
Se han descubierto alrededor de 800 proteínas con posible actividad antimicrobiana. Entre ellas está el pepsinógeno, en la que se ha centrado la atención y en la que se han probado sus efectos. Sin embargo, aunque estos aminoácidos, que se encuentran en casi todos los organismos vivos, pueden matar a muchos microbios, no son lo suficientemente potentes como para actuar como antibióticos por sí solos. Es necesario modificarlos mediante biología sintética para hacerlos más potentes y conseguir un efecto terapéutico.
Esta estrategia posibilita la búsqueda de nuevos péptidos antimicrobianos en lugares donde no se habían buscado antes. El ejemplo más significativo es su localización en el estómago.
No era previsible encontrarlos en la barriga, pero tampoco ha sorprendido del todo a los investigadores. «El estómago humano es atacado por muchas bacterias patógenas, por lo que tiene sentido que tengamos un mecanismo de defensa del huésped para defendernos de tales ataques», advierte el microbiólogo coruñés, que en el 2016 fue elegido como uno de los diez mejores innovadores jóvenes menores de 35 años de España.
Fuente: La Voz De Galicia
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