Un equipo de investigadores analiza con detalle el exposoma, la nube personal de microorganismos, elementos químicos y otros compuestos que nos acompaña a todas partes.
Lo llaman exposoma, y los científicos apenas están empezando a conocerlo. Está siempre con nosotros, a nuestro alrededor, acompañándonos a donde quiera que vayamos. Se trata de una nube de compuestos químicos, microorganismos y otros elementos que se arremolinan a nuestro alrededor, rodeándonos por completo. Y de forma personalizada, de modo que todos los exposomas son diferentes, como una especie de "auras vivientes" que van con nosotros a todas partes.
Ahora, un equipo de genetistas de la Universidad de Stanford ha comenzado a estudiar el exposoma humano, y sus hallazgos acaban de publicarse en la revista Cell.
Hasta el momento, explica Michael Snyder, que ha liderado la investigación que se han estudiado factores como la contaminación del aire a gran escala, pero nadie había medido las exposiciones biológicas y químicas a nivel personal. Nadie sabe realmente cómo de amplia es la exposición humana a su entorno, o qué tipo de cosas puede haber allí.
Para averiguarlo, Snyder y su equipo diseñaron un pequeño dispositivo de monitorización del aire, del tamaño de una baraja de cartas. Y durante dos años enteros, 15 voluntarios usaron de forma intermitente estas unidades atadas a sus brazos, desde donde absorbían continuamente pequeñas cantidades de aire de sus órbitas personales y el ambiente que los rodeaba. Algunos participantes usaron el monitor durante una semana, otros durante un mes.
Después, cada pequeña cosa inhalada por el dispositivo (bacterias, virus, productos químicos, hongos y cualquier otro tipo de partículas) se extrajo para la secuenciación de ADN y ARN, con lo que se elaboró un perfil químico, que se catalogó en una base de datos personalizada.
El propio Snyder no dudó en llevar uno de los dispositivos durante casi los dos años completos. Y al final, tras cerca de 70 mil millones de lecturas, los investigadores lograron acumular una cantidad asombrosa de datos sobre los habitantes de su propio exposoma.
"Nuestro equipo -explica Chao Jiang, uno de los miembros del equipo- había reunido previamente diferentes bases de datos de bacterias, virus y hongos, pero para descifrar completamente nuestras exposiciones ambientales, creamos una base de datos de dominio múltiple que cubría más de 40,000 especies".
Ahora, un equipo de genetistas de la Universidad de Stanford ha comenzado a estudiar el exposoma humano, y sus hallazgos acaban de publicarse en la revista Cell.
Hasta el momento, explica Michael Snyder, que ha liderado la investigación que se han estudiado factores como la contaminación del aire a gran escala, pero nadie había medido las exposiciones biológicas y químicas a nivel personal. Nadie sabe realmente cómo de amplia es la exposición humana a su entorno, o qué tipo de cosas puede haber allí.
Para averiguarlo, Snyder y su equipo diseñaron un pequeño dispositivo de monitorización del aire, del tamaño de una baraja de cartas. Y durante dos años enteros, 15 voluntarios usaron de forma intermitente estas unidades atadas a sus brazos, desde donde absorbían continuamente pequeñas cantidades de aire de sus órbitas personales y el ambiente que los rodeaba. Algunos participantes usaron el monitor durante una semana, otros durante un mes.
Después, cada pequeña cosa inhalada por el dispositivo (bacterias, virus, productos químicos, hongos y cualquier otro tipo de partículas) se extrajo para la secuenciación de ADN y ARN, con lo que se elaboró un perfil químico, que se catalogó en una base de datos personalizada.
El propio Snyder no dudó en llevar uno de los dispositivos durante casi los dos años completos. Y al final, tras cerca de 70 mil millones de lecturas, los investigadores lograron acumular una cantidad asombrosa de datos sobre los habitantes de su propio exposoma.
"Nuestro equipo -explica Chao Jiang, uno de los miembros del equipo- había reunido previamente diferentes bases de datos de bacterias, virus y hongos, pero para descifrar completamente nuestras exposiciones ambientales, creamos una base de datos de dominio múltiple que cubría más de 40,000 especies".
Nuestra propia «nube»
Durante el tiempo que duró el estudio, los participantes se movieron en aproximadamente 50 lugares diferentes del área de la Bahía de San Francisco, pero incluso cuando vivían en el mismo entorno, sus exposomas eran completamente distintos.
Durante el tiempo que duró el estudio, los participantes se movieron en aproximadamente 50 lugares diferentes del área de la Bahía de San Francisco, pero incluso cuando vivían en el mismo entorno, sus exposomas eran completamente distintos.
"Resulta que, incluso a distancias muy cortas, obtuvimos diferentes perfiles de exposición o firmas- afirma Snyder-. La conclusión es que todos tenemos nuestra propia nube de microbioma que recogemos y expulsamos continuamente a nuestro alrededor".
Por supuesto, los elementos que contiene el exposoma de cada persona es variable, e incluye numerosos rastros de su propia nube microbiana, además de cosas como los hongos y partículas que cada uno ha recopilado de su entorno inmediato de mascotas, productos químicos, plantas, etc.
Por supuesto, los elementos que contiene el exposoma de cada persona es variable, e incluye numerosos rastros de su propia nube microbiana, además de cosas como los hongos y partículas que cada uno ha recopilado de su entorno inmediato de mascotas, productos químicos, plantas, etc.
La gran cantidad de datos reveladores obtenidos durante la investigación demuestra que podemos aprender mucho estudiando nuestras "auras vivientes", y los investigadores opinan que si la tecnología fuera más accesible, podrían fabricarse de forma masiva dispositivos individuales que terminarían siendo importantes herramientas de diagnóstico.
"Ahora queremos monitorizar más gente en más ambientes -asegura Snyder-. Y también queremos simplificar la tecnología, idealmente hasta el punto de que todos puedan medir sus propias exposiciones personales, tal vez con algo como un reloj inteligente capaz de detectar el exposoma".
En definitiva, los científicos creen que nos encontramos al principio de una nueva era de transformación de la salud, una que no solo se fijará en lo que hay dentro de nuestros cuerpos, sino también en lo que hay a su alrededor, su complejo y cambiante exposoma personal.
"Durante años -concluye Snyder- hemos estado secuenciando los genomas de las personas, analizando su sangre y orina, así como los microbios del interior del cuerpo para comprender cómo todo eso afectaba a la salud".
Y ha llegado la hora de fijarse también en la nube viviente que nos rodea y que siempre nos acompaña.
"Ahora queremos monitorizar más gente en más ambientes -asegura Snyder-. Y también queremos simplificar la tecnología, idealmente hasta el punto de que todos puedan medir sus propias exposiciones personales, tal vez con algo como un reloj inteligente capaz de detectar el exposoma".
En definitiva, los científicos creen que nos encontramos al principio de una nueva era de transformación de la salud, una que no solo se fijará en lo que hay dentro de nuestros cuerpos, sino también en lo que hay a su alrededor, su complejo y cambiante exposoma personal.
"Durante años -concluye Snyder- hemos estado secuenciando los genomas de las personas, analizando su sangre y orina, así como los microbios del interior del cuerpo para comprender cómo todo eso afectaba a la salud".
Y ha llegado la hora de fijarse también en la nube viviente que nos rodea y que siempre nos acompaña.
Fuente: ABC
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