Un grupo de científicos españoles expertos en medicina regenerativa ha demostrado que la reprogramación de las células en un organismo adulto es posible.
Con la reprogramación, una célula (por ejemplo de la piel) puede volver al estado embrionario y después convertirse en otro tipo de célula (por ejemplo del corazón). La operación se asemeja a borrar la información genética que había convertido a la célula en cutánea e instalarle un nuevo programa para reconvertirla en cardíaca.
El investigador japonés Shinya Yamanaka fue el primero que realizó con éxito la reprogramación, hace diez años, consiguiendo así el Nobel de Medicina en 2012. Ahora, un equipo del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) ha demostrado cómo se puede conseguir lo mismo en mamíferos adultos.
La clave de este proceso está en los daños que sufre el tejido, ya que cuando un tejido es dañado, sus células segregan moléculas que favorecen la reprogramación. De esta manera, algunos tejidos pueden repararse al sufrir una lesión.
Estos resultados se han obtenido de experimentos realizados en ratones. Aún es demasiado pronto para saber qué utilidad tendrá esta investigación en personas o cuándo la tendrá, pero ya existen fármacos que provocan un efecto similar en el cuerpo humano al que se ha observado en ratones. Estos fármacos tal vez podrían utilizarse en el futuro para facilitar la reprogramación de las células y la regeneración de tejidos dañados.
Si resultase efectivo, el tratamiento podría ser empleado para múltiples enfermedades, desde insuficiencias cardíacas derivadas de un infarto hasta procesos degenerativos derivados del envejecimiento.
En los experimentos se han activado en ratones los mismos cuatro genes que Yamanaka activó en cultivos celulares. Esta combinación de genes (OSKM) daña la mayoría de células y reprograma una minoría. Un análisis detallado revela que los daños son precisamente los que desencadenan la reprogramación. Por este motivo se piensa que se trata de un mecanismo de reparación que se ha desarrollado a lo largo de la evolución.
Los daños provocados por la combinación genética OSKM no destruyen las células, sino que las hacen entrar en estado de senescencia. Esto significa que las células no mueren, pero quedan dañadas de manera irreversible, lo cual provoca una reacción del sistema inmunitario. En este punto interviene la molécula IL-6 (o interleucina-6), necesaria para que la reprogramación resulte exitosa.
Aún queda la duda de si este proceso inducido artificialmente en ratones también se produce de manera natural en el cuerpo humano. “Creo que Yamanaka encontró algo que ya existe en la biología”, declara Manuel Serrano. “Las células tienen un repertorio definido de cosas que pueden hacer y, si se pueden reprogramar in vitro, es porque algo parecido ocurre in vivo”.
Actualmente, Serrano y su grupo de investigación en el CNIO están estudiando si existe algún tipo de reprogramación cuando nuestro cuerpo repara sus tejidos. En un futuro próximo espera que se aclare si algunos fármacos pueden reprogramar células en ausencia de la combinación genética OSKM. No hay muchas probabilidades de que resulte exitoso, pero “me gusta pensar que este trabajo tendrá algún tipo de aplicación”, declara el director de la investigación.
Con la reprogramación, una célula (por ejemplo de la piel) puede volver al estado embrionario y después convertirse en otro tipo de célula (por ejemplo del corazón). La operación se asemeja a borrar la información genética que había convertido a la célula en cutánea e instalarle un nuevo programa para reconvertirla en cardíaca.
El investigador japonés Shinya Yamanaka fue el primero que realizó con éxito la reprogramación, hace diez años, consiguiendo así el Nobel de Medicina en 2012. Ahora, un equipo del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) ha demostrado cómo se puede conseguir lo mismo en mamíferos adultos.
La clave de este proceso está en los daños que sufre el tejido, ya que cuando un tejido es dañado, sus células segregan moléculas que favorecen la reprogramación. De esta manera, algunos tejidos pueden repararse al sufrir una lesión.
Estos resultados se han obtenido de experimentos realizados en ratones. Aún es demasiado pronto para saber qué utilidad tendrá esta investigación en personas o cuándo la tendrá, pero ya existen fármacos que provocan un efecto similar en el cuerpo humano al que se ha observado en ratones. Estos fármacos tal vez podrían utilizarse en el futuro para facilitar la reprogramación de las células y la regeneración de tejidos dañados.
Si resultase efectivo, el tratamiento podría ser empleado para múltiples enfermedades, desde insuficiencias cardíacas derivadas de un infarto hasta procesos degenerativos derivados del envejecimiento.
En los experimentos se han activado en ratones los mismos cuatro genes que Yamanaka activó en cultivos celulares. Esta combinación de genes (OSKM) daña la mayoría de células y reprograma una minoría. Un análisis detallado revela que los daños son precisamente los que desencadenan la reprogramación. Por este motivo se piensa que se trata de un mecanismo de reparación que se ha desarrollado a lo largo de la evolución.
Los daños provocados por la combinación genética OSKM no destruyen las células, sino que las hacen entrar en estado de senescencia. Esto significa que las células no mueren, pero quedan dañadas de manera irreversible, lo cual provoca una reacción del sistema inmunitario. En este punto interviene la molécula IL-6 (o interleucina-6), necesaria para que la reprogramación resulte exitosa.
Aún queda la duda de si este proceso inducido artificialmente en ratones también se produce de manera natural en el cuerpo humano. “Creo que Yamanaka encontró algo que ya existe en la biología”, declara Manuel Serrano. “Las células tienen un repertorio definido de cosas que pueden hacer y, si se pueden reprogramar in vitro, es porque algo parecido ocurre in vivo”.
Actualmente, Serrano y su grupo de investigación en el CNIO están estudiando si existe algún tipo de reprogramación cuando nuestro cuerpo repara sus tejidos. En un futuro próximo espera que se aclare si algunos fármacos pueden reprogramar células en ausencia de la combinación genética OSKM. No hay muchas probabilidades de que resulte exitoso, pero “me gusta pensar que este trabajo tendrá algún tipo de aplicación”, declara el director de la investigación.
Fuente: LA VANGUARDIA
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