Los parásitos han sido siempre considerados como una amenaza para nuestro bienestar, pero algunos seres que viven a nuestras expensas también podrían ayudarnos a cuidar nuestra salud.
El Necator americanus es un gusano cilíndrico y blanquecino que apenas supera el centímetro de longitud, este lleva milenios intentando colarse por debajo de nuestra piel, viajar a nuestro intestino y acomodarse en él para chuparnos la sangre.
Para la medicina, siempre ha sido un un problema que erradicar. Sin embargo, es posible que no sea un organismo tan indeseable.
«Todos los ensayos que se han llevado a cabo hasta el momento están en nivel experimental en modelos animales o en ensayos piloto y clínicos en humanos cuyos resultados han mostrado una eficacia variable y no del todo contrastada», señala.
Coincide con él Ignacio Marín, de la Unidad de Enfermedad Inflamatoria Intestinal del Hospital Quirón de Madrid y especialista del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid, quien señala que, «aunque es posible que en el futuro estas terapias lleguen en las consultas, actualmente no hay datos concluyentes para recomendar su uso».
Una de las investigaciones que más impacto ha tenido es la que realizó en 2015 el equipo de Alex Loukas, de la Universidad James Cook de Australia. Este grupo infectó con 20 larvas de Necator americanus a un grupo de 12 voluntarios con enfermedad celiaca, un trastorno autoinmune que daña el intestino de los afectados si estos ingieren gluten y, en muchos casos, provoca síntomas digestivos, como diarrea y vómitos.
Los voluntarios comenzaron a ingerir progresivamente cantidades de gluten hasta que, al final del proceso, todos pudieron tomar un plato entero de pasta sin padecer ningún efecto secundario. «Es más, tras la investigación, ninguno de los pacientes quiso tratarse para eliminar al parásito», subraya Javier Sotillo, un investigador español que trabaja en el laboratorio de Loukas desde 2010.
«No conocemos exactamente los mecanismos implicados, pero sí sabemos que, para sobrevivir, el parásito provoca una respuesta antiinflamatoria y genera cambios en la flora intestinal», explica Sotillo. Y ese efecto contribuye a evitar que el sistema inmunitario se descontrole y ataque a las células del propio organismo, como ocurre en las enfermedades inflamatorias intestinales.
Lo que sostienen expertos en este campo, como Sotillo o Weinstock, es que los seres humanos hemos ido evolucionando a lo largo de nuestra historia de la mano de bacterias, virus, parásitos y otros patógenos que siempre han mantenido ocupadas a nuestras defensas. Cuando eliminamos esa exposición, nuestro organismo cambia y el sistema inmunitario se queda sin parte de su trabajo, por lo que busca algo que hacer y, en ocasiones, de forma equivocada, ataca a su propio jefe.
Su equipo ha publicado recientemente en la revista Frontiers in Microbiology un trabajo en ratones que muestra que estas vesículas logran mejorar significativamente los síntomas de la colitis ulcerosa.
Todavía queda mucho por dilucidar sobre la posible utilidad de gusanos como el Necator americanus en la Medicina, señalan los expertos. Pero es posible que algún día tengamos que cambiar la definición de parásito, al menos en algunos casos.
Para la medicina, siempre ha sido un un problema que erradicar. Sin embargo, es posible que no sea un organismo tan indeseable.
Varias investigaciones sugieren que seres que colonizan nuestro organismo y roban nuestros nutrientes podrían curarnos, podrían ser unos aliados para luchar contra trastornos como la colitis, la celiaquía o la enfermedad de Crohn.
Otros parásitos también podrían abandonar pronto su papel de villanos en la esfera de la salud global, de hecho, son varios los gusanos helmintos cuya utilidad terapéutica se investiga aún de forma preliminar por su posible papel protector frente a enfermedades autoinmunes.
El investigador estadounidense Joel Weinstock fue uno de los pioneros en sondear esta área de estudios a comienzos de los años 90. Mientras analizaba la capacidad de los parásitos para controlar el sistema inmunitario y librarse durante años de las defensas del organismo, se le ocurrió la idea de que quizás estos seres podrían ayudar a explicar por qué en las últimas décadas del siglo XX las enfermedades inflamatorias intestinales, como la colitis o la enfermedad de Crohn, habían experimentado un incremento exponencial.
