El desarrollo de las terapias inmunológicas ha supuesto una auténtica revolución en la lucha contra el cáncer. No en vano, el objetivo de estos tratamientos no es, como sucede con la quimioterapia o la radioterapia, matar directamente a las células cancerígenas, lo que siempre conlleva la muerte de un número no desdeñable de células sanas, sino de enseñar al sistema inmune del paciente quién es el enemigo para que se lance a combatirlo.
Sin embargo, estas terapias se han centrado únicamente en el sistema inmune ‘adaptativo’ –esto es, en el que la respuesta desarrollada es específica para cada agente invasor, como una célula tumoral– y han ignorado el ‘innato’, cuya respuesta es menos selectiva –o mucho más ‘burda’–. Pero como muestra un estudio llevado a cabo por investigadores del Instituto Oncológico Dana-Farber en Boston (EE.UU.), esta estrategia podría ser errónea. Y es que las células inmunes innatas, si bien no parecen muy útiles para luchar frente al cáncer, podrían estar colaborando en el crecimiento tumoral, por lo que también deben ser un objetivo del tratamiento.
Concretamente, el nuevo estudio, publicado en la revista Nature, muestra que un compuesto capaz de hacer que las células inmunes innatas vuelvan al redil –o lo que es lo mismo, que dejen de colaborar con el tumor y se diquen a combatirlo– provoca una reducción de los tumores de cáncer de mama y una disminución de las metástasis a distancia. Es más; combinado con quimioterapia o con otras inmunoterapias, el nuevo compuesto aumenta significativamente el periodo de remisión del tumor. O así sucede, cuando menos, en modelos animales.
En el nuevo estudio, los autores se centraron en unas células inmunes innatas que, denominadas ‘macrófagos asociados a tumores’ (TAM), se encuentran frecuentemente en los tumores. Sin embargo, y a pesar de formar parte del sistema inmune, estos TAM no solo no combaten el cáncer, sino que en muchas ocasiones están colaborando en su crecimiento.
Como explica Jennifer Guerreiro, directora de la investigación, «la mayoría de las actuales inmunoterapias frente al cáncer influyen sobre el comportamiento de los linfocitos T, esto es, los glóbulos blancos englobados en el sistema inmune adaptativo, al ‘enseñarles’ la forma de combatir las células tumorales o de eliminar los obstáculos que frenan su ataque. Una estrategia que, si bien se ha mostrado efectiva frente a distintos tipos de cáncer, solo beneficio, por lo general, a un subtipo de pacientes. Así, lo que queríamos ver en nuestro estudio es si el empleo de las dos ramas del sistema inmune podría producir unos resultados superiores».
Pero, ¿por qué estos macrófagos traicionan al organismo? Pues la verdad es que su función, protectora o destructora, depende de las señales moleculares que les llegan de su entorno, caso de otra célula inmune o de una célula cancerígena. Así, y a modo de ejemplo, los macrófagos son los encargados de ‘etiquetar’ las áreas dañadas que deberán ser eliminadas y restauradas por el sistema inmune en una herida, por lo que contribuyen de forma activa en el proceso de cicatrización. Pero en el caso de un cáncer, los macrófagos pueden ser secuestrados por el tumor para su propio beneficio. De hecho, los tumores son a veces definidos como ‘heridas que no se acaban de curar’.
Entonces, ¿qué se puede hacer para acabar con la felonía de los TAM? Pues en una investigación previa, los propios autores ya habían mostrado que un compuesto experimental denominado ‘TMP195’ era capaz de inducir a los TAM para que cesaran en su colaboración con el tumor y lo atacaran. Y para ello, lo que hace este TAMP195, inhibidor selectivo de las histonas deacetilasas de clase IIa, es cambiar la respuesta del macrófago al alterar la actividad genética dentro de los propios TAM.
En definitiva, el nuevo estudio ofrece una nueva forma para activar todo el ‘repertorio’ del sistema inmune para luchar frente a las enfermedades oncológicas.
Como refiere Anthony Letai, co-autor de la investigación, «una vez se han ‘convertido’, los macrófagos actúan como los directores del ataque del sistema inmune sobre el tumor. Nuestro estudio demuestra que los inhibidores de las histonas deacetilasas de clase IIa pueden ser una vía efectiva para aprovechar el potencial antitumoral de los macrófagos en el tratamiento del cáncer».
Una avance, por tanto, ciertamente notable dado que, como concluye Anthony Letai, «el futuro del tratamiento del cáncer pasa muy probablemente por el empleo de combinaciones terapéuticas que actúen sobre las ramas innata y adaptativa del sistema inmune, así como de tratamientos que, como la radioterapia o la quimioterapia, ejerzan su actividad sobre las propias células cancerígenas. La capacidad de reclutar al sistema inmune innato constituye un nuevo frente muy interesante en el tratamiento del cáncer».
El objetivo del nuevo estudio fue evaluar el efecto de la administración de TMP195 en modelos animales –ratones– de cáncer de mama. Y de acuerdo con los resultados, el tratamiento no solo indujo el ‘encogimiento’ del tumor, sino que frenó su expansión a otros órganos –las consabidas ‘metástasis’–. Pero aún hay más: combinado con distintos regímenes de quimioterapia y con un tipo de inmunoterapia denominada ‘bloqueo de puntos de control de los linfocitos T’, TMP195 incremento el período de remisión del tumor alcanzado con cada tratamiento individual.
Fuente: ABC
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