La enfermedad de Huntington es un trastorno neurológico, degenerativo y hereditario que sufren cerca de 4.000 personas en nuestro país. Una enfermedad que, causada por una mutación en el gen que expresa la proteína ‘hungtintina’, se caracteriza por una pérdida progresiva de la capacidad cognitiva y por la aparición de distintos trastornos psiquiátricos.
Cerebral y muscular
La huntingtina es una proteína que se expresa en múltiples tejidos del organismo y cuya función, aún a día de hoy, permanece desconocida. Sin embargo, lo que sí se sabe es que la ausencia de esta proteína conlleva la interrupción de distintos procesos celulares. Y asimismo, que esta interrupción parece provocar la muerte de las neuronas del núcleo estriado y de la corteza cerebrales en el Huntington, lo que, cuando menos en teoría, podría explicar los problemas cognitivos y psiquiátricos –caso de la pérdida de memoria y las alteraciones en el estado del ánimo– típicos de la enfermedad.
Sin embargo, el síntoma más característico de la enfermedad son la rigidez muscular y los movimientos bruscos y rápidos. De hecho, estos movimientos que en el argot médico se denominan como ‘coreicos’ hacen que esta enfermedad también sea conocida como ‘Corea de Huntington’. Y estos problemas motores, ¿son también consecuencia directa de la muerte de las neuronas cerebrales?Los autores del nuevo estudio ya habían observado en un modelo animal –ratones– que la enfermedad de Huntington se asociaba en sus fases avanzadas con una disminución de la función de la proteína CIC-1 –responsable del transporte de iones cloruro al interior celular– en el tejido muscular. Más concretamente, lo que vieron es un defecto en la producción del ARN mensajero (ARNm) que codifica esta CIC-1, así como que ese defecto contribuía a la hiperexcitabilidad muscular y podría explicar los síntomas motores asociados a la enfermedad de Huntington. Pero, ¿por qué se produce esta disminución de la producción de ARNm de CIC-1? Pues según sugirieron los autores, podría ser el resultado de una respuesta tardía a la muerte de las neuronas que inervan el músculo esquelético. Pero la verdad es que no quedaba muy claro.
En el nuevo estudio, los autores siguieron el curso de la enfermedad de Huntington en un modelo animal –ratones– desde su nacimiento hasta su muerte Y lo que vieron es que, comparados frente a los sujetos control –es decir, ratones sanos–, los animales con la enfermedad fueron perdiendo la capacidad para procesar el ARNm de CIC-1 según iban envejeciendo. De hecho, la disminución en la función de CIC-1 en el tejido muscular esquelético –esto es, responsable de los movimientos voluntarios– fue incluso anterior a la aparición de los síntomas motores.
Es más; los autores también observaron que los ratones con la enfermedad expresaban una forma de miosina –la proteína que, junto a la actina, permite la contracción y, por ende, el movimiento muscular– que solo producen los neonatos. O lo que es lo mismo, tenían unas fibras musculares ‘inmaduras’.
Biomarcador más útil
En definitiva, y a la luz de las nuevas evidencias, parece que la enfermedad de Huntington, además de por la muerte neuronal, también se caracteriza por un defecto en la maduración del tejido muscular.
Como concluyen los autores, «tanto los investigadores como los médicos pueden utilizar las deficiencias en el músculo esquelético como biomarcador para evaluar la progresión de la enfermedad de Huntingtonde una manera más fácil que examinando el tejido cerebral de los pacientes».
Y asimismo, y sobre todo, por la presentación de movimientos involuntarios incontrolados. Sin embargo, la muerte neuronal que ya se sabe que tiene lugar en el Huntington y que origina los problemas cognitivos y psiquiátricos, ¿es suficiente para explicar los movimientos rápidos y bruscos típicos de la enfermedad? Pues parece que no. De hecho, un estudio dirigido por investigadores de la Universidad Estatal Wright en Dayton (EE.UU.) muestra que los movimientos incontrolados son consecuencia de un defecto en la maduración de las células musculares, sugiriendo así que el Huntington es también una enfermedad muscular –o miopatía– y que los tratamientos que actúan específicamente sobre el músculo esquelético pueden mejorar la función motora de los afectados.