Su teoría encajaba con la Hipótesis de la Higiene, la cual sugiere que cuando el sistema inmunitario no está en contacto con determinados patógenos, debido a las mejoras en higiene y esterilización, comienza a funcionar mal y ataca a células del propio organismo, como sucede en las enfermedades autoinmunes.
Primero investigó con animales cuyos resultados fueron prometedores al mostrar una respuesta antiinflamatoria significativa. Y, después, en ensayos en pacientes, en los que utilizó un parásito del cerdo, el Trichuris suis, que, como no puede completar su ciclo en humanos, no causa los problemas propios de una infección parasitaria.
En 2005, publicó los resultados de dos llamativos estudios. En el primero de ellos, 23 de 29 afectados de enfermedad de Crohn respondieron positivamente a una terapia con huevos de T. suis que recibieron cada tres semanas durante unos seis meses. De hecho, 21 de esos pacientes experimentaron una completa remisión de la enfermedad.
El otro estudio, que comparó a pacientes con colitis ulcerosa sometidos a terapia con helmintos frente a otros enfermos que recibieron un placebo, también mostró un impacto muy positivo del tratamiento con los parásitos. Sin embargo, cuando una compañía farmacéutica realizó un ensayo a gran escala en afectados por enfermedad de Crohn, los resultados no fueron los esperados, algo que Weinstock achaca a fallos en la selección de los pacientes.
En los últimos 10 años, varias investigaciones han mostrado el potencial terapéutico de los parásitos helmintos, aunque esta estrategia aún tiene mucho que demostrar, como apunta Francisco Bolás, que dirige el Grupo de Investigación en Inmunología e Inmunomodulación Parasitaria de la Universidad Complutense de Madrid.
Otros parásitos también podrían abandonar pronto su papel de villanos en la esfera de la salud global, de hecho, son varios los gusanos helmintos cuya utilidad terapéutica se investiga aún de forma preliminar por su posible papel protector frente a enfermedades autoinmunes.
El investigador estadounidense Joel Weinstock fue uno de los pioneros en sondear esta área de estudios a comienzos de los años 90. Mientras analizaba la capacidad de los parásitos para controlar el sistema inmunitario y librarse durante años de las defensas del organismo, se le ocurrió la idea de que quizás estos seres podrían ayudar a explicar por qué en las últimas décadas del siglo XX las enfermedades inflamatorias intestinales, como la colitis o la enfermedad de Crohn, habían experimentado un incremento exponencial.
Su teoría encajaba con la Hipótesis de la Higiene, la cual sugiere que cuando el sistema inmunitario no está en contacto con determinados patógenos, debido a las mejoras en higiene y esterilización, comienza a funcionar mal y ataca a células del propio organismo, como sucede en las enfermedades autoinmunes.
Primero investigó con animales cuyos resultados fueron prometedores al mostrar una respuesta antiinflamatoria significativa. Y, después, en ensayos en pacientes, en los que utilizó un parásito del cerdo, el Trichuris suis, que, como no puede completar su ciclo en humanos, no causa los problemas propios de una infección parasitaria.
En 2005, publicó los resultados de dos llamativos estudios. En el primero de ellos, 23 de 29 afectados de enfermedad de Crohn respondieron positivamente a una terapia con huevos de T. suis que recibieron cada tres semanas durante unos seis meses. De hecho, 21 de esos pacientes experimentaron una completa remisión de la enfermedad.
El otro estudio, que comparó a pacientes con colitis ulcerosa sometidos a terapia con helmintos frente a otros enfermos que recibieron un placebo, también mostró un impacto muy positivo del tratamiento con los parásitos. Sin embargo, cuando una compañía farmacéutica realizó un ensayo a gran escala en afectados por enfermedad de Crohn, los resultados no fueron los esperados, algo que Weinstock achaca a fallos en la selección de los pacientes.
En los últimos 10 años, varias investigaciones han mostrado el potencial terapéutico de los parásitos helmintos, aunque esta estrategia aún tiene mucho que demostrar, como apunta Francisco Bolás, que dirige el Grupo de Investigación en Inmunología e Inmunomodulación Parasitaria de la Universidad Complutense de Madrid.
