Su apariencia es inofensiva, pero ningún depredador osa acercarse a él y todos se mantienen a una distancia prudencial. Un equipo de científicos sacaba de analizar el veneno de los pequeños blénidos y se ha llevado algunas sorpresas.El blénido de colmillos es una especie de “draculín” del océano.
Este pez de apenas unos centímetros tiene dos poderosos colmillos en su mandíbula inferior que no duda en utilizar si se siente amenazado, pero tan diminutos que debería resultar igual de intimidatorio como un caniche para especies más grandes. Sin embargo, casi ningún depredador se acerca a ellos y otras especies han evolucionado hasta mimetizarse con ellos para sacar ventaja del parecido.
El secreto de su reputación está en el veneno que inyectan con su mordedura, que les permite escapar y salir indemnes de la mayoría de ataques. El equipo de Bryan Fry, de la Universidad de Queensland, acaba de analizar este veneno y se ha encontrado con la sorpresa de que al inyectarlo en ratones no registraron ninguna señal de dolor, sino que sus efectos son de otro tipo.
El secreto de su reputación está en el veneno que inyectan con su mordedura, que les permite escapar y salir indemnes de la mayoría de ataques. El equipo de Bryan Fry, de la Universidad de Queensland, acaba de analizar este veneno y se ha encontrado con la sorpresa de que al inyectarlo en ratones no registraron ninguna señal de dolor, sino que sus efectos son de otro tipo.
“Que el veneno de los blénidos fuera indoloro en ratones fue toda una sorpresa”, asegura el investigador, quien recuerda que otras especies de peces venosos producen picaduras muy dolorosas, como las del pez roca o las rayas.
En un trabajo publicado esta semana en la revista Current Biology los investigadores detallan la composición del veneno de estos peces, que contiene un neuropéptido similar al que usan los caracoles marinos del genero Conus y una lipasa similar a la del veneno del escorpión.
Pero el componente clave podría ser un péptido opioide que causa en las víctimas una bajada repentina de la presión sanguínea, lo que deja al atacante desorientado y permite al pececillo escapar tranquilamente de la amenaza.
Ralentizando a sus posibles depredadores, los blénidos tienen una oportunidad de escapar”, explica Fry. “Aunque no se produzca la sensación de dolor, los opioides pueden producir sensaciones de mareo y náuseas extremadamente desagradables”.
Ralentizando a sus posibles depredadores, los blénidos tienen una oportunidad de escapar”, explica Fry. “Aunque no se produzca la sensación de dolor, los opioides pueden producir sensaciones de mareo y náuseas extremadamente desagradables”.
El efecto disuasorio de este veneno es tan poderoso que otras especies sacan partido y han evolucionado para parecerse a estos pequeños “jefazos” del océano. “Los depredadores no se comerían a estos peces porque piensan que son venenosos y les van a causar daño”, asegura el investigador Nicholas Casewell. “Todo este mimetismo, y todas estas interacciones en la comunidad, son estimuladas finalmente por el sistema de veneno que tienen algunos de estos peces”.
FUENTE: Voz pópuli
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