Como explica Andrew Voss, director de esta investigación publicada en la revista «The Journal of General Physiology», «nuestros resultados refuerzan la idea de que la enfermedad de Huntington es, además de una patología neurodegenerativa, una miopatía, y ofrecen una vía para mejorar la atención de los pacientes a través de terapias dirigidas hacia el tejido muscular esquelético».
Como explica Andrew Voss, director de esta investigación publicada en la revista «The Journal of General Physiology», «nuestros resultados refuerzan la idea de que la enfermedad de Huntington es, además de una patología neurodegenerativa, una miopatía, y ofrecen una vía para mejorar la atención de los pacientes a través de terapias dirigidas hacia el tejido muscular esquelético».
Cerebral y muscular
La huntingtina es una proteína que se expresa en múltiples tejidos del organismo y cuya función, aún a día de hoy, permanece desconocida. Sin embargo, lo que sí se sabe es que la ausencia de esta proteína conlleva la interrupción de distintos procesos celulares. Y asimismo, que esta interrupción parece provocar la muerte de las neuronas del núcleo estriado y de la corteza cerebrales en el Huntington, lo que, cuando menos en teoría, podría explicar los problemas cognitivos y psiquiátricos –caso de la pérdida de memoria y las alteraciones en el estado del ánimo– típicos de la enfermedad.
Sin embargo, el síntoma más característico de la enfermedad son la rigidez muscular y los movimientos bruscos y rápidos. De hecho, estos movimientos que en el argot médico se denominan como ‘coreicos’ hacen que esta enfermedad también sea conocida como ‘Corea de Huntington’. Y estos problemas motores, ¿son también consecuencia directa de la muerte de las neuronas cerebrales?Los autores del nuevo estudio ya habían observado en un modelo animal –ratones– que la enfermedad de Huntington se asociaba en sus fases avanzadas con una disminución de la función de la proteína CIC-1 –responsable del transporte de iones cloruro al interior celular– en el tejido muscular. Más concretamente, lo que vieron es un defecto en la producción del ARN mensajero (ARNm) que codifica esta CIC-1, así como que ese defecto contribuía a la hiperexcitabilidad muscular y podría explicar los síntomas motores asociados a la enfermedad de Huntington. Pero, ¿por qué se produce esta disminución de la producción de ARNm de CIC-1? Pues según sugirieron los autores, podría ser el resultado de una respuesta tardía a la muerte de las neuronas que inervan el músculo esquelético. Pero la verdad es que no quedaba muy claro.
En el nuevo estudio, los autores siguieron el curso de la enfermedad de Huntington en un modelo animal –ratones– desde su nacimiento hasta su muerte Y lo que vieron es que, comparados frente a los sujetos control –es decir, ratones sanos–, los animales con la enfermedad fueron perdiendo la capacidad para procesar el ARNm de CIC-1 según iban envejeciendo. De hecho, la disminución en la función de CIC-1 en el tejido muscular esquelético –esto es, responsable de los movimientos voluntarios– fue incluso anterior a la aparición de los síntomas motores.
Es más; los autores también observaron que los ratones con la enfermedad expresaban una forma de miosina –la proteína que, junto a la actina, permite la contracción y, por ende, el movimiento muscular– que solo producen los neonatos. O lo que es lo mismo, tenían unas fibras musculares ‘inmaduras’.
Biomarcador más útil
En definitiva, y a la luz de las nuevas evidencias, parece que la enfermedad de Huntington, además de por la muerte neuronal, también se caracteriza por un defecto en la maduración del tejido muscular.
Como concluyen los autores, «tanto los investigadores como los médicos pueden utilizar las deficiencias en el músculo esquelético como biomarcador para evaluar la progresión de la enfermedad de Huntingtonde una manera más fácil que examinando el tejido cerebral de los pacientes».
FUENTE: ABC
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