«Todos los ensayos que se han llevado a cabo hasta el momento están en nivel experimental en modelos animales o en ensayos piloto y clínicos en humanos cuyos resultados han mostrado una eficacia variable y no del todo contrastada», señala.
Coincide con él Ignacio Marín, de la Unidad de Enfermedad Inflamatoria Intestinal del Hospital Quirón de Madrid y especialista del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid, quien señala que, «aunque es posible que en el futuro estas terapias lleguen en las consultas, actualmente no hay datos concluyentes para recomendar su uso».
Una de las investigaciones que más impacto ha tenido es la que realizó en 2015 el equipo de Alex Loukas, de la Universidad James Cook de Australia. Este grupo infectó con 20 larvas de Necator americanus a un grupo de 12 voluntarios con enfermedad celiaca, un trastorno autoinmune que daña el intestino de los afectados si estos ingieren gluten y, en muchos casos, provoca síntomas digestivos, como diarrea y vómitos.
Los voluntarios comenzaron a ingerir progresivamente cantidades de gluten hasta que, al final del proceso, todos pudieron tomar un plato entero de pasta sin padecer ningún efecto secundario. «Es más, tras la investigación, ninguno de los pacientes quiso tratarse para eliminar al parásito», subraya Javier Sotillo, un investigador español que trabaja en el laboratorio de Loukas desde 2010.
«No conocemos exactamente los mecanismos implicados, pero sí sabemos que, para sobrevivir, el parásito provoca una respuesta antiinflamatoria y genera cambios en la flora intestinal», explica Sotillo. Y ese efecto contribuye a evitar que el sistema inmunitario se descontrole y ataque a las células del propio organismo, como ocurre en las enfermedades inflamatorias intestinales.
Lo que sostienen expertos en este campo, como Sotillo o Weinstock, es que los seres humanos hemos ido evolucionando a lo largo de nuestra historia de la mano de bacterias, virus, parásitos y otros patógenos que siempre han mantenido ocupadas a nuestras defensas. Cuando eliminamos esa exposición, nuestro organismo cambia y el sistema inmunitario se queda sin parte de su trabajo, por lo que busca algo que hacer y, en ocasiones, de forma equivocada, ataca a su propio jefe.
De cualquier forma, el investigador residente en Australia no cree que la terapia con parásitos vivos sea viable. No sólo porque para tratar a afectados de enfermedad de Crohn, colitis o celiaquía con estos parásitos serían necesarios demasiados gusanos, sino también porque esta terapia puede conllevar algunos efectos secundarios, supondría un dilema moral reintroducir parásitos que llevan muchos años extinguidos de los países del primer mundo y porque la realidad es que a muchas personas no les gustaría infectarse con un parásito.
Debido a eso, su equipo lleva tiempo estudiando qué sustancias segregadas por los parásitos tienen propiedades antiinflamatorias y pueden modular el sistema inmunitario de la misma forma que lo hace el patógeno.
Debido a eso, su equipo lleva tiempo estudiando qué sustancias segregadas por los parásitos tienen propiedades antiinflamatorias y pueden modular el sistema inmunitario de la misma forma que lo hace el patógeno.
Entre otros hallazgos, en 2016 publicaron un trabajo que mostró que una proteína segregada por parásitos podría ser usada para tratar el asma. «Nuestro objetivo es encontrar la proteína o la sustancia clave y sintetizar el péptido, la molécula, que está teniendo efecto para eliminar potenciales efectos secundarios y conseguir que sea más fácil de producir en un laboratorio farmacéutico», apunta.
Desde la Universidad de Valencia, Antonio Marcilla trabaja en la misma línea de investigación. En concreto, este catedrático del Departamento de Farmacia, Tecnología Farmacéutica y Parasitología está investigando la utilidad de vesículas extracelulares producidas por el helminto Fasciola hepatica.
Su equipo ha publicado recientemente en la revista Frontiers in Microbiology un trabajo en ratones que muestra que estas vesículas logran mejorar significativamente los síntomas de la colitis ulcerosa.
Todavía queda mucho por dilucidar sobre la posible utilidad de gusanos como el Necator americanus en la Medicina, señalan los expertos. Pero es posible que algún día tengamos que cambiar la definición de parásito, al menos en algunos casos.
Fuente: El Mundo
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