños. El primero es un clásico, se llama el test de Sally-Anne y consiste en lo siguiente: A los pequeños se les muestra una muñeca, Sally, que esconde un objeto, como una pelota, en una caja y sale de la habitación. Entonces, otra muñeca, Anne, juega con la pelota y la vuelve a esconder, pero en otro lugar. Cuando Sally regresa, al crío se le pregunta dónde buscará la pelota la muñeca. Fallará si elige el lugar donde él sabe que está la pelota, y acertará si comprende que Sally no sabe lo que sabe él y elige la primera caja. En teoría, esto se logra solo a partir de los 4 años.
Pero en 2007, otro experimento innovador desafió la conclusión de que los niños más pequeños no alcanzan a comprender las creencias falsas. Gracias a una tecnología de seguimiento ocular, los científicos midieron dónde miraban los niños cuando el protagonista regresaba a escena y resultó que bebés de 24 meses ya anticipaban correctamente lo que «pensaba».
¿Dónde está el objeto?
Especialistas de la Universidad de Duke, la de Kioto y del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva hicieron algo similar con 19 chimpancés, 14 bonobos y 7 orangutanes. En las pruebas, los simios ven varias cintas de vídeo. En una de ellas, un investigador interactúa con otro vestido de King Kong. En un escenario, un simio ve que el falso gorila roba un objeto al humano y lo oculta debajo de una de dos cajas, la de la izquierda. Entonces, el King Kong expulsa al investigador y, secretamente, vuelve a esconder el objeto en la caja de la derecha. Después, recupera el objeto y sale de escena. El humano aparece otra vez para buscar el objeto mientras que una tecnología de seguimiento ocular en infrarrojo recoge a qué partes del vídeo el simio está prestando atención.Incluso aunque el simio sabe que ambas cajas están vacías, debería esperar que el investigador se dirija a la de la izquierda, donde vio por última vez el objeto. Y, en efecto, el experimento demostró que los simios anticipan correctamente qué es lo que harán los humanos. Saben lo que están pensando.
En otro vídeo, ocurre algo similar. La persona vestida de King Kong se esconde en uno de dos grandes montones de heno mientras un hombre mira. Entonces el hombre desaparece por una puerta, y si bien nadie está mirando, el King Kong se escapa. En la escena final vuelve a aparecer el hombre y trata de encontrar al falso King Kong. El simio observador anticipa el montón de heno correcto donde mirará el hombre.
Una herencia compartida
Como explica Christopher Krupenye, de Duke, codirector de la investigación, «leer» la mente de los demás es esencial para llevarse bien con otras personas y predecir lo que podrían hacer. También es la base de nuestra capacidad para engañar a la gente haciéndola creer algo que no es cierto. «Significa entender que existe un mundo mental distinto del mundo físico», añade el también autor del estudio Michael Tomasello, profesor de psicología y neurociencia en Duke y director del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva.Los hallazgos sugieren que esta capacidad no es exclusiva de los seres humanos, sino que ha existido en el árbol genealógico de los primates durante al menos 13 a 18 millones de años. En un comentario que acompaña al estudio en Science, el famoso etólogo Frans de Waal apunta que estos hallazgos «ponen de relieve la continuidad mental entre los grandes simios y los seres humanos». Ya que la escasa habilidad para dominar la teoría de la mente se relaciona con trastornos como el autismo y la esquizofrenia, «es importante poner esta capacidad en un contexto biológico. Probablemente evolucionó en las sociedades complejas que marcan los Hominidae (los humanos y los simios) para ofrecer a los individuos el beneficio de anticipar mejor el comportamiento de los demás».
Krupenye cree que si experimentos futuros confirman estos resultados, «podría llevar a los científicos a replantearse hasta qué punto los simios se entienden entre sí». Otros estudios han atribuido aptitudes similares a los cuervos, aunque los resultados son más controvertidos. Sin embargo, como dice De Waal, «siempre deberíamos tener la mente abierta acerca de las capacidades de las especies no humanas».
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